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Braceros

MANUEL ALCÁNTARA

Domingo, 30 de septiembre 2007, 03:57

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No hay que cargar las tintas, sobre todo cuando se sabe que son negras. Ocuparse de las cosas que pasan y de las que dejan de pasar, conduce al pesimismo histórico y eso siempre es una pesadez.

¿Cuándo han vivido los seres humanos un tiempo feliz? Incluso en la llamada 'belle epoc', la época sólo fue bella para una minoría. Todos los ciclos históricos se han caracterizado por su distribución del descontento. Antes se cabía a más, pero el reparto nunca ha sido equitativo. Los que nos habíamos acostumbrado a llamarle España a España -«contigo y con tu castigo», dijo el poeta- llevamos mal los desafíos de inconstitucionalidad contra el Estado. Somos unos tíos antiguos, pero debemos decir, en nuestra disculpa, que nos queda muy poco tiempo para seguir siéndolo.

El reversible eslogan de ahora es «la desunión de los hombres y de las tierras de España». Jamás estuvimos unidos, pero antes al menos había eso que llaman política de buena vecindad. Mientras algunas regiones ondean sus banderas, a las que agita el mismo viento que a las de al lado, a otras les da la ventolera de creer que pueden ir a su aire. Cosas que pasan, pero que mientras transcurren nos tienen a todos un poco aventados.

Somos el único país del mundo dónde nos seguimos preguntando qué somos. Los pensadores de carné no llegan a un acuerdo, por mucho que lo piensan. He hablado en los últimos tiempos con Pedro Laín, con Aranguren -no alcancé a Américo Castro- y todos intentaban poner en claro algo que veían sumidos en sombras hereditarias. Me importa más ahora que los inspectores de trabajo irrumpan en los campos manchegos para perseguir la explotación de braceros 'sin papeles'. ¿No será España de quienes la trabajan? Los que insisten en parcelarla tienen a menudo sus parcelas. No sólo de poder.

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