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Premio Nacho Martínez. Un emocionado Lluís Homar recibió el galardón entre aplausos.
«Sigo siendo un entusiasta de mi oficio aunque nos movamos en un entorno hostil»

«Sigo siendo un entusiasta de mi oficio aunque nos movamos en un entorno hostil»

Convertido en uno de los hombres más respetados de la escena española, recibió el Premio Nacho Martínez del FICX «como una caricia, un abrazo»

PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA

Jueves, 14 de junio 2018, 16:39

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Con más de cuarenta películas en su haber, Lluís Homar (Barcelona, 1957) es uno de los nombres más respetados de la escena española y ha logrado trabajar en teatro, cine o televisión sin renegar nunca del entusiasmo con el que comenzó a los 19 años en el Teatre Lliure. Ayer recibió en el Teatro Jovellanos el Premio Nacho Martínez del FICX.

¿Cómo recibe este premio?

Supone una caricia, un abrazo, algo muy bonito. Uno no trabaja para los premios, pero cuando llegan -y, como en este caso, en forma de reconocimiento a una trayectoria y a una actitud ante la vida- me animan a seguir creyendo en lo que creo. Estoy cerca de una etapa de madurez en mi vida personal y profesional en la que me siento contento de las cosas que me han sucedido, buenas o malas, porque de todas he aprendido y sigo aprendiendo. Sigo siendo un entusiasta de lo que hago. Y, bueno, si me invitáis a venir a Gijón para darme un premio y decirme que me queréis, estoy feliz, claro.

¿Llegó a conocer a Nacho Martínez?

Tuve ocasión de conocerle en el mundo del teatro, aunque nunca trabajamos juntos, pero nos unían personas muy cercanas. Tengo el recuerdo de su papel protagonista en 'Matador' de Almodóvar, una película que a mí me gusta mucho. Luego pude trabajar con él en la serie 'Y un día volveré' de TVE, dirigida por Paco Beltriu sobre la novela de Marsé, y ahí tuve la oportunidad de disfrutar del Nacho generoso, cercano, simpático. Que el premio sirva para recordar ese cariño y cercanía es más motivo de felicidad.

Ambos venían del teatro independiente. Usted, concretamente, del Teatre Lliure de Barcelona. ¿Cómo evoca esos años?

Fueron mis años de aprendizaje, empecé en el Teatre Lliure con 19 años y estuve vinculado a ese proyecto durante mucho tiempo, como actor, luego director de escena y del propio teatro. Es una etapa apasionante, llena de momentos maravillosos, duros al final, aunque todos me sirvieron para forjar el alma de quien está ahora aquí. En aquellos tiempos estaba todo por hacer, Franco había muerto por fin y yo estaba allí, alimentándome de esa efervescencia de la que no éramos protagonistas, sino una pieza más de algo que se movía con intensidad... Esa etapa me hizo sentir que la vida era apasionante, sentía mi trabajo y todos teníamos la impresión de que podíamos comernos el mundo.

De entonces a hoy, ¿lo que se ha podido ganar en profesionalización o dignificación del oficio ha supuesto perder parte de ese entusiasmo inicial?

Sí. Antes dedicarse al teatro era formar parte de la aventura del teatro. No estabas allí para hacerte un nombre ni para ganar dinero o labrarte una carrera. Era un trabajo bastante anónimo que hacías porque te gustaba, una actitud ante la vida. Luego se ha ido creando una especie de 'star system' volcado hacia el éxito y hoy se vive un cierto desencanto, la crisis, etcétera. Personalmente, sigo siendo un entusiasta de mi oficio aunque el entorno en el que hoy nos movemos sea bastante hostil.

¿El teatro le ofrece mayor libertad creativa que el cine o la televisión, en los que tanto ha trabajado?

El teatro me permite, después de muchísimos años de haber empezado en él, haberlo dejado, haber vuelto, ser dueño de mí mismo: «Quiero hacer esto y con este y con este». Puedo imaginarlo y luego llevarlo a cabo. En cine y en televisión tengo cómplices, pero hasta el día de hoy estas complicidades son más precarias. Puedo decir sí o no o ser afortunado si voy a dar con un buen proyecto. En teatro, en cambio, tengo la capacidad de sentir que soy el orientador o el artífice del trabajo.

Ha interpretado decenas de personajes de ficción, también personajes históricos, incluso contemporáneos como el rey Juan Carlos. ¿Cómo ha afrontado la creación de estos últimos?

Lo había hecho con Alejandro Borgia, pero no había tanta información sobre él ni era tan 'real' (Risas) como el Rey. En este caso, había muchísimo material: entrevistas, discursos, ver su manera de hablar, de moverse, etcétera. Es un trabajo que me ha gustado en cuanto significaba algo distinto, un reto, porque, sin que llegues a ser esa persona, tiene una parte muy atractiva de jugar a ser otro y que, además, ese otro sea alguien que existe.

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