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FUERZA. El italiano acumula ya ocho victorias esta temporada. / EFE
Bennati enlaza París con Vigo
Ciclismo

Bennati enlaza París con Vigo

El italiano, ganador de la última etapa del Tour, superó a Freire en Vigo y es el primer líder de la Vuelta

J. GÓMEZ PEÑA

Domingo, 2 de septiembre 2007, 12:29

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No es mal lugar Galicia para que comience esta Vuelta. En Finisterre, la esquina donde durante siglos creyeron que se cortaba el mundo. A Galicia la llaman la tierra del adiós. En los álbunes familiares de fotos siempre hay una despedida. Un final. Una maleta.

Aquí, en 2002, se destripó una ballena negra, podrida. De nombre: el 'Prestige', un petrolero de bandera tropical. Sus tripas de chapapote barnizaron la Costa da Morte. Luto de alquitrán. 'Man', un antiguo profesor alemán de arte que vivía con estética de 'robinsón' en los acantilados de Camelle se murió días después. De tristeza. Por su paraíso perdido. 'Nunca mais' fue el lema de Galicia.

El ciclismo lleva una década anegado en la brea del dopaje. Su 'Prestige' farmacéutico no deja de gotear veneno. El podio de las carreras está hecho de arenas movedizas. De campeones ahogados.

'Nunca mais', gritó ayer la ciudad de Vigo. Con el público gallego otra vez decorando de fe las cunetas. Deseando que la única conexión entre el pasado Tour, el del escándalo de Rasmussen, y esta Vuelta sea Daniele Bennati: ganador de la última etapa de la ronda gala, la de los Campos Elíseos, y de la primera de la Vuelta. 'Nunca mais', ruega el público. En la tierra del adiós. Al dopaje. Eso o morir de tristeza.

A Vigo, generoso punto de salida de la ronda, llegó la Vuelta con un aire de duda. Como temerosa. Pendiente de si habrá hoy en Plouay (Francia) boicot a Valverde. Atenta al futuro de Bruyneel y de Contador, que se dejan tentar por el equipo Astana. Una carrera tímida.

En la carpa de patrocinadores había muchas siglas nuevas -hasta quince incorporaciones-, aunque, eso sí, ninguna de renombre. Cuesta comprometerse con un deporte que se mutila a sí mismo. Aun así, los gallegos cubrían el muelle. Por Pereiro, por el Karpin-Galicia. Por todos. Ristra de autógrafos. El ciclismo todavía es popular. Le salva la memoria sentimental de la gente. El corazón.

Con ese órgano pedaleó ayer un chico de casa: Serafín Martínez. Del Karpin, claro. Se largó con dos franceses: Champion y Lequatre. Es el novato de la escuadra más joven. Es gallego. Y es ciclista de la Vuelta por casualidad: la baja de un compañero, Troncoso, le inscribió en la carrera. Para él, cada etapa será un regalo.

Ayer abrió el primero. Estaba vacío, como las opciones de su fuga, pero el envoltorio era precioso. Como el recorrido. Suenan bien los nombres de Galicia: Redondela, Ponte Caldelas, Insúa, Bugarín, Ponteareas, Porriño, Coruxo... Y así hasta la playa de Samil, ya de regreso a Vigo. Hasta ahí no llegó en cabeza ni Serafín ni los galos. Ni Gilbert, que lo intentó luego.

Retirada de Danielson

Ni Danielson, el líder americano del Discovery, que se perdió en una carretera diseñada a ritmo de 'hip-hop'. Oscilante.

La Vuelta a España apenas le ha durado 80 kilómetros. Dos horas. Una bajada, de inmediato una curva y adiós.

El lema de esta tierra. La escápula derecha astillada. Con él se tumbó Cunego, otro líder de una vuelta ávida de estrellas. Al italiano, Galicia le golpeó en la izquierda: codo y rodilla. Sobrevivió. Su chapapote fue rojo. De sangre. Acabó la etapa y acudió a un hospital. A sacarle una instantánea a su muñeca. Por si acaso. Cunego no era el italiano del día. Lo fue Bennati.

En Samil, la playa estaba inundada de público. Pero no permanecían atentos al sonido blanco de las olas, sino al ronroneo mecánico de las bicicletas. Había morriña de la Vuelta, tanto tiempo ausente de Galicia.

Y la carrera les obsequió con lo mejor que tiene: un esprint. Hasta las gaviotas permanecieron ingrávidas para verlo. Con la vena de mar de la ría al fondo. Con la ciudad de Vigo mirando hacia la recta.

El Milram de Petacchi alineó sus dorsales. El tren. Óscar Freire ocupó la sombra de Petacchi. Y la suya la pidió Bennati. En paralelo, Bettini traía a Boonen. Piernas de pólvora. Las mejores. Incendio en los músculos. «Para mí es perfecto que un equipo lance la llegada», explicó Bennati. Elimina la anarquía.

Ocupa el espacio de la intuición: de Óscar Freire, que se quedó sin hueco para remontar a Bennati, el velocista con vocación de clasicómano, el primer líder de esta edición de la Vuelta a España, el esprinter que unió ayer la avenida de los Campos Elíseos con la arena de Samil.

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