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EL SACRIFICIO DE IPHIGÉNIE. Fragmento de una pintura mural pompeyana, del siglo I d. C. / MUSEO ARQUEOLÓGICO DE NÁPOLES
La tragedia de Ifigenia y Oreste cobra vida en el Campoamor
OVIEDO: 22 DE DICIEMBRE

La tragedia de Ifigenia y Oreste cobra vida en el Campoamor

'Iphigénie en Tauride' llega al Campoamor por primera vez el próximo domingo. De nuevo, Emilio Sagi es el encargado de la escenografía

RAMÓN AVELLO

Miércoles, 19 de diciembre 2007, 12:18

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A excepción de 'Orfeo y Euridice', puesta en escena por primera vez en el Teatro Campoamor en la temporada de 1994, las representaciones de las óperas de Gluck no fueron consideradas, hasta bien pasada la segunda mitad del siglo XX, obras habituales del repertorio operístico.

Sin embargo, la reputación de Gluck como compositor teórico y reformador de la ópera, cualidad esta última más patente en obras como 'Alceste', 'Iphigénie en Aulide' o 'Iphigénie en Tauride', que en la popular 'Orfeo', le acompañó siempre. Wagner le veía como un precursor del «drama en música», y, siempre fue considerado una figura clave en la cristalización del estilo clásico y en la evolución de la ópera.

A este compositor de origen alemán, vida cosmopolita, formación italiana y proyección preferentemente francesa, se le califica de «reformador» de la ópera. Más allá de las ideas generales como simplicidad, verdad y naturaleza sobre las que Gluck, músico con alma de poeta y pintor, establece los fundamentos de la belleza en el arte, la reforma por él propuesta tiene unos principios concretos, que el propio compositor expone en el prólogo de su ópera 'Alceste'.

Gluck exige en este texto que los cantantes se ajusten fielmente a la partitura del compositor, «eliminando todos los abusos introducidos por la vanidad de los cantantes o por la complacencia de los compositores»; señala la función de la música operística, «que no es otra que la de servir a la poesía mediante la expresión, siguiendo las situaciones del argumento y sin interrumpir la acción mediante superfluos ornamentos»; precisa el sentido de la obertura sinfónica «que debe informar a los espectadores de la naturaleza de la acción que se representará y delinear el argumento» e indica la manera de los instrumentos en la orquesta, para que «los instrumentos concertados se incorporen en proporción con el interés y la intensidad de las palabras», y, finalmente, orienta todo el trabajo operístico «hacia la búsqueda de una sencillez y belleza, evitando dificultades a costa de la claridad».

En definitiva, su reforma se resume en la música al servicio del drama.

Tragedia con final feliz

Este es el ideal dramático que Gluck y el libretista François Guillard quisieron plasmar en 'Iphigénie en Tauride', penúltima de las óperas de Gluck, estrenada con gran éxito en la Academia Real de Música de París el 18 de mayo de 1779.

La elección del tema, basado en la tragedia homónima de Eurípides, refleja la afinidad y el interés del compositor por el mundo clásico, conocido a través de su admiración por la obra del tratadista e historiador del arte griego Johann Winckelmann.

En el mito griego, Ifigenia o Iphigénie es hija de Agamenón, rey de Argós y Micenas, quien, casado con Clitemmestra tuvo tres hijos: Ifigenia, Electra y Orestes. Las naves de Agamenón se encuentran atracadas en el puerto de Aubide, rumbo a Troya, con el viento en contra.

Agamenón, un padre cruel, decide sacrificar a su hija Ifigenia ante el altar de la diosa Artemisa, para conseguir que los vientos sean favorables a sus barcos. Pero Artemisa, compadecida, perdona la vida a Ifigenia y la traslada a Tauride, en el reino escita de Thoas. Ifigenia se convierte, bajo este rey, en sacerdotisa encargada de los sacrificios humanos.

La ópera, desarrollada en cuatro actos, comienza con una tormenta que amenaza destruir el templo de Afrodita en Tauride. Ifigenia duerme inquieta en el templo, y ve en sueños como su padre es asesinado. A las playas de Tauride llegan dos griegos, Orestes, hermano de Ifigenia, y su fiel compañero Pílades.

Todo extranjero debe ser sacrificado, por orden del rey Thoas, en el altar de Afrodita bajo el cuchillo de la sacerdotisa. Ifigenia, cuando levanta el puñal para el sacrificio, reconoce a su hermano, le perdona la vida y plantea su huida hacia Grecia. El rey Thoas lo trata de impedir, lo que desencadena una lucha entre griegos y escitas. Afrodita interviene a favor de los griegos, y los dos hermanos regresan a su tierra.

Musicalmente, Gluck inserta la obertura inicial, con la descripción de la tormenta y la intervención del coro, dentro de la acción teatral. Este ideal de verosimilitud escénica se da incluso en escenas pintorescas como la 'Danza de los escitas', antecedentes de las 'marchas a la turca' tratadas por Mozart o Beethoven, entre otros compositores.

En la obra predomina la profundidad expresiva, un sentido plástico y descriptivo de los instrumentos y pasajes de enorme belleza melódica en arias como 'La calma rientra in me', que canta Orestes, una de las mejores páginas para barítono heroico del siglo XVIII, el aria para bajo de Thoas 'Neri presentimenti', o las dos arias principales que perfilan el carácter y destino de Ifigenia: 'O malhereuse Iphigénie' y 'Je t'implore et je tremble'.

Un carácter fuerte y, frente al hado, un destino feliz.

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