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Una campaña de siete días

Una campaña de siete días

PP y PSOE dan casi por perdida la primera semana de mítines y actos para las europeas, aunque confían en movilizar a sus seguidores fieles antes del 25 de mayo

Paula De las Heras

Jueves, 22 de mayo 2014, 18:34

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Mariano Rajoy, tras dos años de ajustes y traumáticos recortes, quería que las elecciones al Parlamento Europeo tuvieran una campaña corta para evitar un exhaustivo examen a su gestión. Corta, pero no tanto. El asesinato de la presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco, el debate sobre una gran coalición entre PP y PSOE y, sobre todo, las encuestas favorables al PP, han reducido la campaña a un puñado de mítines bastante desvaídos en los primeros siete días de la carrera electoral. El PP, por decisión de Rajoy, no tuvo precampaña porque designó a Miguel Arias Cañete casi al límite del plazo.

El debate europeo pasó casi inadvertido en la primera mitad de la campaña. Hasta que llegó el cara a cara en televisión entre Cañete y Elena Valenciano, mejor dicho el postdebate y el poco afortunado comentario del candidato del PP sobre la condición de mujer de la socialista Elena Valenciano. La campaña, aunque fuera por unos días, se caldeó y viró hacia el debate de la igualdad. El terreno preferido por los socialistas, pero que es poco probable que se mantenga con ese perfil.

Hasta entonces, la única polémica fue la gran coalición de Gobierno, al estilo de la de Angela Merkel en Alemania, entre populares y socialistas. Una idea que apuntaron Cañete y el expresidente del Gobierno del PSOE, Felipe González. Una posibilidad que Alfredo Pérez Rubalcaba desechó con vehemencia pero que los populares, conscientes de que hacía daño al «no somos lo mismo» que propugnan los socialistas, no negaron de manera rotunda.

Desde la dirección de campaña se pondera que, pese a este perfil bajo, su objetivo de movilizar a los más fieles, se da casi por logrado. Aún preocupa la dimensión que pueda alcanzar el denominado voto de castigo, máxime tras el patinazo de su candidato sobre la superioridad intelectual del hombre sobre la mujer. De ahí que tanto Rajoy como Cañete incidan en la batalla contra los partidos pequeños que puedan atraer al votante conservador, como UPyD, Ciudadanos y Vox. El presidente del Gobierno repite, casi como un mantra, la idea de que un diputado que «sólo se represente a sí mismo» no puede dar la batalla por España en las instituciones europeas. Los asesores del líder del PP, como escenifica Cañete, creen que no se debe perder ni un segundo en convencer a los votantes del PSOE. Opinan que si consiguen movilizar a los más fieles, la victoria, aunque por un estrecho margen, será del PP.

La estrategia de los populares en este esprint final está clara: transmitir en Cataluña la idea de que son el único partido que defiende la unidad de España, intentar que la victoria del PSOE en Andalucía sea por la mínima y apuntalar dos de sus principales feudos, Madrid y Valencia, donde detectan un mayor desengaño por parte de los habituales votantes populares. Una táctica que queda fielmente reflejada en la ofensiva de Rajoy, que protagonizará cuatro mítines en cinco días en Sevilla, Valencia, Málaga y Madrid.

«Que la gente se entere de que hay elecciones». Ese, por básico que pueda parecer, es ahora, cuando solo queda una semana para la cita con las urnas, el primer objetivo del PSOE. Los socialistas volvieron de la Semana Santa con buenas sensaciones. Valenciano, elegida cabeza de cartel a principios de febrero, llevaba casi dos meses recorriendo España mientras Rajoy seguía retrasando, para nerviosismo de los suyos, la designación del candidato. La gira fue productiva. Su grado de conocimiento creció en torno a cuarenta puntos, según cuentan los estrategas del partido, y la maquinaria interna quedó engrasada. Pero la primera semana de campaña no ha salido como estaba previsto.

«Hay partido»

El arranque no fue malo. La encuesta del CIS, en la que se auguraba un resultado muy ajustado el 25 de mayo, era lo mejor que le podía pasar a un PSOE que necesita convencer a los suyos de que merece la pena dejarse la piel en esta ocasión porque «hay partido». Pero ni las europeas son unas elecciones que despierten entusiasmo ni los acontecimientos que han sacudido al país estos días han sido los más propicios para meter a la gente en canción. Primero la tragedia de los cinco menores fallecidos en Badajoz, al chocar la retroexcavadora conducida por un hombre que dio positivo en cocaína y cannabis, en el microbús en el que trabajaban. El luto obligó a Valenciano a suspender su primer mitin, en Cáceres. Y después el bombazo del asesinato de la presidenta de la diputación de León, Isabel Carrasco, que ha monopolizado los medios.

«Para nosotros este partido tenía dos tiempos dicen en Ferraz recurriendo a términos futbolísticos. Ganamos la primera parte, antes de Semana Santa, y los veinte primeros minutos de la segunda parte nos ha ido peor, pero nos quedan por delante 25 para el sprint». La idea era que el debate, celebrado el jueves, sirviera para volver a poner en juego la pelota. Sirvió, pero por derroteros distintos a los previstos. El cálculo que hace la dirección del PSOE de que el comentario displicente del candidato del PP hacia Valenciano movilizará a más de un remolón solo se podrá comprobar cuando se cuenten las papeletas, pero las esperanzas en Ferraz han crecido.

El principal partido de la oposición confía en dar el do de pecho en la última semana de campaña y en los actos que quedan en las comunidades con mayor población y en el puerta a puerta. Casi dos millones de folletos con las cien principales medidas del PSOE se distribuyeron hoy en 250 ciudades.

Los socialistas aseguran que si la distancia con el PP es de alrededor de dos puntos, como indican algunos sondeos, una semana puede ser suficiente. Y en eso incidirán. «Si conseguimos fijar la idea de que esto está abierto, movilizaremos mucho más», insisten. No será fácil. Saben que el rival es fuerte. Sostienen que, pese al descontento, el PP tiene un público fiel dispuesto a votar con una pinza en la nariz con tal de no ver un triunfo socialista y admiten que en las encuestas empieza a detectarse un «ajuste natural». «Además -subrayan-, la derecha ha cortado el grifo mediático a partidos como Ciutadans, Vox y UPyD que podían arañarle votos».

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