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Los Pisones

Los Pisones

Durante décadas fue el mejor de la comarca mariñana; ahora trabaja para conquistar Gijón

Luis Antonio Alías

Jueves, 20 de agosto 2015, 16:51

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Con su reapertura amplía la comarca mariñana hasta la misma Guía en cuyo arranque, carretera de Villaviciosa como siempre, ocupa ahora un chalet de estilo francés que labra molduras de piedra alrededor de los balcones, abre mansardas por el tejado y hace de cada piso un comedor elegante y sereno. Hay antiguos aparadores, teatrales lámparas de lágrimas, butacones, butacas y, en el bajo, una barra con columnas torsas, cerámica y otros ornamentos de inspiración modernista.

La decoración sorprende, deleita y produce temor escénico: ¿Cuánto cobrarán en este Maxims gijonés, pensará quien ande en crisis y no forme parte del extenso club de amigos de Los Pisones?

La duda puede responderse con tajante claridad: lo mismo y por lo mismo que en Quintueles o Venta las Ranas. Si bien es cierto que el escenario pasa de chigre aldeano a casona burguesa finisecular, la cocina mantiene las enseñanzas de Leni (ya retirada pero presente y consejera) y las aportaciones de María Elena y Beatriz, hija y nuera, ambas alumnas aventajadas y ambas guisanderas por mérito y título.

En sala, Luis hijo, que aprendió el arte del acogimiento y la atención de su progenitor y tocayo, fallecido hace un lustro y recordado por profesional, cordial y caballero.

«Cuando en el año 1963 mis padres, Len y Celsa, alquilaron el gijonés bar Castañón, Luis y yo decidimos echarles una mano. Y nos gustó. En 1969, ya por nuestra cuenta, cogimos Casa Ciprión de Quintueles, que pasó a llamarse Los Pisones, molinos de rabilar que separaban el grano de la poxa o bagazo. Poco a poco, tratando de mejorar cada día, cuidando una clientela que siempre nos ha distinguido por su fidelidad y con la total participación de mis hijos, logramos un sitio y un nombre»,resume la matriarca, feliz tras el lucido fin de unas obras que Patrimonio retrasó de continuo, y triste porque el su Luis no comparta tantas y tan excelentes novedades.

El recetario que materializa el menú lleva inspiraciones y maneras propias que singularizan y ponen al día la tradición: los chipirones a Los Pisones con su cebolla caramelizada, la Ñocla a Los Pisones troceada y en punto de plancha que popularizara Leni, las almejas del Cantábrico a Los Pisones realzadas por ajo de Las Pedroñeras y guindillina, les fabes de Villaviciosa con marisco a Los Pisones, deliciosas y abigarradas, el bacalao a Los Pisones que enriquecen huevos y almejas, los callos a Los Pisones según Celsa enseñó a Leni, el caldosín y marisquero arroz a Los Pisones, el bonito a Los Pisones en tacos encebollados, e incluso los espagueti a Los Pisones con una salsa marinera para (literalmente) chuparse los dedos.

Y el arroz de papá, que va con patatinas y chorizo casero, el pote y les fabes de huerta y gochos conocidos, el arroz con carne de Les Mariñanes que tantos domingos infantiles de cincuentones presidiera (antaño sobrecocido y aquí paladeándose cada grano calasparreño), el pastel de xata y sus purés de realce, las hamburguesas gourmet...

Y el mar que va de Gijón a Tazones entregando pixines, tiñosos, besugos, lubinas, chopas o reyes que pasarán por el horno, la plancha, la salsa o la xuntanza en caldereta.

Los dulces, especial pasión de Beatriz, también llevan el sello de la casa, que es sello de familia, de veteranía, de trabajo, de riesgo, de capacidad, de acierto y de honradez.

Uno de estos días se inaugurará la terraza del jardín propio; entonces el verano gijonés sumará un nue- vo y relevante atractivo.

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