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Casa Dylsia

Casa Dylsia

Con balneario romano, paso jacobeo y castañas de fama, la aldea aroma aquí a pote, cabrito, tradición e intrahistoria

Luis Antonio Alías

Jueves, 2 de junio 2016, 11:50

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Dylsia desborda gracia y simpatía. Y si tiene tiempo te cuenta lo mucho que su casa y aldea proporcionan al comensal, tantas veces peregrino a Santiago una vez cumplimentado el San Salvador ovetense. Nunca exagera. Las Regueras, entre esos concejos centrales que un número elevado de asturianos no visualizan en su imaginación geográfica igual que suele ocurrir con Bimenes, Ribera de Arriba o Riosa ha pasado siglos siendo apenas un tránsito del Escamplero, el vistoso alto de venta y hospital en el camino gallego. Y merece ejercer de destino por bosques, riberas, casonas, fuentes, lavaderos, iglesias, puentes, rincones y miradores.

¿Cuántos concejos pueden presumir de prerrománico, y ahí está san Pedro de Nora; o de romano, y véase el balneario de Valduno; o de paso firme sobre el Nalón, que la mitad del puente de Peñaflor le pertenece? ¿Cómo hubiera podido llegar a sus señoríos de Noreña y Gijón el futuro Enrique II de Trastámara sin los siete escuderos del lugar que le protegieron de las celadas de su hermanastro el cruel Pedro I?

Dylsia, a la que le llegó el nombre de Cuba, donde bastantes regueranos buscaron fortuna, sabe de Valduno y Las Regueras porque fueron su cuna, su campo de juegos, su escuela, y decidió sentirlo rincón a rincón y paso a paso, mientras Ana, la madre, le reforzaba un vital y útil apego por lo propio y próximo.

Y si comenzamos hablando de historia, tiene la casa una centenaria y prolija:la fundaron los tatarabuelos de la actual propietaria allá por 1890, de nombre Amador Díaz y Dylsia Caramés, la Dylsia que bautizó el letrero. Ellos la quisieron bar-tienda, igual que ahora, con comidas humildes de peones y banquetes festivos de campesinos, parada de las diligencias de Oviedo a Grao y de los primeros y ruidosos autobuses.

Y por si fuera poco, cine. El camarín de proyección aún desapareció en la última reforma del comedor y el proyector, que tanta magia puso ante los ojos asombrados de vieyos y rapacinos, se mantiene a la vista como símbolo de tan noble y artística tarea.

Luego, durante nuestra incivil guerra, la parroquial quemó y se trasladaron los oficios aquí, al antiguo cinematógrafo. Las alegrías de bautizos y bodas, la algarabía de las comuniones y las tristezas de los funerales salieron de la pantalla a la realidad.

Las dos generaciones siguientes terminaron echando el cierre: nuevos tiempos pedían otras ocupaciones y la puerta batiente permaneció treinta y dos años pesllada hasta que Dylsia propuso una reapertura sentimental y actual: «La abuela, allá donde esté, se alegrará, porque marchar le costó lágrimas».

Así llegamos al ahora de barra cafetera y vinatera, y de tienda de quesos, conservas, aceite y lo que cualquiera necesite al margen de los supermercados. Y por supuesto de comedor claro, moderno, con piedra vista, travesaños de madera y mobiliario gustoso, heterogéneo y reciclado.

Naturalmente adverbio que conviene por integrar el sustantivo natural los poderes esenciales de casa Dylsia residen en el pote asturiano, los callos, las manos de cerdo, la deliciosa tortilla de compangu que sirve de pincho, los guisos de cabrito y cordero xaldos, el pitu de caleya, el arroz con leche de la bisabuela y lo que la temporada traiga a la huerta y al monte: ahora arbeyos, en seis meses castañes.

Dylsia prefiere vivir de la hacienda propia antes que de las ajenas, rescatando de paso raíces hondas y atendiendo transeúntes por un camino universal que inventaron y promocionaron los reyes de Asturias. Tal vez otros jóvenes deberían atender su ejemplo para no partir a prometidas y difíciles jaujas en vuelos low-cost.

¿Qué visitar?

Termas romanas de Santa Eulalia. Descubiertas hace una década por casualidad, se abren al sur de la iglesia parroquial, aunque ocupaban toda la planta de ésta; hoy podemos admirar partes del caldarium y el tepidarium, y un alveuso o bañera compartida semicircular con banco corrido: la calidad de los muros, y de los arcos y columnillas que cerraban el calor bajo el suelo, así como los restos de pinturas, nos dan cabal idea de la gran villa que aquí hubo a finales del I d. de C. Después llegaron los bárbaros, la destrucción, el abandono y numerosos enterramientos desde la Alta Edad Media hasta el XIX.

LA RECETA RECOMENDADA: Rollo de merluza Dylsia

Ingredientes para 4 comensales:

- 1 merluza del pinchu

- 1/2 litro de caldo de pescado

- 24 gambas

- 20 almejas

- Perejil

- Ajo

- Cebolla

- Pan rallado

- Huevo batido

- Patata

- Aceite de oliva

- Pimienta y sal

Elaboración:

1. Sacamos los lomos a la merluza.

2. Los desespinamos.

3. Con la cabeza y la espina dorsal, además de hortalizas frescas (y con las cabezas y cáscaras de gambas) preparamos un caldo de pescado.

4. Al tiempo picamos muy fina con cuchillo la carne de los lomos.

5. Picamos igualmente la carne de las gambas (cabezas y cáscaras irán para el caldo).

6. Mezclamos y amasamos las carnes picadas que adobamos con ajo y perejil cortados muy fino.

7. Mientras dejamos que repose, pochamos cebolla también muy picada para añadir al rollo.

8. Por último, para que el rollo tome consistencia y haga masa, le vamos echando pan rallado mientras lo amasamos nuevamente.

9. Una vez homogéneo, extraemos rollinos de la masa que pasamos por harina y huevo y freímos en abundante y caliente aceite de oliva.

10. En otra pota pochamos cebolla, colocamos los rollos, vertemos el caldo y cuando hierva guisamos suave unos veinte minutos.

11. Antes de emplatar y presentar, abrimos en sartén unas almejas y freímos patatas panadera: las primeras irán arriba adornando, las segundas servirán de base o lecho a los rollos de merluza en salsa.

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