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JAVIER VILLANUEVA
Domingo, 20 de enero 2008, 04:51
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La selección española sigue viva y puso un pie en la segunda fase, tras imponerse por 31-36 a Bielorrusia, en un encuentro en el que el equipo nacional volvió a demostrar que todavía se encuentra lejos de su mejor nivel. No obstante, la buena actuación de Rocas y de los hermanos Entrerríos le permitió ganar.
Pese a la trascendencia del choque, el equipo español volvió a salir igual de impreciso que acabó el partido inaugural ante Hungría. Los hombres de Pastor tuvieron muchos fallos en ataque y defensa, lo que que permitió a los bielorrusos tomar de partida la delantera en el marcador (3-1).
Por fortuna había algunos detalles que hacían presagiar la mejoría de la selección, como la recobrada efectividad del extremo Albert Rocas, que tras errar siete lanzamientos ante los magiares -más que nunca en su carrera, como el mismo reconoció- se reivindicó con cinco goles casi consecutivos de penalti.
Sin embargo, España necesitaba algo más que el acierto de Rocas desde los siete metros para doblegar al correoso conjunto eslavo, y ni la endeblez defensiva mostrada por el equipo nacional, ni la precipitación en ataque parecían el camino a seguir para lograr la ansiada victoria final.
El fracaso del 6-0 defensivo español permitía lanzar con comodidad a los bielorrusos y los fallos en los pases posibilitaban a los veloces Brouka y Vasilyeu situar a los eslavos con un preocupante 10-8 en el tanteador.
Pero cuando peor pintaba para el equipo nacional, con un jugador menos por la exclusión de Davis, llegó la reacción de los de Juan Carlos Pastor. Una parada de Sierra a lanzamiento de penalti y tres goles consecutivos de Mariano Ortega, Albert Rocas y Chema Rodríguez situaban a España por primera vez por delante a los veintidós minutos (12-14).
El cambio a la defensa 5-1 pareció asentar definitivamente al cuadro español, pero los errores ofensivos impedían a la selección, una y otra vez, acabar de romper definitivamente el duelo a su favor, como evidencia los escasos tres goles (15-18) con los que llegó al descanso el conjunto nacional.
Tranquilidad
La tranquilidad ofensiva llegó con la dirección del juego por parte de Raúl Entrerríos. Con sus movimientos y penetraciones, el gijonés encontró los huecos necesarios para que su hermano Alberto distanciará al equipo español (16-21).
Las exclusiones sufridas por el conjunto nacional en los minutos siguientes impidieron que el hueco en el marcador se hiciera ya casi definitivo para España, que de la mano de los hermanos Entrerríos y de un José Javier Hombrados, ya totalmente recuperado, se escapaba cada vez más y más en el marcador.
Hasta llegar a una renta de siete goles (21-28) en el ecuador de la segunda mitad, que ya le permitió vivir, pese al empeño de los bielorrusos, con cierta comodidad hasta el final del encuentro, unos minutos que sirvieron para contemplar el debut en una gran competición internacional del joven Carlos Ruesga, que evidenció no tener miedo a nada.
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