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Las tablas del Campillín

Las tablas del Campillín

Este mesón, que fuera chigre popular durante más de medio siglo, sirve ahora bandejas de madera con combinaciones sencillas, seductoras, abundantes y bien regadas

Luis Antonio Alías

Jueves, 29 de octubre 2015, 12:09

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No será ésta la primera ni la última vez que nuestro amigo Juanjo anda por estas páginas. Méritos posee para hacerlo al ser fundador y propietario del conocido Vinoteo, rincón de catas ilustradas e innovadoras que convocan protagonistas tan categóricos como la glamurosa combinación de champán y caviar, las ascendentes cervezas y los siempre insuperables quesos artesanos del Principado, las carnosas y aromáticas setas y trufas de sotobosque, las untuosas esencias de patos y ocas bien criados, las santidades del gochu ibérico o los muchos aceites que fructifican entre el Pirineo y Tarifa.

Poco para sus inquietudes. Por eso, hace tan sólo un año o lo hará en tres semanas a esta esquina de las esencias y los paladeos le sumó el soportal de las felices masticaciones, convirtiendo de paso su trayectoria profesional en un círculo virtuoso: «En Las Tablas del Campillín eché yo mis primeras cervezas y serví mis primeros vinos; por entonces he aquí la gracia se llamaba Vinoteo, y antes sidrería El Bloque, famosa desde los inicios de las posguerra por sus callos, su bonito y su quesu de Cabrales; no en vano, la abrió y dirigió una familia de Tielve hasta su jubilación. Otro cambio de dueños borró Vinoteo por las Tablas del Campillín, y yo recogí aquel nombre cuando abrí mi propio local. Pasados los años ha querido el destino que también me haga cargo del antaño Vinoteo y hogaño Las Tablas». Ante el pindio parque que algunos recordamos selvático, cazadero de grillos para los niños de las Escuelas Blancas, y precedido por arcadas de piedra que acogen y techan la disputada terraza, el mesón, caminero como corresponde a su situación en San Lázaro, una de las entradas históricas de Oviedo, ofrece platos extensos, variados y sabrosos, de los que inspiran frases tipo: «Nada puede compararse a unos huevos fritos con chorizo»; no obstante, sólo enuncian una pequeña parte de las posibles combinaciones.

Aclaremos que, por lo general, los platos son puede suponerse tablas amplias de carbayu usadas de base y marco a un común de ensaladas y tiernas patatas escachadas y fritas. Encima o al lado de tales soportes, con orden, concierto y gusto, se dispone una barroca composición de escalopes notorios ilustrados por queso y jamón, de chorizos, de sabadiegos, de picadillo, de chuletas de cordero, de tacos de ternera, de criollos, de langostinos, de fritos de bacalao, de calamares, de mejillones a la vinagreta, de tomates asados, de setas, calabacines, berenjenas, champiñones, cebolletas, pimientos y de etcéteras donde primarán, según deseo y elección, la huerta, la cuadra o la mar.

Las tablas resultan idóneas para compartir, regar con los vinos que Juanjo selecciona, quedar igual de ricos o pobres tras la factura y salir fartucos, que en invierno unas calorías suplementarias previenen catarros, debilidades, tiritonas y gripes.

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