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IMPOSIBLE. Michael Rasmussen aguantó primero los ataques de Contador y después tomó el mando de las operaciones para ganar en la cima del Aubisque. / EFE
Rasmussen abandona el Tour
Ciclismo

Rasmussen abandona el Tour

Su equipo le excluyó anoche de la carrera francesa por negarse a pasar varios contoles antidoping Contador es el nuevo maillot amarillo

J. GÓMEZ PEÑA

Jueves, 26 de julio 2007, 11:58

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Una nueva sorpresa en el Tour de las sorpresas. El danés Michael Rasmussen (Rabobank), hasta ayer líder de la ronda francesa, fue excluido de la prueba pro su propio equipo, según informó anoche la cadena pública francesa de televisión France 3. El motivo de esta decisión fue la negativa del corredor a pasar una serie de controles antidoping previos al inicio de la carrera gala. Por tanto, el español Contador, que quedó segundo en la etapa de ayer, pasará a enfundarse el maillot amarillo de líder.

Hasta el momento del abandono, Rasmussen había sido un búnker. A ocho kilómetros del Aubisque, del final de la montaña de este Tour, Alberto Contador puso sus pedales sobre un tambor. A percutir. Batería. Sonó, aunque más leve que en Plateau de Beille. Sacó su sombra a pasear justo al dejar atrás un túnel. Un 'flash'. Su intención le talla: era un ataque para ganar el Tour, no la etapa. Pero Rasmussen no es un líder frágil. Lo resiste todo: a Contador y también a las dudas sobre su relación con el dopaje. Inquilino de su burbuja. No oía los silbidos del público francés. Búnker insonorizado. No se inmutaba ante Contador, que ponía todo el corazón en los ojos. En esta edición, nadie ha podido con Rasmussen. Sólo la tristeza. La desolación que acecha a este deporte desde una probeta de laboratorio. Ha sido el Tour más triste, el de los dos positivos de Vinokourov y, como se supo ayer, el de la testosterona de Moreni (Cofidis). Así es el Tour que ayer vio triunfar a Rasmussen -sacó 35 segundos a Contador- y que el domingo le coronará en París. Así: con cada ciclista atado a un signo de interrogación. Triste.

El Aubisque merece más. El puerto presente desde 1910, desde antes de las carreteras. Desde el inicio del Tour. Ayer, el comienzo de la etapa volvió a ser anaranjado: el 'euskaltel' Gorka Verdugo se unió a otro navarro, Chente García Acosta, y a dos franceses, Rinero y Augé, para repartirse los aplausos de Larrau. Eco del funeral de Induráin en 1996. Allí. Con la cima del Ori al frente. En el gran puerto navarro. Sastre sintió también esa llamada y tiró a por el podio del Tour. Siempre tiene el don de la agonía y ayer tuvo el del arrojo. A todo o nada. Desde lejos. Desde la historia de este deporte. Mayo y el colombiano Soler se juntaron al abulense. Escaladores. Detrás, el Rabobank formaba un muro con Dekker, Boogerd y Menchov. Eran las paredes del búnker de Rasmussen.

«Tenía que intentarlo», dijo Sastre. La etapa le devoró los pulmones. Cayó al final. Ya en el Aubisque. Donde Van Eist, líder en la edición de 1951, se fue por un barranco. El maillot amarillo rodando casi 200 metros abajo. No le veían. Le llamaban sin respuesta. Temían lo peor. Hasta que una mano salió del zarzal. Liaron una soga con tubulares y lo rescataron. Arañado pero vivo. Cosas del Aubisque.

Sastre, Mayo, Soler y Verdugo quedaron ayer cerrados en su jaula. Doblados por la etapa de la tortura. Para el olvido. Como parte de este Tour. Mientras escalaban se supo del positivo por testosterona de Moreni. La tristeza otra vez. Olvidar.

Contador es de Pinto. Su equipo, el Discovery, apresuró la subida. Con Popovych, el boxeador ucraniano. Con todo el sol posado sobre una cremallera de público. Inundación de banderas. Y ahí el racimo del Tour soltó piezas. Adiós a Valverde, Pereiro, Zubeldia, Schleck y Cobo. Quedaban los cuatro de siempre: Rasmussen, Contador, su compañero Leipheimer y Evans, el ciclista de chicle. Se estira, se estira. Nunca se casca. Ni en el Aubisque. Aquí comprendió Sean Kelly en 1983 que el Tour nunca sería suyo. Y aquí, ayer, Contador supo que 2007 no es todavía su año, que sus Tours le aguardan en el futuro. Rasmussen le veía madurar. Danés de pupila fiera. Venía picado por una avispa. Con el labio en erupción. Sin otra molestia. Subía sentado al piano. Cómodo. Ni Leipheimer ni Contador le inquietaron.

Entonces, el líder se mostró radiante. Cavó con veinte pedaladas profundas un hueco entre él y el dúo del Discovery. A Contador, el kilómetro final del Aubisque se le vino encima. Como un puño. De arriba a abajo. Cedió medio minuto largo. Ya son 3.10 en la general.

Y al final de la jornada, la gran sorpresa: Rasmussen abandona la carrera a petición de su propio equipo, Contador es el nuevo líder y el Tour queda herido de muerte.

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