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Casa Migio
URBIÉS (MIERES)

Casa Migio

Sus platos se pueden saborear convistas al Aramo y al Caudal, o servirse en la intimidad de nuestro propio comedor

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Jueves, 22 de febrero 2018, 20:03

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Urbiés es uno de los muchos paraísos dentro del Paraíso grandón graciosamente prestado por el que andamos de paso, y que debemos legar a los destinatarios futuros. Reconozcamos en esta onda, para mal y para bien, que aquí, donde se alza Casa Migio, sobre una curva mirador de la carretera que pindia hasta el alto de la Colladiella, el completo declive industrial ha devuelto a la feracidad natural su máxima pujanza, sin manchas ni borrones, cubriéndose las escombreras de carbayos, y las ruinas de pozos y poblados abandonados en madrigueras de melandros y raposas.

Casa Migio

  • Dirección: Calle Lugar Urbiés, s/n (Mieres)

  • Teléfono: 985 430 183

  • Gerente y sala: Luis Ángel Álvarez González

  • Cocina: Hilario Ordóñez

  • Apertura: 1978

  • Descanso: lunes

  • Menú laborables: 9 euros

  • Menú finde: 20 euros

  • Menú degustación (sin bodega): 22,50 euros

  • Sidra: Canal y Cortina

A la entrada del valle -tomada entre Mieres y Ujo la desviación de la autovía que nos mete en Figaredo y Turón- pasaremos de barrios que fueran populosa y bulliciosa mezcla de acentos inmigrantes sin ningún conflicto –¡sólo faltaría entre la común fraternidad minera!– a los suaves paseos de jubilados y parados: el pozu Santa Bárbara y otras grandes instalaciones rodeadas de soledad y silencio ponen ante nosotros la evidencia que, si antes exportábamos combustibles y laminados, ahora debemos conformarnos con los generosos atractivos turísticos que Asturias trae de fábrica.

Uno de ellos, y principal, es la gastronomía:subimos curva tras curva por bosque cerrado, pasamos la aldea de Urbiés (que también posee buena parada y fonda donde nuestro amigo Nando), continuamos por laderas de güeria –quintanas diseminadas demasiado separadas para formar aldea, y demasiado próximas para formar vecindario– y justo donde la carretera se bifurca hacia Ciaño o hacia Sotrondio, aparece el destino, edificio color albero cuyas amplitudes dan para un techado vestíbulo, el viejo chigre inicial, los peripuestos comedores, la terraza, la gran antojana para juegos y soleyos, y el hotel al que el añadido rural, por obvio, resulta innecesario, no obstante la estandarización del total de las instalaciones.

El impulso, desde el núcleo inicial, llegó con Luis Ángel a partir del bar y la casa de sus padres: «Ellos abrieron el establecimiento. Desgraciadamente mi padre murió pronto, cuando yo contaba únicamente dieciséis años, y me di cuenta de que, o emigraba igual que la mayoría, o me implicaba al máximo. Así que en el año 81 añadí un comedor para cien personas, en el 90 un salón para 250 personas, y en el 97 el hotel; y además una marca de productos precocinados o cocinados, carnes selectas, quesos y otras especialidades con puesto de venta en la plaza del mercado de Mieres y distribución a lo largo de la región.

¿Qué productos? Los esenciales de sus menús, comenzando por un pote de berzas con chorizo, morcilla y costilla adobada que protagoniza las anuales jornadas del Pote de Oro;el cabrito, previamente cocido a baja temperatura y servido recién hecho en el horno;los callos que envueltos al vacío encontramos en tiendas de alta gama…

Y crema de bugre, fabada, fabes o garbanzos con langostinos, berenjenas rellenas, hojaldre de pixín, brandada de bacalao, lenguado con oricios, lubina al cava, marmita de congrio, potarros en salsa americana, lenguado relleno, cachopos (incluso con jamón de Joselito), carne gobernada, cerdo ibérico y corderos a la estaca que bailan lentamente la ‘Danza prima’ alrededor de las brasas!

Para postres, frixuelos, arroz con leche y tarta de queso de Urbies, que la parroquia posee secularmente queso artesanal propio, en tarrina, falsamente fundido e inocente antes de golpearnos intenso, picante, gustoso: ¡qué fama internacional le adornaría si su elaboración cayera más para Francia u Holanda!

De remate al conjunto de contribuciones que Casa Migio pone a nuestra disposición, debemos citar el entorno y las vistas, un panorama de sierras intensamente verdes y arboladas que acaban en el quebrado horizonte interpuesto por el paredón del Aramo.

La descripción nunca pasará de la lírica monótona y reiterativa: hay que verlo, y si es ante un aureo pote, punto redondo.

¿Qué visitar?

Tras un breve ascenso, los ochocientos metros de altitud muestran a un lado la cuenca del Caudal y al otro la del Nalón, mientras una senda con área de recreo lleva al picu los Tres Conceyos, unión de los concejos de Mieres, Langreo y San Martín del Rey Aurelio. Aparte de la belleza que encierra el paisaje de las cuencas mineras (tan asociado con chimeneas, humos y negruras pretéritas) destaca el Monumento al minero, dos mineros solidariamente fundidos por el brazo desde el 11 de junio de 1972. Lo realizó en diseño Sabino Fernández y en metal Diego Dorado.

Garbanzos con langostinos

Ingredientes:

-500 gramos de garbanzos

-400 gramos de langostinos

-1 docena de almejas babosas

-4 dientes de ajo

-1 cebolla

-1 pimiento verde

-1 pimiento rojo

-1 tomate

Elaboración:

1. Ponemos a remojo los garbanzos el día anterior en aguan templada y salada.

2. Tras el remojo los echamos en una pota con agua caliente.

3. Cuando bulla, bajamos el fuego, desespumamos y aguardamos entre hora y media y dos horas a que queden muy tiernos.

4. A su tiempo, y en una sartén con aceite de oliva, ponemos a pochar –cortadinos fino– el ajo, la cebolla, el pimiento verde y el pimiento rojo.

5. Una vez se pongan tiernas estas hortalizas, les añadimos los langostinos sin pelar.

6. Lo mareamos unas cuantas veces con el fuego muy bajo y, ya casi en su punto los garbanzos añadimos el sofrito a la cazuela donde estén cociendo.

7. Revolvemos todo sacudiendo o ximiegando las asas y dejamos veinte minutos más.

8. Antes de servir, que descanse un ratín.

Nota: Es muy habitual añadir los langostinos pelados, pero si son frescos pierden buena parte de su sabor y jugos; mejor disfrutarlos abriéndolos con las manos y saboreándolos entre cucharada y cucharada.

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