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Karim Moussaoui, ayer, en el FICX. TAREK HALABI
«Mi película busca ofrecer una impresión global de Argelia pero sin discurso político»

«Mi película busca ofrecer una impresión global de Argelia pero sin discurso político»

Karim Moussaoui presenta en la Sección Oficial 'Until the Birds Return', un drama narrado con tres historias cruzadas

M. F. ANTUÑA

GIJÓN.

Lunes, 20 de noviembre 2017, 03:16

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Huye de lo obvio, de lo evidente, gusta de componer el puzle de la narración con la imagen, las palabras, con lo que dicen y lo que callan los personajes, lo que anuncian y auguran los paisajes, lo que cantan las canciones y lo que apuntalan los bailes. El argelino Karim Moussaoui ( Jijel, 1976) presentó ayer en la Sección Oficial del FICX 'Until the Birds Return', una coproducción con Francia que pretende ser un retrato del país norteafricano, con sus heridas abiertas y sus mundos contradictorios.

No solo se proyectó, sino que su director estuvo en Gijón para defenderla, para contar lo que quería contar: «Tenía ganas de hablar de la Argelia de hoy, pero quería hacerlo sin hacer ese tipo de cine que lo expresa todo, quería transmitir un punto de vista sobre el país dejando que las imágenes y las historias sean las que hablen», anota el director.

El suyo sobre Argelia -deja claro- es un punto de vista tan subjetivo como lo son todos, una mirada en la que ha tratado con tres historias que se entrecruzan en la carretera de ahondar en la realidad de una manera diferente. Tocan esas tres aventuras vitales distintas clases sociales, generaciones, e incluso abordan, desde la distancia, los duros años noventa que vivió el país [victoria del Frente Islámico de Salvación (FIS), golpe de estado para evitar que gobernara, aparición de grupos terroristas, violencia, matanzas, guerra...]. «Con esas historias tenemos una impresión global, estamos hablando de Argelia, pero sin un discurso político, estamos abordando la inteligencia del espectador», apunta el director.

Se ha empeñado en enviar una imagen de Argelia universal. Porque, al fin y al cabo, las preocupaciones de los ciudadanos son idénticas en cualquier país y se ha empeñado a toda costa huir como alma en pena de los clichés. «No quería reproducir problemas de muchas películas coproducidas en la que el espectador local no se reconoce, eso me preocupaba mucho, no quería caer en la traición de que los argelinos no se sintieran representados». Y después de cinco proyecciones en su país, parece ser que esa situación no se ha producido y sus compatriotas han acogido de buen grado este retrato cinematográfico.

Huye de esos clichés que, dice, se muestran en el extranjero sobre su país y otros, no porque sean radicalmente falsos, sino que hay mucha vida más allá de los tópicos. «En Argelia, en Túnez, en Marruecos tenemos los mismos problemas que en el resto del mundo, el amor, la familia, los niños, lo que he intentado es que su particularidad sea universal», subraya el director, para quien la impresión que en ocasiones se proyecta sobre el mundo árabe y musulmán en el cine está coja. «No digo que la imagen que se da sea falsa, sino limitada».

Para adentrarse en su propio país, Moussaoui ha tenido que recurrir a la coproducción con Francia, una fórmula que ha supuesto para este director que ya sorprendió con su película en Cannes un notable aprendizaje. Para empezar, porque es la mejor vía para ampliar los «insuficientes fondos» que dedica el Gobierno de su país al cine y, para continuar, porque le ha permitido trabajar con técnicos de gran experiencia que han aportado calidad y conocimientos.

La coproducción permitió financiar un filme en el que la música es «un elemento explícito muy evidente». Ninguna de las piezas que suenan son gratuitas. Todas tienen su porqué en la narración. «Efectivamente la música es muy importante, me preocupa mucho no poner todas mis ideas en palabras, especialmente en lo que respecta al discurso político», señala.

Y añade después que la emplea para «comunicar en los momentos en los que la palabra no bastaría», y que sin duda es una energía brutal capaz de generar emociones en el espectador. Como ejemplo de esa manera de narrar, de evitar palabras innecesarias, la coreografía que mediada la película marca un hito en la relación de pareja de una de las historias. Es un golpe de efecto en absoluto inocente: «Inicialmente había escrito un diálogo entre los protagonistas, pero solo había una cosa que podían decirse en ese momento, y me pareció que era redundante que hablaran, que la música podía aportar algo, el deseo, las ganas, la energía juvenil», subraya.

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