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El Globo

El Globo

Sede de tertulias, parada de marineros, catedral del oricio, pescadería esmerada, lleva al Cantábrico en sus genes, empeños, guisos y prestigios

Luis Antonio Alías

Viernes, 6 de febrero 2015, 12:11

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No hace mucho que fue remocicado, repintando sus paredes y sacando brillo a las maderas, pero sin modificar los interiores, obligación y responsabilidad impuesta por tan singular marco y ambiente: la entrada, la barra y el tramo de tapería y charlas, acaba en un frente de tabla que divide -escaleras y portón mediante- el comedor superior y el inferior, recoletos y acogedores, especialmente el inferior por aquello de la intimidad abrigada.

Y eso que hablar de intimidad abrigada en El Globo resulta paradójico. Especialmente los fines de semana y cualquier jornada invernal con mar lo suficientemente permisiva para que las arriesgadas recolecciones en cantiles e islotes hagan rebosar de oricios sacos y cajas. Entonces mejor reservemos o impongámonos una paciencia franciscana entre la lista de espera. Para acortar la espera hay excelente sidra, hay vinos de suavidad y carácter, hay pinchos en variedad extensa, y hay excelentes abrebocas: setas a la plancha, tortilla de bacalao y ajo puerro, salpicón de pixín, bocartes y parrochines nacionaliegos, mejillones a la diversa, gambas a la plancha, almejas a la marinera, fritos de merluza del pinchu y de pixín prietu, chipirones y calamares frescos pasados por pota y por plancha, y unos centollos y centollas de brazo musculoso y carro pletórico.

Ysi en invierno reina el oriciu, en verano ocupan el trono el bonito y la sardina, sucesión que ya dictaba Neptuno cuando Noega bajó a Cimavilla e se hizo Gijia.

Sin remontarnos tan atrás, El Globo lleva volando desde que 1910, cuando abriera como tienda mixta, una presencia Playa más que centenaria que detentan pocas. En tan larga vida ha conocido cambios, historias, situaciones y personajes, desatando alguna polémica y atesorando fidelides y felicitaciones. Quienes llevan dos décadas gobernándolo, Armando y María, han sabido encumbrarlo, levantando acta no sólo la prensa y libros-guía nacionales, también Rolling Stone, vieja protagonista del Nuevo Periodismo, o el decano de la prensa conservadora francesa Le Figaro.

Él previamente trabajó de auxiliar de farmacia, ella continua ejerciendo de fotógrafa; el encuentro y la decisión de pilotar juntos el barco lo consideraron primero un reto y pronto un acierto.

Armando lo razona: «Prefería el mundo de la hostelería al de la farmacia; en la farmacia la gente acude a paliar dolencias, en la hostelería busca, encuentra y comparte buenos momentos.

Para organizar tales momentos disponen de una plantilla estable, factor imprescindible a la hora de avalar eso mismo, estabilidad, que siempre amadrina una fiabilidad continuada.

Retornando a las cosas del comer, que son necesidad, placer, cultura y convivencia, los pescados del día esperan la elección según el gusto y número de comensales, y aparecen sin mayor sofisticación que la plancha, el horno, las patatas panadera y las salsas de tradición -marinera, sidrera, amariscada, ajillo, panadera, vinagreta- en las que pringar barquitos de pan no atentan contra el protocolo. Al contrario, recogen las esencias concentradas de la chopa, la furagaña, la lubina, el pixín, el rey, el salmonete y el resto de protagonistas de ese mar que ves tan bello es un traidor.

Traidor pero provisorio. Y sabroso como ningún otro.

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