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En verano, medio litro más de agua

En verano, medio litro más de agua

El cuerpo necesita una media de dos litros al día, pero no hay que esperar a tener sed para beber porque se corre el riesgo de deshidratarse

fermín Apezteguia

Jueves, 1 de junio 2017, 02:51

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No hay que esperar a sentir sed para beber agua. Cuando se está sediento es porque el cuerpo ha detectado la carencia, lo que supone que ya ha comenzado a funcionar de manera inadecuada y uno corre el riesgo de deshidratarse. La mayoría de las personas tiende a pensar que la deshidratación es un problema exclusivo de niños y personas mayores. Unos se ponen a jugar como locos y no se dan cuenta de la cantidad de líquido que se les escapa a través del sudor. La pérdida de capacidades causada por el paso de los años lleva a los otros a no ser siempre conscientes de la necesidad permanente de refrescarse. Pero, en realidad, no son solo ellos. El resto de la población, jóvenes y adultos, tampoco suele preocuparse de que si el agua perdida no se repone, el organismo se queda sin su principal fuente de belleza, nutrientes, oxígeno y, por supuesto, de vitalidad. Los especialistas hablan de la necesidad de que se consuman una media de dos litros de agua, en función del peso de cada uno. En verano, que está a punto de llegar, habría que añadir a esa cantidad medio litro más para compensar el mayor desgaste provocado por las altas temperaturas.

«Si tienes sed es porque te has quedado ya sin el 2% del agua que necesita tu cuerpo, que oscila entre 1,5 y 2,5 litros. A partir de ese momento, puedes sentir dolor de cabeza, cansancio y menor rendimiento intelectual», explica la endocrinóloga Nerea Gil, de la clínica Zorrotzaurre. La deshidratación anuncia su presencia a través de varios signos. Alas náuseas, se une falta de fuerza, fatiga física y mental, sequedad de las mucosas y disminución del rendimiento. Una prueba que sirve para detectarla consiste en pellizcar la piel sin clavar la uña. Si queda marca, no lo dude: es una señal.

El mecanismo del sudor

Dos tercios del cuerpo humano son básicamente agua y esa es la proporción que el organismo necesita mantener para funcionar con corrección. Buena parte de los líquidos se pierden a través del sudor, lo que explica la necesidad de incrementar voluntariamente el consumo especialmente durante los meses de verano. El cuerpo suda porque trata de evitar que el calor eleve la temperatura corporal y provoque fiebre. Si no se bebe de manera voluntaria se corre el riesgo de deshidratación.

Lo mismo sucede cuando se sale a hacer deporte y se descuida la toma de líquidos. Si le gusta ir a correr, hágalo con una botellita de agua en la mano para recurrir a ella tanto durante el ejercicio como al término de la sesión. «Cuando éramos niños nos decían que no bebiéramos nada frío después de un ejercicio intenso. Esa advertencia tiene cierta lógica, porque la bebida fría puede provocarte espasmos en el abdomen; pero después de una hora de deporte hay que reponer hidratos de carbono y minerales, sobre todo sodio y potasio, que son básicos en el buen funcionamiento celular», explica la especialista del Igualatorio Médico Quirúrgico (IMQ).

El agua, además, elimina toxinas y constituye un vehículo eficaz para el transporte de vitaminas y sales minerales indispensables para la nutrición de las células. Diferentes estudios han demostrado que una buena hidratación resulta clave, asimismo, para el control de las bacterias que viven en la boca. Favorece la salivación y, como consecuencia, previene la inflamación de las encías (gingivitis), la caries, y otras complicaciones bucales, como el mal aliento. Con ella, la digestión se realiza mejor y funcionan de manera más adecuada el hígado, los riñones, el sistema inmunológico y el aparato digestivo. Incluso protege frente al cáncer. «Beber agua es de las cosas más sanas que pueden hacerse», sentencia la endocrinóloga Nerea Gil.

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