Borrar
ÁLVARO CUNQUEIRO. Periodista, dramaturgo, narrador y poeta gallego, fallecido en 1981. / E. C.
Genios cosidos a mano
Cultura

Genios cosidos a mano

PACHÉ MERAYO

Jueves, 20 de diciembre 2007, 04:36

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Álvaro Cunqueiro observa sentado en un banco de piedra la catedral de Mondoñedo, casi en idéntica pose que Pessoa mira desde el café A Brasileira de Lisboa a los paseantes del Chiado. A los dos les separa un siglo. El gallego murió siete años antes (Mondoñedo, 1911- Vigo, 1981) de cumplirse el centenario del lisboeta universal (Lisboa, 1888-1935). Sin embargo, sus figuras sobre asiento pétreo les reúnen sin tiempo, igual que se encontraron las tradiciones de sus versos, pues don Álvaro escribió bajo el influjo de la lírica galaico-portuguesa y estaba convencido, lo dejó bien escrito, que el demonio, los demonios, hablaban la lengua del fado. Hoy esos seres tan malignos como atractivos, descritos por Cunqueiro como estallido de espíritu sobrenatural, regresan al papel del presente y lo hacen para certificar otro encuentro, esta vez con un genio asturiano, Javier del Río (Gijón, 1952-2004), con el que se alía desde la tumba sin perder esa asociación irónica del portugués con el idioma del diablo. Ambos, Cunqueiro y Del Río, se encuentran en un libro cosido a mano, hecho con el mimo que se hacen sólo los volúmenes de artista. Un libro que no sólo habla de demonios, también relata historias de ángeles.

Cuentan que el que el periodista, dramaturgo, narrador y poeta de Mondoñedo no coincidió en vida con el pintor extraordinario de Gijón, pero que éste le admiró profundamente y gracias a esa admiración ambos cruzarán juntos el siglo XXI. De hecho es esta cita de talentos desaparecidos la última voluntad creadora de Javier del Río, que blandió sus pinceles al ritmo de la voz de Cunqueiro y moría, a mediados de abril tres años atrás, casi nada más terminar los dibujos que ahora ven la luz como un libro de arte.

En sus páginas ni los textos, ni las estampas pasaron por la impresora habitual. La herencia del escritor, que es regalo conocido para la mente, pero en este caso también para el tacto, llegó al papel de algodón y lino, por cierto también hecho a mano (por Juan Barbé y Javier Viñarás), tras pasar por una máquina tipográfica plana, de las de antes.

El último legado del pintor, que ilustra once textos de Álvaro Cunqueiro y acude al libro ya en las hermosas capitulares con las que se encabeza cada uno de ellos, no llegó a sus páginas como bondadosa ilustración, sino con todo el peso y la potencia del grabado.

También son once sus estampas. Todas realizadas lentamente, durante meses, sobre las planchas y pruebas de estado que el propio Del Río creó en el Centro de Estampación Artística Litografía Viña, mediante procedimientos calcográficos y serigráficos, peleándose con los grises y los negros, arañando ácidos, trasladando sus sueños y buscando las luces con sus papeles pintados pegados al cristal de la ventana.

Desde 2003

El resultado de todo este esfuerzo, que se inició en 2003, con Javier del Río creando las imágenes que le inspiraban los fragmentos y voces seleccionadas de diversas obras y artículos de Cunqueiro y que acaba de ser culminado, es por tanto mucho más que una publicación al uso. Es, en palabras de su editor, Álvaro Díaz Huici, director de Trea, «una edición única que nunca podrá ser repetida, pues las planchas han sido inutilizadas para evitar su nuevo uso».

Todos estos años invertidos también se traducen en un montón de anécdotas. Muchas de ellas quieren ser ya olvidadas en el taller de estampación. Beatriz Corredoira, que trabajó codo con codo con Del Río para dar luz a sus ángeles y demonios, encontrar los tonos adecuados en la calcografía, asesorarle en todo lo referente al lenguaje gráfico y finalmente trasladar sus pruebas de estado al torno para que nacieran los grabados, recuerda que hubo un momento en el que quienes trabajan en Litografías Viña decidieron envolver la sede de Cimadevilla de evocaciones benignas.

«Llegamos a creer que los demonios del libro estaban obrando en contra nuestra. La muerte de Javier fue sólo el primer paso de una serie de acontecimientos que no parecían responder a nada conocido. Muchas cosas se torcieron por el camino hasta que ahora, cinco años después de iniciar la andadura, por fin se ha logrado», dice, entre medias risas por lo disparatado de la mala suerte encomendada al diablo y totalmente emocionada con la publicación en las manos.

Del taller han salido únicamente 130 ejemplares, cinco de ellos no venales, todos bajo el sugestivo título 'De demonios y ángeles', pues los dos límites del bien y del mal son el cuerpo de este nuevo trabajo de Trea y Nigra Trea (su firma en Galicia), que suma estos ejemplares a la colección Libros singulares.

Cabe recordar que con ella se han recuperado textos tan extraordinarios como 'El baladro del sabio Merlín son sus profecías', impreso en facsímil; 'El cuervo', de Allan Poe, al que, por cierto, también puso sello imaginario Javier del Río; 'Arte de las putas', de Fernando de Moratín, con serigrafías de Helios Pandiella; 'Voyelles', de Rimbaud, ilustrado por Concha Lidón; '¿Adiós Cordera!', de Clarín, con serigrafías de José Arias, y 'Cuervo', también del escritor de Oviedo, con dibujos grabados de Jaime Herrero.

Quienes ahora protagonizan el libro son dos artistas extraordinarios. Cunqueiro, además de Premio Nacional de la Crítica, por 'Las crónicas del sochantre', fue Nadal con 'Un hombre que se parecía a Orestes'. Como periodista recibió el Conde de Godó, escribió en varios rotativos y dirigió 'El Faro de Vigo'. De su obra teatral sobresale 'O incerto señor don Hamlet, príncipe de Dinamarca' y su último poemario se titula 'Palabras de víspera'. Del Río, fallecido en plenitud de facultades artísticas, considerado un genio en figura y paleta, no tuvo tanto tiempo para los reconocimientos, que le llegan ahora tras su muerte. Gijón fue su ciudad, no siempre su residencia, pero sí el lugar al que retorna después de un largo París para convertirlo en su principal materia pictórica, que, como demuestra este libro, no es la única geografía a la que acudían sus sueños.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios