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ASEDIO. Michael Rasmussen, protegido por la policía, se dirige hacia la salida de la etapa de ayer en Montpellier. / AFP
Rasmussen sigue en carrera
Ciclismo

Rasmussen sigue en carrera

La lucha por el poder entre la Unión Ciclista Internacional y la ronda gala desatan de nuevo la 'guerra del dopaje', mortal para el ciclismo

J. GÓMEZ PEÑA

Sábado, 21 de julio 2007, 03:29

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Michael Rasmussen es aún el líder del Tour. Pese a haber sido expulsado de la selección de su país y pese a haber recibido una amonestación de la Unión Ciclista Internacional (UCI) por no rellenar un polémico cuestionario: el que obliga a los ciclistas a detallar sus domicilios y sus lugares de entrenamiento por si les visitan los controladores antidopaje. Los 'vampiros' por sorpresa. Durante toda la noche del jueves, el Tour estuvo en vilo. El dopaje que ha reforzado el físico de los deportistas ha fragilizado a la ronda centenaria. Por eso, su director general, Christian Prudhomme, atajó la polémica justo antes de la salida de ayer. Rasmussen puede seguir.

No tiene cuentas pendientes con el Tour. Ha superado todos los controles. Prudhomme cargó contra la Federación danesa: «¿Por qué ha esperado al Tour para anunciar algo que sabía desde finales de junio?». Sin decirlo, sospecha que el organismo danés, aliado de la UCI, abrió la espita del escándalo justo en el momento más dañino. En el ecuador de la carrera y cuando Rasmussen viste de amarillo. Eco letal. Otro capítulo en la guerra a muerte entre el Tour y la UCI. En medio, el ciclismo agoniza. Ya no va de etapa en etapa, sino de lío en lío.

El escándalo crónico del dopaje tiene efectos secundarios. Michael Rasmussen está rapado. Rasurado al límite. Sin embargo, apareció ayer en la salida de Montpellier con los pelos de punta. Aislado por una cadena policial. A empujones. Intocable. Un nido de cámaras le aguardaba en el control de firmas. En el hotel había sorteado los focos por la trastienda. Aquí no. Ametrallaban los 'flashes'. Cascada de preguntas. Grabadoras ávidas, apartadas por los brazos de los agentes. Y el público de los Jardines del Campo de Marzo aplaudía. Vocacional. Rasmussen es el líder del Tour. El ánimo forma parte de la liturgia.

Vida imposible

Rasmussen no es un derrochador. Tampoco de palabras: «La federación no aceptó mis explicaciones». No dio por buenas sus disculpas. Aún le pregunta por qué no estaba localizable cuando fueron a realizarle dos controles por sorpresa en marzo y en junio. Por qué no rellenó el cuestionario. «Lo hice, pero no lo envié a tiempo. Además, cuando estoy en México no dispongo de ordenador. Y no me han creído». Así es. Simplemente, no podrá competir con Dinamarca en el Mundial de Stuttgart ni en la prueba de mountain bike de los próximos Juegos Olímpicos de Pekín. Tampoco estará en la Vuelta a Dinamarca. Pero eso es decisión propia. «No puedo participar en una carrera dirigida por una organización que busca hacerme la vida imposible de esta manera. Algunos no me quieren demasiado». Antes que danés, Rasmussen es un tipo solitario. Hermético. Vive entre Italia y México, el país de su esposa. Lejos del frío termómetro de Dinamarca. Ahora, su patria es el Tour: «Estoy ante una oportunidad única».

El líder se contenía. Calmo. «Pero ha pasado unas horas de muchos nervios», lamentaba su director, Erik Breukink. «Y todo por un trámite administrativo». Rebelde Rasmussen. Díscolo. No le gusta el cuestionario. Lo considera una «intromisión en la intimidad». Y fue el último ciclista que firmó la carta antidopaje impuesta por la UCI, la que obliga a abonar un año de sueldo si se demuestra el uso de productos prohibidos. Anda en la lista negra de la UCI, del enemigo declarado del Tour. Los dos luchan por el poder y se han declarado la 'guerra del dopaje'. Al poco de comenzar la carrera, el presidente de la UCI, Pat McQuaid, apuntó hacia Vinokourov, el gran favorito y cliente del polémico médico Michele Ferrari: «Un triunfo de Vinokourov en París sería menos creíble». El Tour acusó el golpe. Es una carrera coja tras el positivo de Landis en 2006. Prudhomme bramó ayer cuando sintió que las sanciones a Rasmussen tienen como objetivo erosionar al Tour. ¿Soportaría otro escándalo como el de Landis?

Ocho controles

El director general de la Grande Boucle recurrió a la propia normativa de la UCI: para que un corredor incurra en un caso positivo debe haber estado ilocalizable en tres ocasiones. Una más que Rasmussen. Por eso, exigió a la Federación danesa que revele, si los tiene, «datos suplementarios» para argumentar la expulsión del corredor de su selección.

Prudhomme, también envuelto en cámaras, repasó los controles a que se ha sometido Rasmussen en el Tour. «Los pasó los días 3 y el 5 de julio, antes de empezar, y luego en la etapa de Tignes y los días 15,16,17,18 y 19. Y no ha habido problemas». La voz del Tour sonaba seria, indignada. «¿Una advertencia debe ser considerada como una sanción? La UCI debe transmitir la lista de ciclistas advertidos. ¿De qué elementos disponen la Federación danesa y la UCI para tomar esta decisión?», cuestionó.

Y como nadie ha trasladado al Tour datos que pongan en entredicho al líder, Rasmussen sigue.

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