Según las cuentas

VIVIMOS la apoteosis del pronóstico, que siempre es reservado, y hay casi tantos quinielistas como votantes. El peligro de las encuestas es que pueden influir en el resultado, ya que hay mucha gente preparada para acudir en socorro del vencedor. Eso de 'la épica de la derrota' tiene muy buena prensa, pero muy pocos partidarios. El pronóstico del CIS, de momento, ha acertado en una cosa: serán éstas las elecciones más igualadas de la corta historia de nuestra democracia. En el boxeo, que tanto se parece a la política, salvo en que es más noble, suele reprobarse el 'match nulo' arguyendo que siempre ha habido uno que ha pegado un puñetazo más que otro, descontando los golpes bajos, que descuentan un punto. Según las cuentas actuales el PSOE ha reducido su ventaja sobre el PP, que se queda en un 1,5 pero quedan los asaltos finales.

Es sabido que muchos ciudadanos no leen los programas de los partidos para no dejarse influir. No consienten que las ideas expuestas puedan alterar su ideología. Hasta ahí podíamos llegar ¿Cómo admitir que los acontecimientos determinen su voto? Tienen incrustada su certeza entre ceja y ceja, aunque unos se lleven la mano a ella y otros no. («Morir, pero no cejar», era el lema de doña Concha Espina, una versión actualizada del «sostenella, pero no enmendalla»). Cambiar de opinión cuando cambian los hechos, que nunca se están quietos, se considera una deslealtad.

El 'empate técnico' lo puede deshacer el proyectado duelo entre José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy, incluso el debate entre Pedro Solbes y Manuel Pizarro. Para el primero, que es el combate de fondo, se busca 'réfere'. Tampoco está claro el sitio ni la hora del desafío. Lo único que está garantizado es la afluencia de público.