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La familia a bordo de una lancha con la bandera pirata.
Suegra a babor

Suegra a babor

Borja Thyssen celebra su 34 cumpleaños mientras su madre y su mujer echan 'pelillos a la mar' desde el Mata Mua

ARANTZA FURUNDARENA

Viernes, 25 de julio 2014, 00:24

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Por grande que sea un yate de lujo (y por hondo que sea el mar profundo), no habrá espacio suficiente en el mundo donde una suegra y una nuera mal avenidas puedan convivir... Tita Cervera y Blanca Cuesta se han llevado hasta hace poco a matar. Y el mundo es testigo de aquel frenesí. Ahora acaban de darse una tregua y lo han escenificado a bordo del Mata Mua, el 'megavelero' de la baronesa. Dicen que el roce hace el cariño. Pero lo cierto es que un roce continuo a menudo deriva en escoceduras y heridas. Y aunque esos 38,5 metros de eslora por 8,5 de manga resultan imponentes para un yate, un barco no deja de ser un barco y obliga a sus tripulantes a mucho roce. Que miras a babor y allí está tu suegra, pones rumbo a estribor y allí aparece tu suegra, bajas a tu camarote y te cruzas con tu suegra...

«No me queda lengua de tanto mordérmela», le confesó una vez Blanca Cuesta a esta periodista. A estas alturas del verano, embarazada de más de cinco meses de su cuarto hijo, a Cuesta ya no deben de quedarle ni dientes de tanto apretarlos. Porque convivir con la señora que te ha acusado públicamente de habérsela pegado a tu marido hasta el punto de haber tenido un hijo con otro (cinco pruebas de paternidad se hizo Borja para demostrarle a su madre que su primer nieto era un Thyssen) tiene que suponer un esfuerzo de buena voluntad extenuante. Pero ya lo dijo Borja en su día: «Una vez superada la humillación a la que mi madre nos sometió con el tema de Sacha, Blanca asumirá cualquier situación». Y finalmente así ha sido. La veraniega puesta en escena de la reconciliación entre madre e hijo, suegra y nuera ha quedado muy fotogénica a bordo del Mata Mua (hubo más Mua que Mata). Y Borja pudo celebrar ayer su 34 cumpleaños, satisfecho por haber sobrevivido a una singladura de alto riesgo.

Tal vez en el barco la tensión se cortara con cuchillo, pero en las fotos que se han hecho públicas los tripulantes dan cuenta de un alegre (ma non troppo) espíritu marinero; con amables sonrisas y actitud conciliadora. Ayudan mucho los críos de Borja y Blanca, que aunque no han visto a su abuela en siete años (algunos, en toda su vida), son niños y como tales asumen con naturalidad cualquier situación novedosa. Contribuyó también a la paz la presencia del padre biológico de Borja, Manolo Segura, un hombre que en la guerra de los Thyssen ha hecho de pacificador, verificador e incluso de fontanero...

Le gusta contar a la baronesa que la reconciliación se produjo una tarde en la que estando ella en una cafetería de Madrid vio pasar por la ventana a su hijo con su nuera y, sin pensarlo dos veces, salió a su encuentro. Otras fuentes atribuyen la tregua a intereses económicos y a la necesidad de pactar acuerdos para proteger el inmenso patrimonio artístico.

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