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VISTAS. El elemento arquitectónico diseñado por Ángel Noriega recuerda la silueta de un barco. / PIÑA
El mirador de la bahía de Gijón
GIJÓN

El mirador de la bahía de Gijón

Se cumplen diez años de la apertura al público del Parque del Cabo San Lorenzo en el Este de la ciudad Las cuatro fincas que lo forman eran privadas hasta 1946 y desde entonces hasta 1993 pertenecieron al Ejército

ANA FERNÁNDEZ ABAD

Lunes, 27 de agosto 2007, 12:56

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Hay un mirador con silueta de barco, el lugar perfecto para disparar una fotografía e inmortalizar el atardecer. Justo en ese lugar, antes había una plataforma de tiro y con los disparos no saltaba el flash, sino munición perteneciente a las armas de los soldados del Ejército español. Pero hace diez años los terrenos del alto de La Providencia olvidaron su uso militar para abrirse a los ciudadanos bajo el nombre de Parque del Cabo San Lorenzo y en lugar de objetivos de tiro al blanco, por allí ahora sólo vuelan cometas.

Todo empezó en 1993, cuando el Pleno del Ayuntamiento de Gijón aprobó por unanimidad la iniciativa presentada por el alcalde, el socialista Vicente Álvarez Areces, de comprar los terrenos del denominado Campo de Tiro de La Providencia al Ministerio de Defensa. La idea era dotar de un nuevo gran espacio verde a la ciudad, esta vez por el Este, en la otra punta del recuperado Cerro de Santa Catalina. El Principado -también gobernado entonces por el PSOE- se comprometía a sufragar la obra, con un presupuesto rayano en los 300 millones de pesetas.

De este modo, unos terrenos que nunca habían sido de titularidad pública se convertirían en propiedad de Gijón. Porque antes de que el Ejército creara en esos 141.685 metros cuadrados su campo de maniobras, el Cabo San Lorenzo se dividía en cuatro fincas diferentes, todas de propiedad privada, tres de ellas con nombre propio y una sin 'bautizar'. El Estado las adquirió una vez finalizada la Guerra Civil, entre los años 1945 y 1946.

Tierra con nombre

La mayor de todas era La Llosa, de 122.650 metros cuadrados. Los dueños que la vendieron al Gobierno central fueron «Laureano y Ernestina Menéndez García del Busto y otros», según figura en la escritura atesorada en el Servicio de Patrimonio del Ayuntamiento. El terreno, calificado de suelo rústico, como todos los demás, es el que da su perfil al actual parque, porque la descripción de la escritura resalta que «linda al Norte y al Oeste con el mar, al Sur con herederos de Canga Argüelles e Hipólita Palacios y al Este con señores de Menéndez García del Busto y Méndez Calpe».

El Prado de La Providencia era la segunda propiedad en cuanto a tamaño se refiere, con 15.910 metros cuadrados, comprada el 15 de diciembre de 1945 a Dionisio Cifuentes Suárez. Después estaba el Cierro de la Capilla, de 1.200 metros cuadrados, que pertenecía a Manuel Tuya Cifuentes.

Y la última finca, sin nombre, tenía una superficie de 925 metros cuadrados y la vendió Herminio Canal Cuesta. Perdieron las cuatro fincas familiares su identidad cuando pasaron a manos del Ejército, que colocó varias plataformas de hormigón por todo el alto para facilitar las prácticas de tiro.

También creó un búnker, un polvorín y un almacén subterráneo, para realizar distintas maniobras. Ningún vecino podía pasar por esos terrenos, con acceso restringido a los soldados.

«Una playa verde»

Así estaban las cosas cuando el teniente coronel de Intendencia, delegado de la Gerencia de Infraestructura de la Defensa (Gindef) en Galicia y Asturias, Ricardo Pérez Canalejo, y el teniente coronel de Infantería del Gobierno Militar de Asturias, Jesús Ruiz de Miguel, firmaron en nombre del Estado español la escritura de venta del Campo de Tiro de La Providencia al Ayuntamiento de Gijón, el 30 de noviembre de 1994.

Y así se encontró el arquitecto Ángel Noriega Vázquez el panorama cuando el Principado le encargó el proyecto de construcción de un parque en el Cabo San Lorenzo; tenía que convertir el espacio militar en un lugar de esparcimiento. «Al principio, entablamos un debate sobre el grado de intervención que era necesario. Algunos abogaban por dejar el lugar tal cual, pero yo defendí una intervención para el disfrute del ciudadano, consideraba que el espacio no era ya natural, porque ya estaba bastante intervenido», explica el autor del proyecto.

Acababa de llegar al Principado después de trabajar en Madrid, donde ya tenía experiencia en el diseño de espacios públicos. Imaginó el parque como «una playa verde» en un momento en el que «la ciudad requería espacios públicos al servicio del ciudadano, porque el espacio verde que rodeaba Gijón, la aldea de Gijón, era importante, pero privado».

Estaba en su intención inicial crear un complejo de servicios con bar y vestuarios compartido por el parque y el campo de fútbol anejo. «Yo soy muy dado a optimizar y resolver varias cosas de una atacada», explica Noriega, pero aquello no pudo ser, porque el Ayuntamiento no llegó a un acuerdo con el Arzobispado, titular de aquel espacio deportivo.

La proa mira al Noroeste

Abandonada la idea del área de servicios, el proyectista elaboró sus planos. Incluyó una estructura de hormigón, la silueta de la proa de un barco que mira al Noroeste. «Hay una predisposición del individuo. Cuando se llega a una parte alta, dan ganas de elevarse más y más, así que en el proyecto, desde el principio, hubo un mirador», precisa Noriega.

Utilizó el muro -«el elemento arquitectónico elemental»- para erigir una escultura con vistas anclada a tierra. Su creador indica que «es la interpretación de un elemento hecha desde la arquitectura y tiene una doble función, estética y de barrera para frenar el viento y proteger de él a la gente que toma el sol en la pradera».

No quiso competir el barco de La Providencia con el 'Elogio del Horizonte' de Chillida, situado en el Cerro al que mira el Cabo San Lorenzo. Noriega precisa que «ya existía ese símbolo de Gijón y no se buscó enfrentar, el objetivo era elevarse del terreno, hasta nueve metros». Además, la silueta de la embarcación «recuerda a la ciudad que el parque está allí, lo sitúa, porque es muy visible desde la playa, y despierta la curiosidad de los visitantes que lo ven desde allí», añade su creador.

A la embarcación se sumaron esculturas como el 'Homenaje a Galileo Galilei' de Amadeo Gabino y 'Paisaje germinador', un bronce de Miguel Ángel Lombardía. Pero es en el barco donde aparece una placa que recuerda que el parque fue una vez terreno militar y que en 1993 se compró para desarrollar el Plan de Recuperación de la Costa Este. Cerca hay otra loseta que dice que el espacio verde se inauguró el 8 de agosto de 1997.

Hoy, al amparo de esos diez años de historia reciente, en el Cabo San Lorenzo vuelan cometas, alas delta y, aunque las bases militares de tiro al blanco ya no están ahí, muchos aprovechan las vistas del mirador para disparar una foto.

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