Borrar
Vinokourov reinicia el Tour
Ciclismo

Vinokourov reinicia el Tour

El kazajo abruma en la contrarreloj, Alberto Contador se sube al podio y Alejandro Valverde y Mayo pierden sus opciones en la clasificación general

J. GÓMEZ PEÑA

Domingo, 22 de julio 2007, 03:39

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

«Mi Tour ha comenzado hoy». Ayer, por primera vez, Vinokourov sintió que sus pasos le llevan hacia París. En la decimotercera etapa, el Tour volvió a su inicio: a Vinokourov, el favorito. «No vine desde Kazajistán para retirarme del Tour». Habla y asusta. Como la clasificación de la contrarreloj: el segundo, Evans, se quedó a un minuto y 14 segundos. Klöden, a 1:39. Contador, el ciclista del futuro, a 2:18. Astarloza, a 2:42. Rasmussen, líder resistente, a 2:55. Sastre, a cuatro. Valverde, hueco ayer, a seis. Como Mayo, que dimitió de la lucha por el podio para ser puntual en los Pirineos.

Vinokourov, con sus latidos de acero cromado, ya es noveno en la general. Ya ronda: a 5 minutos de Rasmussen y a tiro de Evans y Contador, primer joven de la lista y tercero en la general del Tour. Del Tour que empezó ayer para Vinokourov.

Mira con esos ojos que no ven a nadie. Concentrado. Frío. Lleva dos semanas en sentido contrario a la ronda gala. Castigado por la caída en Autun. Con las dos rodillas cosidas. Con sesiones hasta media noche en la camilla de su osteópata. Con tanto tiempo perdido en los Alpes... Ni todo eso le calla: «He demostrado a todos que 'Vino' ha vuelto». Les reta. A todos y al Tour, la carrera empeñada en maltratarle. Ayer, en la crono, el cielo de la Grande Boucle le llenó de charcos la carretera. De trampas. A Rasmussen, Evans, Contador, Klöden, Valverde, Sastre y Mayo, el Tour les secó luego el piso. Todo al revés para Vinokourov. «Que nunca olviden que yo soy kazajo». Orgullo. Su combustible. «Si no abandoné tras la caída, eso quiere decir que puedo hacer cualquier cosa».

Homenaje a Induráin

Como avasallar en la contrarreloj de ayer en Albi. En homenaje a Induráin, a Armstrong. O como aspirar a un Tour que nunca le ha querido. «El mío empieza hoy». Ayer, en Albi. Hoy, en los Pirineos.

El mito del animal herido. Nunca es más peligroso. El pasado miércoles, los médicos le recomendaron dejar el Tour. Le sentaron y se lo dijeron: si no paraba, todo iría a peor. Él negaba. Pese a los huesos molidos. Rogó una prórroga. Hasta Albi, la interminable contrarreloj.

Albi es una ciudad resistente. Su catedral, Santa Cecilia, tiene fachada de acantilado. Áspera, bella. Inexpugnable. De aquí, de Albi, es otro cojo: Henri Toulouse-Lautrec, el pintor de la noche parisina. Inválido congénito e infortunado: se partió la dos piernas de adolescente. Aun así, de Albi llegó a París para triunfar. Esa huella cojitranca sigue Vinokourov. Desde Albi, la cuna del 'pastel', la flor de la que durante siglos los pintores extrajeron los mejores 'azules'. El 'oro azul', lo llamaron por su valor en el mercado. Azul como el maillot del Astana. Y viene del 'pastel', de una flor amarilla: como el maillot que busca el kazajo. Sus colores. Albi tenía que ser el inicio de su Tour. Quizá no lo gane, pero seguro que lo merece.

Perfecto en la bicicleta

Dicen los corredores que la lluvia da una sensación de mayor velocidad. A los mecánicos les irrita. Tensos. Pendientes de las nubes. Con agua, menos presión de los tubulares. Con charcos, cambio de cubiertas, más seguras, menos veloces. A las tres y media, una hora antes que Rasmussen, salió Vinokourov. Y aún llovía. Candado a su bicicleta.

Rígido. Perfecto. Dispuesto a convertir la contrarreloj de Albi en la hora más larga del Tour. La de su retorno. En la primera referencia (kilómetro 18) agarró al reloj por las solapas: 23 minutos y 9 segundos. Medio minuto mejor que luego Klöden. Casi un minuto sobre Evans. Minuto y medio a Contador, Sastre y Rasmussen. Y más de dos en relación a Valverde y Mayo. Al murciano le goteaga el cronómetro. Gota a gota se le iba el Tour. De nuevo. Su única carrera inalcanzable.

El reloj interrogaba. Medía. Vinokourov siguió lijando. Aunque ya no tanto. Evans y Contador economizaron las pérdidas. Ahorraron para el podio de París. Como Rasmussen, que obtuvo un regalo inesperado: con las fachadas rosas de Albi a la vista, dobló a Valverde. Sonámbulo. Como arrastrando un ancla. El murciano decapitado en sólo una hora. Y Rasmussen feliz. Por prolongar ayer su liderato y por lo que viene: «Faltan 600 kilómetros en la montaña». Y espera la resaca de la contrarreloj en los músculos. El sufrimiento. Rasmussen, Evans y Contador han sido los mejores hasta Albi. Su catedral es también conocida por un fresco del Juicio Final. Eso aguarda en los Pirineos, en el otro Tour. El que ayer inició Vinokourov.

El ciclismo es un deporte de latidos. A los diez kilómetros de la contrarreloj, a Alejandro Valverde se le aflojaron los músculos del corazón. «No me subía el pulso». Así se expresa la fatiga. El cuerpo se defiende de sí mismo. No permite que explote. Desde el coche, su director Eusebio Unzúe notó el final: «Ha salido bien, pero a partir de ese kilómetro ya no era Alejandro». Dos minutos de retraso en la primera referencia y seis al final. «No me he encontrado bien. No iba. He hecho lo que he podido». Y pudo poco. Acabó en el puesto 47 de la etapa. De la segunda plaza en la general ha pasado a la undécima, detrás ya de Vinokourov. Al kazajo le ha bastado con una hora en Albi.

Sin disculpas

Valverde tiene sólo una cara. Sonriente. Diáfana. Sin doblez. Ni se ocultó ni penó. «El ciclismo es así. Sabía que iba a perder tiempo, aunque no tanto». Andaba con dudas. «No sé cómo voy a responder en los Pirineos». No termina de ajustarse a la talla del Tour. Aún no lo ha terminado. Aún le puede. En su equipo había rostros de asombro. Valverde es asombroso. En todo. Cuando va y cuando no. «Es triste y es sorprendente», se extrañaba Unzúe. Laminado. Sin líder para el Tour. Para la fase final. «La que empieza ahora es al semana del 'poder' no del 'querer'». Y Valverde no pudo ayer.

Contador sí. Al poco de llegar preguntó por Valverde. «¿Seis minutos!». Abrió aún más sus enormes ojos. Incrédulo. Cuatro minutos más que él. Flotaba. «Me he sorprendido a mí mismo». Todavía está en crecimiento. Es el niño del Tour. «No sabía cómo iba a responder en el tramo final de una contrarreloj tan larga». Y fue donde menos perdió.

Al revés que Mayo. El vizcaíno hizo un puente sobre la etapa de ayer: «No estoy desilusionado. Ya contaba con perder tiempo».

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios