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LA ESBILLA

Infidelidades del cereal

JUAN QUINTANA

Miércoles, 5 de septiembre 2007, 05:27

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La actualidad del campo ha estado marcada en estos últimos meses por la escalada en el precio de los cereales. Un asunto que ha trascendido la información agraria. El alto precio del cereal está afectando a las economías domésticas, a la cesta de la compra y a la inflación. Las subidas en las cotizaciones del pollo y de los huevos, anunciadas en las últimas semanas, son un ejemplo de cómo las oscilaciones en el valor de un input agrario afectan a la economía. Ahora también se anuncian subidas en el precio del pan. Lo mismo pasa con la leche y otro tipo de ganaderías como la porcina, el vacuno y, en menor medida, el ovino y caprino, por su mayor aprovechamiento de pastos. En esta situación ha saltado a los medios, como si se tratara de una historia del corazón, la relación de amor-odio entre los cereales y los biocarburantes. Una pareja que está destinada a convivir, pero con altibajos, en función de los dilemas del cereal. Estos cultivos herbáceos, casados desde tiempos inmemoriales con la alimentación humana y del ganado empiezan a hacer sus escarceos con los biocarburantes, lo que afecta a la estabilidad de la pareja. Dos realidades que se han querido unir de forma estrecha, quizá con precipitación. Lo que no queda tan claro, al menos no se han publicado informes objetivos que así lo demuestren, es que el problema surja de esta canita al aire. Como también explica en su blog la Comisaria de Agricultura de la Comisión, Marianne Fischer, esta crisis amatoria se debe a problemas maritales que todavía tienen poco que ver con los biocarburantes, sino con las menores producciones mundiales de cereal de años anteriores y el incremento de su consumo en los países asiáticos. En un momento de crisis, que va más allá de la coyuntura actual, el nuevo galán del biocarburante es una tentación demasiado fuerte, a la que todavía no se ha entregado el sector del cereal. Otra cuestión es que la producción para bioenergía empiece a tener alguna influencia y pueda ser una amenaza para el equilibrio a medio y largo plazo. Bien está anticiparse y preverlo. Una historia del corazón agrario, en la que los cerealistas se encuentran en una posición cómoda, con buenos precios y posibilidad de elegir entre dos compañeros de viaje, mientras que los consumidores y los ganaderos deshojan la margarita.

En otra línea, ASAJA ha vuelto a denunciar la no supresión del certificado veterinario. Este trámite se implantó a raíz de la crisis de las vacas locas e implica una certificación visual de salud ganadera, emitida por el veterinario de la explotación. Un trámite administrativo inútil, ya que el veterinario del matadero lo certifica por procedimientos analíticos, que supone un coste para el ganadero de vacuno, ovino y caprino, aunque no sea elevado. El Ministerio de Agricultura se comprometió a eliminarlo hace tres años e incluso se aprobó por unanimidad una propuesta no de ley, pero el asunto continúa sin resolverse.

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