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CINE MIRAMAR

Amparo Baró

JAIME DE ARMIÑÁN

Viernes, 8 de febrero 2008, 05:09

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NACIÓ Amparo Baró en Valencia y es sobrina nieta de Manuel Granero, matador de toros, que murió en la plaza de Madrid e iba para sucesor de Joselito, 'El Gallo', nada menos.

Conocí a Amparo Baró hace años en Barcelona. Ella era entonces casi una adolescente -o sin casi- y había debutado en la compañía de Adolfo Marsillach y Amparo Soler Leal. Yo estrenaba en el Windsor una comedia -'Café del Liceo'-- donde Amparito solo tenía una frase, repetida a lo largo de la obra: «¿Me quieres?», a la que su galán contestaba 'Te quiero'. Y viceversa. A mi me dejó muy sorprendido aquella chica y le pregunté a Marsillach quien era. Ya lo verás, me dijo Adolfo. Por razonable fortuna lo he visto.

Desde aquella fecha Amparo Baró no se ha bajado del carro del éxito y pido perdón por la vulgaridad de la frase. Lo del carro es una metáfora, lo del éxito, una evidencia. Debo aclarar que Amparo no es una gran señora de la escena -otro tópico- es algo más: es una actriz espléndida, sabia y valiente. Además siempre será joven, porque la juventud de Amparito no está en los diccionarios, sino en su corazón y en su cabeza.

Poco tiempo después hacía yo mis primeros pinos en el Paseo de la Habana, en la disparatada y recién nacida Televisión Española. Le propuse un programa semanal a mi querido Adolfo. Se llamaría 'Galería de maridos'. Necesitábamos una chica, que le diera la réplica a Bruno, que así se llamaba el protagonista: fue Amparo Baró, que desde entonces no se ha bajado de aquel carro, que decía antes.

Hemos hecho juntos televisión -cientos de programas y no es pegote- teatro y cine. Supongo que radio también. Hemos viajado; pasamos frío y calor, nos mojamos bajo la lluvia; nos hemos reído y también llorado. Muchos de nuestros amigos, de nuestros compañeros, se bajaron del repetido carro antes de tiempo.

Nunca he visto un mal modo en Amparito, que algunas veces -como es de ley- está cabreada. Tampoco le he oído decir mala palabra acerca de sus compañeros, aunque en más de una ocasión le sobró motivo. Ni jamás se hizo la estrella o la estrellita, ni aireó su privacidad, ni buscó portada, ni micrófono. Amparo es lo que es y lo que será, como dijo Adolfo Marsillach, el viejo Bruno del Paseo de La Habana, el joven que nos dejó hace ya seis largos años. Ahora resulta que a la Baró le han dado un Goya estos días, por su trabajo en una película inteligente, que lleva por título 'Siete mesas de billar francés'. Yo estoy encantado y supongo que ella también Pero imagino que el referido goya debe de sentir un remusguillo al juntar su nombre con el de Amparito

A lo mejor ella le pregunta: ¿Me quieres? Y él contesta: Te quiero. Volveremos a vernos.

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