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ÚLTIMO ESFUERZO. Petacchi, en el centro de la imagen, esprinta hacia la línea de meta en Algemesí en busca de la victoria con la que finalmente se hizo. / AFP
Petacchi, con un proceso abierto por usar sambutamol, rompe su mala racha
Ciclismo

Petacchi, con un proceso abierto por usar sambutamol, rompe su mala racha

El italiano se impone en Algemesí y reconoce que «necesitaba» la victoria

J. GÓMEZ PEÑA

Jueves, 13 de septiembre 2007, 03:59

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Le pesaba el nombre. Petacchi. El velocista de las 140 victorias, de las 19 etapas en el Giro, de las 18 en la Vuelta. Viene de un verano con un nudo corredizo en el cuello. De un control positivo en el Giro por salbutamol. El dichoso 'ventolín'. De una absolución federativa y de un recurso del Comité Olímpico Italiano, que aún quiere condenarle. Y viene de diez etapas romas. Sin puntería. O arrancaba demasiado pronto o tarde. Nunca a tiempo. «Ha sido una pesadilla», resumió tras celebrar su victoria en Algemesí. Consuelo para el esprinter melancólico. «Lo necesitaba». Se quitó el peso de su apellido. Conocido, famoso: Petacchi. El ganador, el que nada sabe de López Gil, el 'Malagueta'. Otra historia. Dura. De las que no tienen consuelo. Ni lo quieren.

A mediodía, la calle principal de Marina d'Or dejaba descansar sus miles de bombillas. Navidad en septiembre. Cabañas del Caribe. Hasta nieve sintética en proyecto. Antes, en Levante todo eran cañas y barro. Como lo vio Vicente Blasco Ibánez. Ahora, sol y ladrillo. Hoteles, apartamentos. El Mediterráneo lanza sus tímidas olas contra el depredador de cemento. En vano. Enfrente crece el acantilado inmobiliario. Durante siglos, aquí sólo cambiaban de lugar las nubes. Ahora brotan a diario bosques de cemento.

Aunque eso no arrugó a José Antonio López Gil (Andalucía). Fue el más puntual en la salida de Marina d'Or. El primero en firmar en el libro de partida. Algo amasaba.

El 'Malagueta' sabía que ayer comenzaba la semana de letargo de la Vuelta. La que hasta el domingo no subirá un puerto de primera. La más larga. La suya. «En lo que va de año llevo 1.350 kilómetros en fuga», recontaba frente a las miles de persianas de la 'Ciudad de Vacaciones'. Pronto sumó asfalto a esa lista. En el primer kilómetro. De nuevo puntual. Y en compañía de otro como él, Raúl García (Relax). Partieron juntos hacia el interior, el otro Levante: naranjos, olivos, albaricoqueros Y gente. Mucha. De la chancla a la alpargata. Mientras el sol adelgazaba y las nubes tejían su amenaza, Castellón y Valencia se preguntaron por la historia de López Gil. Del ciclista que vive en huida. Del que no protesta.

Un superviviente

El 'Malagueta' es un superviviente del kilómetro 49,7. De la vía que va desde Cártama hasta Málaga. Y de una fecha: el 15 de febrero de 2001. Esa mañana salió tarde a entrenar. Por amor. Por haber celebrado con su novia el 14 de febrero. Se cruzó con dos de sus inseparables en la carretera, los hermanos Otxoa, los del Kelme. «Vente p'arriba, 'Malagueta'», le propusieron. Para Ronda, la sierra. López Gil saludó y negó. No era el día. La fatiga del enamorado. Poco después, un vehículo mató a Ricardo Otxoa y arrojó al coma, a una vida más lenta, a su hermano Javier. El azar se alió con él. La suerte. Por una vez.

El resto de su fortuna la ha tenido que arañar. A contrapié siempre. No tuvo tiempo para correr hasta los veinte años. Antes, el 'Malagueta' andaba por la playa con su hidropedal, pescando pulpos con sus cien kilos de peso. A pedales también con su bici para venderlos en el mercado. Antes fue mucho: camarero, portero de discoteca, peón, montador de riegos por aspersión y profesor de spinning.

Tarde, con 26 años le fichó Echávarri. Profesional. Le pidieron calma. No. «Yo ya estoy de vuelta. No puedo perder el tiempo». Atacó en el primer kilómetro de su primera carrera, la Challenge de Mallorca, la primera ronda del año. Como luego hizo siempre. Como ayer. A siete kilómetros de Algemesí, notó la sombra canina del pelotón. Del líder intacto, Menchov. Y de los velocistas. Del triste Petacchi. La etapa era ya otra historia. En ausencia de Freire y con la renuncia de Boonen, el Milram alfombró el pueblo para Petacchi. Incluidas tres curvas dañinas, trazadas sobre ese piso brillante, traidor, que aquí tienen las carreteras. Petacchi venía con los pasos contados, como los atletas de salto. Acertó al fin.

«He pasado por un infierno», dijo. Después llegaron García y López Gil. Ni mú. Bueno, sí. «A ver mañana », se le escuchó al 'Malagueta'.

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