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luis antonio alías
Sábado, 23 de julio 2016, 15:39
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ORison, que es ancla en lengua galaica, abre sus dos salas a la plaza de la Fábrica del Gas, ya sin vestigio del enorme depósito, las chimeneas, los talleres y las oficinas; parterres, bancos y rosaledas convirtieron en lírico el paisaje antes fabril. Justo cumplimos veinticinco años del cambio.
Por entonces Astrid y Javier, recién llegados de Venezuela con sus dos hijos pequeños, Yeniré y Víctor Javier, se hicieron cargo de la entonces ya veterana pulpería, y con trabajo, tesón y guisos ricos consiguieron levantarla pronto y sumarle, además, el local inmediato:la barra y el comedor duplicaron espacio y aire.
Digamos que Astrid, venezolana, y Javier, llanisco de Porrúa, se conocieron en Caracas, donde ella estudiaba turismo, y él llevaba su propio restaurante, El Aldeano, donde recetas asturianas, gallegas y españolas curaban temporalmente las muchas nostalgias de una enorme colonia que junta emigrantes de primera generación con los que mantienen fielmente las raíces del bisabuelo o el tatarabuelo.
«Mi marido ofrecía pulpo a feira, cachelos, lacón u oreya; también fabada, paella, cocido de garbanzos o lentejas con chorizo. Alumna de una abuela guisandera, aprendí allí lo de aquí, y al acompañarle en el retorno, tuve la suerte de que se quedara con nosotros Toñi, la cocinera gallega de los anteriores propietarios, y de ella aprendí los puntos y toques de una tradición que es muy exigente», comenta Astrid.
Por eso los cachelos aparecen tiernos y mantecosos como traídos de Verín, y los pimientos de Padrón, y el lacón de Cuntis, y el pulpo de Carballiño, y la empanada de Santiago, y el Ribeiro de Ribadavia: «La vida me hizo cocinar platos gallegos gracias a maestros gallegos, pero me siento igual de capacitada para satisfacer a mis comensales con el rollo de bonito, los chipirones afogáos, los mejillones a la marinera, el pulpo amariscado, el entrecot de xata, la carne a la jardinera y, mismamente, el pote cuando toca. Y si me piden arepas, cachapas, tequeños, sancochos y demás especialidades venezolanas, las elaboro de inmediato. En mi cocina ondean tres banderas, aunque la gallega ocupe el mástil principal».
No lo tuvo fácil Astrid. Javier enfermó de esclerosis múltiple y se fue pasito a pasito en diez incapacitantes años, mientras ella se multiplicaba paciente y generosamente con los hijos, la cocina, el servicio y la enfermería.
Capaz de sacar fuerzas de la dificultad y de remontar los pozos por hondos que parezcan, celebra actualmente que su hijo terminó Medicina y que el día a día de trabajo y satisfacciones continúa.
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