Atentos a la pantalla

En los Presupuestos Generales del Estado, que son los nuestros, se prevé una limitación de la publicidad en TVE, o sea, que se empezará a escribir un nuevo capítulo de pérdidas, que de momento se estima en unos 60 millones de euros al año. Al perro flaco todo se le vuelven pupas, que decía Gloria Fuertes. A las pulgas ya estaban acostumbrados y las sobrellevaban con resignación cristiana, pero los perros de la televisión, que siempre son la voz de su amo, gobierne quien gobierne, pueden resentirse de esta limitación de publicidad. Hará falta más dinero para que sigamos atentos a la pantalla.

Hemos comprobado diariamente cómo los anuncios hacen más amenas las películas de algunos genios, cuyo lema es sin duda el de «instruir fastidiando». No es que la publicidad interrumpa los filmes, sino que los filmes interrumpen la publicidad y cuando ya sabíamos qué marca de detergente ofrece las mayores garantías higiénicas o en qué colchón se duerme con más probabilidades de conseguir esa amnistía que llamamos sueño, se reanudan las peripecias de la película que estábamos viendo a trozos. ¿Qué va a pasar cuando la TV privada limite la publicidad a once minutos por hora? Lo más probable es que se haga más privada que nunca y su órbita de influencia también se reduzca. Ya le viene pasando lo mismo que a algunos párrocos: que sólo predica para adictos y únicamente convence a los previamente convencidos. Henry Ford, que ganó casi tanto dinero con los coches como su hermano Roque con los quesos, dijo algo que escandalizó a todos en su época. «Si ganas cien, gasta noventa en publicidad».

Después, el doctorcito Goebbels exageró y manipuló la receta. La propaganda es la diosa de nuestro tiempo y hay que tener en cuenta que el poco tiempo que tenemos libre solemos dedicarlo a ver la tele. Nos echen lo que nos echen.