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pablo a. marín estrada
Jueves, 14 de diciembre 2017, 02:24
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Nieves Herrero (Madrid, 1957) acaba de publicar ‘Carmen. El testimonio novelado de la hija de Franco’, un trabajo en el que recrea la vida de Carmen Franco y que mañana presenta en la Librería Cervantes de Oviedo (19 h.).
–Su vida novelada de Carmen Franco fue un encargo editorial, ¿dudó en aceptarlo?
–Me sugirieron varios personajes. El de Carmen planteé aceptarlo siempre que contara con su propio testimonio, lo veía como reto periodístico, porque ella nunca había hablado. Contacté con su hijo Francis y lo descartó. Luego le envié a Carmen mis libros con una nota diciéndole que sentía mucho no poder hablar con ella. A los tres meses me llamó: «Venga para hacer eso que quiere usted». Al principio fue frío, aunque hubo un momento en que se abrió y empezó a fluir la historia para la novela.
–¿Temió que la pudieran acusar de franquista?
–Hasta ahora la reacción ha sido estupenda, se ha entendido que mi interés es periodístico. Como anécdota, hace unos días, mientras entrevistaba a Pablo Iglesias en el Congreso, se acercó un diputado de su grupo para decirme que estaba con mi novela y le gustaba el personaje. No le pregunté si hablaba de esta o de otras mías y me quedé con la duda (Risas).
–De lo que no hay duda es del ‘franquismo’ de Carmen Franco.
–Ella no reniega de su apellido, se siente orgullosa de su padre y sería falsear al personaje afirmar otra cosa: es la cabeza visible de la Fundación Francisco Franco… Lo que sí percibí es que él estuvo muy ausente en su vida, siente que no era prioritaria para él, solo lo veía en las comidas. Incluso me llega a decir que su padre era machista. Me sorprendió oírselo.
–¿Le puso líneas rojas?
–Los hijos sí me las habrían puesto, pero ella no me puso ninguna traba y se lo agradezco. Fue una Carmen al desnudo.
–¿Habló con ella de asuntos incómodos como la memoria histórica o el Pazo de Meirás?
–Lo del Pazo le afectó mucho, no así que se quitaran calles o estatuas (salvo la ecuestre de Madrid). Era algo que tenía muy asumido y lo encajó con realismo. Este verano tomó la decisión de no volver más al Pazo de Meirás, antes lo había hecho con El Pardo, y cuando le propuse ir se negó en redondo, fue su única línea roja. Esa y Jimmy Giménez-Arnau, a quien no traga y califica de ‘maligno’.
–Del Rey emérito Juan Carlos ¿qué le dijo?
–Ella le sugiere a Franco que ponga el nombre de Juan Carlos en su testamento para acabar con las especulaciones sobre su propio yerno Alfonso de Borbón. Siempre han mantenido una relación fluida y de mutuo respeto. Y ahora por su enfermedad (padece cáncer) los Reyes eméritos sé que se han interesado por ella.
–¿Y de su papel en la Transición?
–Así como al Rey lo tiene en alta estima, a quien no perdona es a Suárez y a UCD. Le achaca todos los males de los Franco en la Transición: su caída de los dioses. Cuando llegó Felipe González dice que respiraron aliviados, terminaba su persecución.
–¿El Marqués de Villaverde es otra espina clavada?
–Hablar de él fue lo que más le costó. Se casó para toda la vida con un hombre que no fue un buen marido y ella estuvo siempre a su lado a pesar de los bulos y no bulos sobre él. Es una mujer con orgullo, pero aquí se lo tragaba.
–¿Cuál es el autorretrato de ella?
–Me contó que de cría en Oviedo, paseando con sus abuelos, les pararon para decir: «¡Qué niña más guapa!» y ella contestó: «Soy corrientita y monárquica». Era en tiempos de la República. Al final confiesa que le gustaría ser recordada como una persona normal, ni responsable de sus padres, ni de su marido, ni de nadie: solo Carmen.
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