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Casa Alvarín

Casa Alvarín

Con un siglo largo de historia e integrado en el recuerdo de varias generaciones, supo reinventarse y ponerse a la altura del tiempo

Luis Antonio Alías

Jueves, 11 de agosto 2016, 12:17

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Coincidió en su nacimiento con Antonio Machín y los primeros Ford. Y con el primer vuelo a motor. Ciento trece años en la vida de una villa son muchos, más para Avilés que apenas inauguraba su vertiginoso siglo XX de campanas, hornos altos y chimeneas, mientras el XXI nos va retornando al sosiego campestre de la desindustrialización.

Cuando abrió no se llamaba Alvarín; en tan largo trayecto vistió varios nombres Generoso, el Molinero, Armando por lo que actualmente debería llamarse Casa Ismael, lo apropiado para quien cumple cincuenta años dirigiendo el negocio, pero prefiere mantener el nombre anterior: así lo conoció él mismo desde niño, así lo conocieron casi todas las generaciones vivas avilesinas y asturianas, y así lo piensa transmitir a su hijo Carlos, que acabó magisterio, reflexionó, entró en la escuela de hostelería, asumió las bondades de un destino trazado con su nacimiento y ya gestiona el lugar.

El letrero se lee alto y claro en una fachada esquinera entre la calle de la Ferrería y la plaza de España, abierto centro ciudadano ribeteado de arquerías y soportales. Al llegar ante él hay que girar, seguir la flecha y meterse por el callejón bohemio y silencioso que conducía antaño al bodegón oscuro de planta baja, mesas grandes, vinos de granel, sidra, mejillones y patatas bravas, tal vez las mejores del mundo, ricas y asequibles para estudiantes escasos de recursos.

Aquel mesón nos facilitó encuentros, reuniones y noviazgos. Ahora, ascendido de categoría sin pérdida de identidad, se dedica a celebraciones, banquetes, comuniones y festivos, días en que los otros tres comedores, la selecta tienda licorera y vinatera y el acristalado zaguán rebosan de comensales.

La reforma general, emprendida treinta años atrás con el propósito de convertir el viejo y algo triste restaurante en referencia de consejos, apreciaciones y guías, le da al entorno aire de asador castellano, con piedra, ladrillo, muretes, cuadros de bodegones y paisajes y expositores donde se alinean clásicas e innovadoras botellas de vino, embutidos, quesos y especialidad principal de la casa y de Ismael jamones, los mejores del solar patrio, sellados por Jabugo y los aires de la sierra de Aracena.

Lo cortan a máquina, claro que propia del doctor Franz de Conpenhague, que separa sin desgarros o pérdidas de jugo, con total limpieza, permitiendo incluir en las raciones lonchas de maza, contra y babilla, todo el paisaje del pernil bellotero.

La pasión jamonera lógica en los avilesinos que hace un siglo vendían en Madrid miles de jamones tinetenses salados y curados por los valles luego siderúrgicos cede sitio a la pesquera, esa cien por cien local, que plancha, hornea o encazuela merluza, pixín, mero, lubina, virrey, xargo, dorada y lo que la rula disponga «siempre que lo permita la especie elegida, en piezas grandes, a partir de cinco o seis kilos, que ganan mucho en sabor», detalla Carlos.

¿Especialidades? Les fabes con almejes y los bacalaos, así de cuaresmales. Y los cuarenta principales de la cocina asturiana de siempre: ensalada de perdiz escabechada, arroz con bacalao, menestra de verduras y menestra marinera, pote de berzas, cachopines de setas, alcachofas con jamón, cardos con langostinos, cachopo de pluma asturcelta, carnes rojas, caza, setas silvestres por otoño y primavera, angulas al riscar la primavera, bonito ahora que toca, croquetas mantecosas, espárragos y cualquier vegetal farseable relleno de jamón.

«Disponemos de un equipo de cocina muy técnico que traduce lo que les proponemos punto por punto; ofrecemos platos avalados por la acogida y la tradición, incorporados en jornadas o menú mediante, según nosotros proponemos y los clientes demandan», detalla Ismael.

«La modernización llegó con el cambio de siglo, cuando logramos adquirir el local hasta entonces alquilado. La aventura la habían iniciado mi abuelo Abel y tres de su hijos. Pronto fue continuada solo por mi padre, y hasta hoy», añade Carlos.

Y de tal manera lo logran, que uno de los cocineros de este palacio del gochu es musulmán practicante y recibe el visto bueno por prueba y aplauso ajeno.

¿Qué visitar?

Palacio de Llano-Ponte. ¡Hay tanto! La calle, la plaza, el conjunto, todo el gran corazón monumental de esta villa románica y barroca que es Avilés. Por ejemplo, apenas unos metros arriba, hallamos el palacio de Llano Ponte, de fines del XVII, durante décadas sala de cine y lugar donde Palacio Valdés situó la acción de su novela Marta y María. De espíritu renacentista, tiene un primer piso porticado y un segundo piso con balcones enmarcados por decorativas molduras. Largas pilastras coronadas por capiteles jónicos separan arcos y ventana y dan movimiento a la fachada.

LA RECETA RECOMENDADA: Arroz con almejas y setas de temporada

Ingredientes para 4 personas:

- 1 docenas de setas variadas de temporada al gusto

- 400 gramos de arroz bomba

- 2 dientes de ajo

- 1 cebolla

- 1 litro de caldo vegetal o de pescado

- 1 docena de almejas

- Aceite de oliva extra virgen

- Pimienta y sal

Elaboración:

1. Ponemos la cazuela o paellera a fuego lento con un chorro de aceite.

2. Sofreímos los ajos y la cebolla picadinos.

3. En cuanto enternezcan echamos las setas troceadas y laminadas.

4. Sazonamos.

5. Avivamos un poco el fuego y esperamos a que pierdan el agua y pochen (revolvemos y agitamos con frecuencia).

6. A los dos o tres minutos echamos el arroz y seguimos revolviendo y agitando para que quede bien impregnado del sofrito.

7. Vertemos y esparcimos el caldo.

8. Esperamos que hierva.

9. Una vez arranque la ebullición bajamos el calor al mínimo y dejamos que se haga.

10. Pasados unos quince minutos (varía mucho y debemos probar los granos) repartimos las almejas.

11. Retiramos en cuanto éstas abran y antes de que el arroz seque, en ese punto suelto y húmedo que recibe elnombre de meloso.

Nota:

Debemos recordar que las setas naturales, tras cortarles la volva terrosa, deben limpiarse con un paño humedecido y un cepilo; si las pasamos por el grifo perderán sabor y aroma aguarán el sofrito.

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