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Luis Enrique González Iglesias
Jueves, 20 de abril 2017, 11:08
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La vida de Ana Menéndez (La Oteda, Tineo, 1952) ha estado unida a la hostelería indisolublemente desde su más tierna infancia, y se nota. Saluda a todos sus clientes y ellos siempre tienen unas palabras para ella. Lleva más de 40 años al frente del bar y la repostería de El Casino, lugar de paso en su día, centro de peregrinación hoy. Sus casadielles y bocadillos de carne merecen salirse de la ruta más rápida.
No llegaba al mostrador. «Mis padres tenían una tienda de ultramarinos donde vendían de todo. Cuando tenía dos años falleció mi padre en un accidente. Entonces quedamos mi hermano, mi madre y yo. Así que desde que medía 50 centímetros atendía a los clientes y hacía de todo. Me subía a una banqueta para poder atender. Luego dejamos el ultramarinos y empezamos con negocios de hostelería en Tineo. A partir del año 70 cogimos El Casino, que ya era un referente. Yo me acababa de casar con 17 años, me vine aquí con mi marido y ya empecé a hacerme cargo de todo».
Hay producto, no milagros. «La materia prima tiene que ser de la máxima calidad porque milagros no hacemos. A partir de ahí procuramos no estropearla mucho, que llegue en las mejores condiciones al cliente. Yo siempre les digo a mis trabajadores que hay que cuidarlo, somos embajadores de Asturias, que hablen de ti fuera o que abran una caja y piensen que en Asturias se hacen las cosas bien, que se mantienen las tradiciones, es importantísimo para nosotros».
¿No trajo bocadillos?. «A mí me gusta mucho trabajar, es mi vida, como un hijo al que ves crecer, lo vas moldeando... Ahora es un momento dulce porque tengo un equipo de personas muy válidas. Soy ambivalente, no valgo para nada pero en todos los sitios me encuentro feliz y a gusto. La gente se extraña de que no me canse de trabajar. La hostelería tiene sus inconvenientes, pero yo tengo cantidad de amistades fruto de dedicarme a esto. Mis hijas siempre me dicen que no se puede ir conmigo a ningún sitio. Me reconocen y me saludan en cualquier lado. En la cola de la expo, en Sevilla, una persona se me acercó y me dijo: «¿No trajo bocadillos para aquí?».
Tradición en la red. «No tenemos un dulce estrella, vendemos de todo, los carajitos, las casinitas, los carballones... Esos dulces básicos de la repostería tradicional asturiana se siguen haciendo igual que siempre, aunque ahora se hace más cantidad, claro. Al paladar de la gente les sigue recordando a los de casa. Son recetas de toda la vida. Ves que la gente te llama desde Málaga, desde Madrid, te van obligando a crecer y modernizarte. Acabamos de abrir nuestra tienda online. Antes se mandaban cajas por correo urgente para que llegasen a todos los lugares».
Las madres ya no hacen casadielles. «Todas las cosas que hacemos son muy laboriosas, la casadiella lleva mucho trabajo. Al ama de casa actual cada vez le es más difícil sacar tiempo para hacer este tipo de elaboraciones. Además se van perdiendo las recetas, aunque ahora está internet ahí con tutoriales de todo. Nosotros lo hacemos todo a mano; sabiendo que está bueno, es más fácil ir a la tienda, yo lo recomiendo».
La calidad es lo que mantiene el nombre. «Todo el que iba o venía del occidente tenía parada casi obligada en El Casino. Con la carretera de la costa se perdió ese tráfico, ahora la gente viene específicamente a comer los bocadillos y llevar los dulces. Se desvían familias enteras desde Soto del Barco, lo cual es doblemente de agradecer. Es un referente y notas que a la gente le gusta volver aquí. Lo que mantiene el nombre es la calidad del producto. Siempre sin perder la receta tradicional, que no se desvirtúe el sabor tradicional».
Futuro rural. «Nunca se sabe el futuro, tenemos el hándicap de la carretera, yo creo que tienes que hacer que la gente venga aquí y te conozca, que se molesten en venir a probar tu producto. Hay poca oferta para atraer la gente a los pueblos, tenemos muchas cosas que vender y explotar, pero creo que desde la política no se hace lo suficiente».
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