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Uno de los padres del neorrealismo
muerte de antonioni

Uno de los padres del neorrealismo

La incomunicación humana y el desarraigo social se manifiestan una y otra vez en una obra rompedora y personal

RAI |

Martes, 31 de julio 2007, 15:41

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Nacido en septiembre de 1912, Michelangelo Antonioni se licenció en Economía y Comercio en la Universidad de Bolonia. Sus primeros contactos con el cine los realizó en calidad de crítico en dos publicaciones para trasladarse posteriormente a Roma. En la capital italiana conoció a Rosellini, con quien colaboró en el guión de (1942).

Trabajó también como ayudante del director Marcel Carné, tras lo cual se adentra en el rodaje de su primera obra, el corto documental (1943-1947). Más tarde, debuta en el largometraje con (1950), agudo análisis de la crisis de una pareja. Siguen (1952), dura descripción del mundo del cine, y (1955), angustiosa adaptación de la hermosa novela de Pavese . En estos trabajos ya se perfilan claramente cuáles serán los temas del director de Ferrara: la dificultad para establecer relaciones auténticas entre las personas, la imposibilidad de comprender la realidad, y el desarraigo de los individuos ante una sociedad neocapitalista, fría y deshumanizada.

En las películas siguientes, Antonioni se aleja de la simple crónica neorrealista, abandona los ambientes burgueses y empieza a narrar el malestar existencial en el mundo proletario. Rueda (1954), que describe la trágica historia de un obrero que responde con el suicidio al dolor provocado por el fin de una relación amorosa.

La 'incomunicabilità' de Antonioni

A continuación, Antonioni realiza (1960), (1961), (1962) y (1964), películas con las cuales renueva con ímpetu el cine italiano, tanto en los contenidos como en la forma. Bajo la apariencia de historias policíacas atípicas, sus protagonistas femeninos describen la pérdida, la derrota, el desasosiego; en resumen, todo aquello que el mismo Antonioni define como "incomunicabilità".

Sin embargo, Antonioni no siempre es capaz de controlar la materia que trata, quizás por ser demasiado instintivo o por disponer de una amplia cultura que le impide concentrarse. En cualquier caso, sus películas son desiguales y, al lado de éxitos indiscutibles, como su obra más intensa y más lograda, o , deslumbrante con sus imágenes y pausas, luces y ruidos, Antonioni rueda obras caducas, que repiten los temas y las situaciones anteriores, con diálogos que rozan el ridículo (en este sentido, es famosa la frase "me duelen los cabellos", pronunciada por Monica Vitti en . Las películas siguientes, caracterizadas por una belleza aparente y excesivamente vistosa, repiten estos resultados desiguales: (1967) se rueda en Londres y narra una peculiar historia llena de símbolos fáciles y anacronismos del Swinging London; (1970) se rueda en Estados Unidos y representa una curiosa alegoría sobre los jóvenes y la contracultura, vistos por la mirada apocalíptica de un director de tramoya.

Sólo en (1972) volvemos a encontrar la antigua maestría de Antonioni, sobre todo, en los siete minutos del estrepitoso plano secuencia que cierra la cienta. En cambio, sus dos películas siguientes son una apostilla repetitiva, un doloroso retorno al lugar del crimen sin que el enigma sea resuelto. Así (1980) es un fallido experimento sobre el color mientras que (1982) es un intento de abordar nuevamente el tema de la "incomunicabilità".

Con la perspectiva actual, el cine de Antonioni se nos presenta irremediablemente efímero: sin seguidores que hayan sabido desarrollar los aspectos menos caducos de su lección (como el uso innovador del lenguaje cinematográfico y la lucidez desesperadamente laica de su mirada), su filmografía es solamente el estéril testimonio de una personalidad inconfundible.

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