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CARTAS GIJONESAS

Clero secular y Clero regular

PPLL

Jueves, 21 de febrero 2008, 03:58

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COMO te decía: Gijón se hace ciudad con las características diferenciales propias de quienes no han tenido en su terruño el enorme influjo catedralicio con su extensa corte clerical. Durante todo ese largo proceso de lenta formación nuestro pueblo, específicamente marinero, constreñido por las mareas que impiden crecimiento y censo, soluciona sus necesidades espirituales y rogatorias rezando en ermitas y capillas al igual que lo hacen las parroquias del concejo. Y es a partir del siglo XV, cuando la iglesia de San Pedro ostenta como templo mayor gijonés la única representación de la autoridad religiosa, y siempre extremadamente celosa de su cargo con la aquiescencia del Justicia mayor ante las perjudiciales decisiones obispales y capitalinas. Como describe la muy documentada 'Historia de nuestra Villa', de Rendueles Llanos, éramos de siempre pacifistas, y curiosamente nada proclives a recibir intramuros a clérigos de las muchas advocaciones que proliferaban por aquel entonces.

Es ya en la Edad Moderna cuando los mercenarios y los franciscanos ponen más grande interés y empeño en asentarse entre nosotros, pues consta que es a partir de 1627 cuando, por primera vez, habla de fundar un convento la orden de la Merced, negociando también en 1648 la de San Francisco. Fracasaron todas estas tentativas por la muy principal negativa de los recursos económicos que había de aportar la ciudadanía. Tampoco prosperaron, ni la primera idea de un colegio de jesuítas ni el asentamiento de los carmelitas descalzos, todos ellos enérgicamente rechazados por el cura párroco de San Pedro, señor. Bolde, con razonamientos que expone en prolijo memorándum al consistorio. Insistentes, posteriores intentos de estas órdenes religiosas fechados en 1673, abortan tras pleitos por licencias y malos entendidos. Afortunadas habrían de ser las Madres Agustinas que negocian a partir de 1663, y ya en 1668 se instalan en casa particular de la familia Jovellanos, que más tarde ha de ser el Instituto Asturiano, en espera de que se les conceda el terreno conocido como Calvario Viejo, permutándose por sus insalubres condiciones por el Campo de la Atalaya. En 1684 inauguran su convento. Gijón celebra el acontecimiento con una gran fiesta que incluye corrida de toros organizada por la cofradía de San Antonio.

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