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Amable Bedriñana Sariego.
Sidrería Bedriñana

Sidrería Bedriñana

Cocinó, según un experto jurado, la mejor fabada del mundo el pasado año; su cachopo está entre los primeros y pasa por la plancha la ría y la mar al punto justo

Luis Antonio Alías

Jueves, 11 de junio 2015, 01:55

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Ya se había alzado con el premio a la mejor fabada de Villaviciosa en el 2013, pero el pasado 2014 alcanzó el laurel por igual circunstancia. Ahí es nada, recibiendo simbólicamente la banda y la corona, como una Miss Universo, de Casa Viri, titulada previa. Encima, quedó cuarta en el regional de cachopos y, vista la cachopofilia que recorre hoy día ya no Asturias, España entera, suma alturas a las alturas.

No siendo los galardones mencionados y otros similares capricho de comités elitistas, sino decisión de jurados populares y heterogéneos, esta sidrería con clase y carácter que lleva a Villaviciosa hasta en la genética de su propietario (repárese que se apellida Bedriñana Sariego), además de destacar por el notable uso de los productos de la huerta, el gochu y el xatu, tiene en la ría local y la costa inmediata dos principales distribuidoras.

De la ría llegan almejas, berberechos y navajas;también lubinas y chopas especialmente salinas y sabrosas que apenas precisan de un golpe caliente con ajo y perejil; o que saben rodearse de unos arroces melosos y seductrores. Y los caladeros mariñanes, maliayos y lastrinos proveen de calamares, pulpos, rubieles, pixines, besugos, rodaballos, merluzas y lo que el exigente Amable dos palabras armónicas lejos del oximorón decida según jornada, temporada y ejemplares. Por supuesto los bonitos van ganando una creciente presencia.

La plancha se usa con especial pericia, que echar un pescado sobre el metal al rojo para que selle, gane dorados y concentre los jugos, exige dominio de la incandescencia y del ojo, una maña que el horno y la cazuela reproducen cuando añaden cebolla picadina, lechos de tiernas panaderas o salsas densas y aromáticas.

Aparte, custodia la cámara cortes de vaca roxa nativa en su justo punto de maduración para que, añeja o xatina, ofrezca terneza y sabor de agua y hierba.

No todo queda en la simpleza del punto mínimo, la ensalada huertana y la patata pelada a mano y frita con oliva extra:el magret de pato al oporto, el solomillo al fuá fresco con compota, la paletilla de cordero o el codillo celtíbero (que ahora los gochos íberos y los gochos celtas compiten en aristocracias culinarias) pintan de colores el clasicismo carnívoro. O las potinas de carne guisada y las bandejas de asada.

¿Y qué tal el continente para tan sabrosos contenidos? No desmerece. Bien en la acogedora y luminosa jaima frente al vetusto mercado de abastos, o en el interior de barra, tapeo y comedor independiente;cuadros de paisajes firmados por pintores conocidos colorean la mampostería y el chigre tradicional y el restaurante exigente van de la mano.

Puede sentirse Amable orgulloso de sus muchos logros hosteleros, si bien primero trabajó en factorías pomológicas y luego tuvo una discoteca largamente de moda. «Siempre sentí que la sidrería con cocina cuidada era mi destino natural» asegura. Así que atendió a los sentimientos, encontró el local deseado y añadió a sus méritos bodegueros los altos aciertos guisanderos de María Luisa. Méritos y aciertos que ya necesitan vitrina expositora.

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