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Urgente «Cuando llegué abajo y vi las llamas, se me vino el mundo encima»
De todas las guerras

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‘Muerte en Sarajevo’, la película del director bosnio Danis Tanovic que se inspiró en la pieza teatral del Henri Lévy, tiene multitud de virtudes

POR PACHÉ MERAYO

Lunes, 21 de noviembre 2016, 10:19

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Tiene Hotel Europa o Muerte en Sarajevo, que es su título original (y bastante más elocuente), muchas cosas buenas.Todas tienen que ver en el modo de contar. Pocas con la cantidad exagerada de información que concentra, sin dejar nada al que mira. Da la sensación de que Danis Tanovic, fascinado por su propio relato, sucumbe a la tentación de dar explicación a todo, hasta el punto de aturdir, en un grado, y agraviar, en otro. Pero obviando ese hecho, que no es fácil, la película del director bosnio tiene multitud de virtudes. Basada en la pieza teatral del Henri Lévy, sobre el centenario del asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo, recupera el debate sobre aquel acontecimiento que encendió la IGuerra Mundial, para acabar abriendo su campo de acción sobre otras contiendas más recientes, incluida la que se libra día a día en la sociedad bosnia. En realidad, en todo el mundo. Conecta bien Tanovic, premiado en Berlín este año, los tiempos. El pasado, el presente. Lo que está por venir. Pero lo que mejor hace es guiarnos por su hotel, un edificio convertido en escenario único y en universo, por el que nos lleva la cámara persiguiendo la silueta y el constante tintineo de los tacones de Lamija (Sne¸ana Vidovi), una recepcionista aventajada que lleva, como el resto de los empleados, meses sin cobrar. Siguiéndola nos adentramos por pasillos claustrofóbicos donde se empieza a cocer una huelga. Utilizando los niveles del hotel, Tanovic entra y sale de sus diferentes líneas argumentales. Y lo hace con suma destreza. Mientras en la azotea, único exterior del edificio, que lo es sin serlo, se habla de historia y religión, a través de un reportaje televisivo sobre el centenario del archiduque, en los pisos inferiores la tensión por la celebración se mezcla con la preparación de la protesta y la presencia de un actor que prepara su papel, bajo la mirada espía de una cámara en su habitación, que nos permite asistir a sus dudas sobre Europa. Y para redoblar la historia, el mito de la caverna llega al sótano, donde un mafioso regenta un bar de estriptis y lanza matones a los pisos de arriba para aplacar la huelga. Arriba las luces de la razón, abajo, las tinieblas de la fuerza.

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