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Casa Agudín

Casa Agudín

Una habitación y un comedor con vistas son aquí terapia integral contra el estrés

Luis Antonio Alías

Jueves, 21 de abril 2016, 13:08

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Cosas así se encuentran por el boca a boca, aún el principal sistema de comunicación y consejo a pesar del cuelgue y la furia del Tripadvisor, una de las ligas más despiadadas que se desarrolla en la hostelería mundial: antes los propietarios te preguntaban si habías comido bien y sabías que detrás estaba la preocupación y el agradecimiento por el «sí». Ahora suelen convertir la conformidad en un implorante «por favor, escríbalo en el Tripadvisor».

A Mari, no obstante tenga su wifi, no le interesa otra cosa que el sí sincero por la fabada de generoso compangu, el potaje de lo mismo, el pitu que hasta anteayer corría por las caleyas que rodean la casa, y el cordero ahora transformado en asado o caldereta que tal vez echen de menos los pacíficos familiares del inmediato prau. Y de postre la tarta de la abuela con galleta y chocolate denso, el frixuelo relleno de crema pastelera, el arroz con leche, el flan...

Por supuesto podemos optar por chuletas de xatu, patatines de sucu, huevos madrugadores, chorizos del último samartín, jamón de lo mismo curado al aire de Muniellos... Lo que el entorno conceda queda a nuestra disposición siempre tratándolo y pactándolo previamente, que aquí ir al mercado significa ir hasta la alacena.

La guisandera, Otilia para el registro y Mari para los amigos, de Otar, el pueblo de enfrente, nació en familia labradora pero de Cangas del Narcea a fin de cuentas partió jovencita al chigre madrileño de unos familiares, que primero aguadores, luego serenos, después chigreros y posaderos, la capital del reino debe mucho a los devotos de la Virgen del Acebo. Allí afinó su mano para los guisos y las carnes, y también para los bacalaos, que desala y ximielga unos soberbios lomos con verduras de su huerta. Con su hijo José Antonio de ayudante y su hija Ana de colaboradora, todos poseen y ejercen las virtudes, no siempre aseguradas en las casas rurales, de atender con prudencia y dosificar la familiaridad.

La casa, amplia y cómoda, con las habitaciones independientes compartiendo un corredor de bucólicas vistas y raros silencios nocturnos, dispone su comedor en la prolongación inferior del mismo corredor, palco de vistas abierto y al mismo tiempo resguardado del sol, el aire o los cielos densísimamente estrellados dada la nula contaminación lumínica. Si cuatro, cinco o seis parejas, amigos u otras variadas componendas la alquilan en su totalidad, la estancia dejará sin duda alguna huella honda por gustos varios;el gastronómico claro muy especialmente.

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En remojo desde la noche anterior, ponemos un puñado de faba blanca en agua fría que llevamos a ebullición. Echamos entonces chorizo, tocino, jamón, morcilla y huesos de butiello. Pasada una hora o algo más añadimos las patatas cortadas en cachos (escachadas o tallucadas)y las berzas blanqeadas y picadas finas. Un sofrito final de aceite de oliva, ajo y pimentón añade gracia.

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