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REGATA OCEÁNICA. Bill Basagoiti Brown pondrá a prueba su capacidad de supervivencia y sus dotes de navegante en el Gran Prix del Atlántico, una competición que este joven asturiano aspira a ganar. / E. C.
Solo ante la inmensidad
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Solo ante la inmensidad

El asturiano Bill Basagoiti surcará el Atlántico en solitario. ¿Su objetivo? Llegar el primero a Venezuela y ganar un Gran Prix que le mantendrá un mes en medio del océano La falta de sueño y la humedad se convertirán en sus principales enemigos

SARA GARCÍA

Domingo, 12 de agosto 2007, 03:52

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Nada de dormir ocho horas al día. Ni siquiera podrá disfrutar de una reparadora siesta. A lo sumo, 'cabezaditas' de un máximo de veinte minutos que puntualmente se verán interrumpidas por el sonido de un despertador. La falta de sueño será una de las constantes de la aventura que el año que viene llevará al asturiano Guillermo -más conocido como Bill- Basagoiti Brown al otro lado del Atlántico, pero no la única.

Bill se embarcará -el 7 de enero si no surge ningún cambio en la fecha de partida- en un reto que le llevará desde Cádiz a Venezuela. Navegará solo, sin más acompañante que su voluntad y su decisión de llegar el primero al punto de destino, el venezolano puerto de la Cruz y proclamarse así vencedor del Gran Prix del Atlántico. Luchará contra otros cien regatistas.

3.800 millas náuticas o, lo que es lo mismo, 6.800 kilómetros separan el puerto de la Línea de la Concepción del de Venezuela. Una distancia que Bill aspira a recorrer lo «más rápido que pueda y me deje el barco». Para lograr ese objetivo, este asturiano -afincado ahora por motivos laborales en la costa Brava- se ha preparado a conciencia. Lo va a necesitar. Durante una treintena de días su hogar será un minitransat fabricado en Francia. Pequeño, pero veloz. Como la carabela que un día, hace ya muchos años, alquilaría uno de sus antepasados, el cántabro Gómez Rascón, a Cristóbal Colón, 'La Pinta'. Embarcación desde la que aquella expedición oiría el grito de ¿tierra! el 12 de octubre de 1492. Ahora, la misión no es buscar nuevas rutas comerciales, sino ser, eso sí, el primero en arribar a América. Aunque en algo sí se parecerá este viaje en solitario por el Atlántico a la aventura de Colón y su tripulación. Pocas horas de sueño, comida limitada, mucha humedad y condiciones de extrema supervivencia. Ninguna de estas dificultades asusta a Bill, ansioso ya por iniciar la singladura.

«Llevo tiempo optimizando el barco», explica este asturiano. No en vano, mejor que no falle en nada durante el viaje. En un barco tan pequeño no caben demasiadas cosas. Aún así, Bill intenta llevar recambios para todo aquello que se puede romper y que una persona es capaz de arreglar en solitario. Los fusibles y trozos de vela para coser no faltan en su barco, sin olvidar las cartas náuticas y equipos de comunicación. «Estas solo, es supervivencia. Nadie te ayuda», resume Bill.

Determinar la mejor ruta, poner a punto la embarcación y cuidar de que todo vaya bien y no haya sorpresas que en alta mar pueden convertirse en un verdadero problema es la labor de este 'lobo solitario' moderno. Le viene de casta. Además de sus vinculaciones colombinas, su segundo apellido le entronca con William Brown, almirante irlandés fundador de la armada Argentina. La rama de los Basagoiti le remite a generaciones de vascos inmersas en las largas campañas pesqueras en Terranova y ya en el siglo XIX a Juan Basagoiti, piloto que logró la Cinta Azul del Atlántico en una travesía entre Bilbao y Valparaíso.

Por parte asturiana, está emparentado con los fundadores y gerentes de una naviera en los años de transición de la vela al vapor. Bill se quedó con la primera y el estudio de los vientos juega un papel principal en su aventura atlántica. Los alisios decidirán los detalles de la ruta y si la adaptación que Bill está acometiendo sobre el barco era la correcta para la travesía. Quedan algunos meses para iniciar la singladura y hay que ultimar los detalles: intendencia, preparación del barco y también física en el gimnasio, además de la necesaria búsqueda de patrocinadores para financiar el reto, a los que ya se ha sumado EL COMERCIO. Navegará con el equipo Chiwake y bajo bandera del Museo Marítimo de Asturias, en Luanco.

Frutos secos, barritas energéticas, bebidas isotónicas y pasta en sobres centrarán su dieta. «Lo más complicado -apunta- son los tres primeros días, adaptarse a la comida, la falta de sueño ». Entre tanto plato preparado, Bill confiesa que teme echar de menos una, por ejemplo, buena fabada. «Una comida determinada puede ser un factor de motivación», apunta. Para que no falte ese plus de ánimo, a Bill le gustaría llevarse fabadas o embutidos envasados al vacío.

Contra la humedad, sin embargo, no podrá hacer mucho. La pequeña embarcación irá a dos palmos del agua. Las embestidas de las olas y el día a día hacen complicado cumplir con una de las reglas básicas: mantener seco el barco. «Hay que tener mucho cuidado, porque si te haces una herida, no se cierra», alerta Bill. Su saco de dormir, donde nunca pasará más de veinte minutos seguidos, dará fe de esa humedad a la llegada en Venezuela. Estará lleno de moho.

Mientras el saco va mudando su piel, Bill se despertará en la noche para de un rápido vistazo comprobar que todo sigue bien, que el barco no se ha desviado de la ruta mientras dormitaba y que el camino sigue libre. Después, otra cabezadita hasta coger las fuerzas para levantarse y tomar los mandos del timón durante nueve horas seguidas. Y vuelta a empezar una nueva jornada en medio del Atlántico.

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