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TV

EL PUENTE

MIKEL LABASTIDA

Lunes, 29 de mayo 2017, 00:44

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Éramos pocos y parió #0, el canal de Movistar. A los supervivientes en Honduras de Telecinco y a los robinsones de isla Gibraleón de La Sexta se unen ahora los perdidos en la Patagonia que propone la nueva apuesta de Zeppelin, 'El puente', que comienza hoy. Y es nueva de verdad, porque no se basa en ningún formato internacional ni se ha testado en otros países. Es una idea original de esta productora que de 'realitys' sabe un poco (suyos son los 'grandes hermanos' que se hacen en España). El punto de partida es estimulante: quince desconocidos deben construir en 30 días un puente que les conducirá a una isla donde se halla el premio, 100.000 euros, que serán para uno de ellos y este podrá decidir si los reparte con el resto o se los queda todos para él.

La primera entrega es una declaración de intenciones: un capítulo con una duración perfecta, una hora, lo que no obliga a meter secuencias de relleno ni testimonios u opiniones que no aportarían demasiado; todo envuelto en una factura técnica estupenda y con una narración que en ningún momento pierde el ritmo, que va dosificando unas tramas que se presentan como si lo que viésemos fuese una serie. Y he ahí el principal hallazgo del formato, que nos lo sirvan como un producto de ficción (con herramientas propias del género, como los 'flashbacks' o los 'clifhangers'), cuando en realidad lo que cuentan es real. Como en toda serie, ya se atisban grupos, alianzas, líderes, personajes odiosos y conflictos.

De momento no hay osos blancos ni humo negro, pero no dudo de que los promotores del programa irán cebando la convivencia con elementos que la alteren convenientemente. Porque ahí está su reto, tener argumentos suficientemente interesantes para que el espectador se encariñe con los protagonistas y quiera conocerlos más. De lo contrario, con ver el último episodio y comprobar si consiguen construir o no el puente tendrá suficiente. Por ahora, el primer capítulo deja con ganas de más. De fondo, por cierto, a modo de narradora, una Paula Vázquez que asume un papel secundario, de guía, que se agradece, porque en esta historia lo importante deben ser los personajes.

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