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José María Campa Rúa, propietario del restaurante 'A Caldeira de la Campa Torres'.
A Caldeira

A Caldeira

Desde el Oppidum Noega no sólo disponemos de historia y vistas, también de guisos y escanciados

Luis Antonio Alías

Jueves, 1 de octubre 2015, 00:46

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Lleva ya mucho -treinta años y unos días- dando refugio, sidra, ribeiro, tapas y comidas a quienes visitan este promontorio panorámico y arqueológico de Torres, primer Gijón o Noega hasta que los romanos inventaron Cimadevilla.

Los occidentaliegos destacan como hosteleros por nacer en tierras lejanas, aisladas y emigrantes; aquí el anfitrión nació en Negueira de Muñiz, concejo ya gallego aunque rodeado por Asturias, donde el paisaje, el río Navia, los hórreos, el habla y la gastronomía se mezclan. Por eso, adolescente en Gijón, juntó esfuerzos, asumió riesgos y adquirió la quintana con panera que distribuye sidrería, comedor, parque infantil y terraza: Quise, por considerarme de ambas partes, que mi cocina compartiera sabores de Galicia y Asturias, dice José María.

En consecuencia el pulpo ejerce de enseña de la casa, sea a la gallega, a la plancha, a la vinagreta, amariscado, con almejas y langostinos, en arroz caldoso o en caldeirada; y la oreja, la merluza, el lacón con grelos o la zorza con cachelos tienen el punto que complacería al mismísimo Maeloc, obispo de los Britones (aunque lógicamente nabos y castañas ocuparían el lugar de patatas o cachelos). Pero Amparo, la esposa, y Lidia, la hija y pronto sucesora, unen terra y tierrina preparando con acento asturiano, gijonés y de Jove arroz con bugre, chuletón a La Campa, pixín con crema de oricios, lenguado relleno, chopa o rodaballo a la Casa o cordero al horno. Y fabes y sidrina, sólo faltaría.

José María anuncia: Si no sale satisfecho de la casa, dígaselo al jefe, y si sale satisfecho a sus amigos. Lo segundo prevalece.

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