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Luis Antonio Alías
Jueves, 7 de abril 2016, 11:38
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Muchos adolescentes a comienzo de los setenta tuvimos en el Tineo nuestro restaurante económico y amable, donde siempre éramos bienvenidos a pesar del poco gasto, y donde alternábamos con el Gijón popular de entonces, desde El Sorni, conde de Cimavilla, a Esperanza Sorribas, la poetisa de las palomas.
El viejo caserón poseía además un patio con merendero emparrado propicio para pandillas y noviazgos, y otros numerosos atractivos encabezados, naturalmente, por la oferta culinaria. Luego llegaron la piqueta y la construcción para alzar pisos, pero el Tineo regresó a su sitio con modificaciones y modernizaciones que en nada cambiaron su espíritu familiar, sencillo, modesto y cuidadoso:aquí se guisa según las aldeas ordenan y mandan.
Aldeas de Tineo, que sus dueños, Ángela y Luis, de Ablaneda y Semproniana, se conocieron trabajando en un chigre madrileño. La cosa es que, casados y deseosos de volver a la tierrina, encontraron en traspaso el bar Sariego al lado del colegio de San Vicente y le cambiaron de concejo y contenidos.
José Luis, el hijo, que creció entre los fogones de la madre y las hospitalidades del padre, acabó pasando de su carrera industrial para dedicarse a lo que consideraba su lugar en el mundo, y tras la jubilación paterna que incluye que cada día el bonachón de Luis tome allí su café, lea el periódico y salude a los clientes y amigos de media vida dirige ahora el local con doña Ángela preservando unos callos de tripa, vinagre y grifo que cuentan pocos rivales;una tortilla de patata encebolladina gruesa y jugosa;unos cachopos que priman la ternura del xatu a los tamaños desbordados, un lacón cocido y un chosco llenos de maestría occidental. Junto a ellos,una fabada y un pote que poseen el toque picantín de la huerta y los compangos del concejo de Campomanes y Riego. El menú del día, con su cocido de garbanzos los lunes y el precitado pote los miércoles, merece especial atención, y las carnes rojas poseen la maduración y limpieza de gusto capaz de satisfacer al exigente del apenas hecha, limpia de aroma y paladeo, y tierna casi como lechal.
También hay pitu caleya, lenguado, merluza, bacalao, rollo de bonito, menestra que ya ronda, patatas fritas antológicas, oliva jamás reutilizado, y todo lo que forma parte de la raíz, de la cocina de carbón, incluso del pote en el llar, servido sobre mantelinos inmaculados y entre fotos de peñas y comensales, trofeos deportivos, paisajes y cordialidades.
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