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La plaza del Ayuntamiento, a rebosar justo después de finalizar el encuentro. / Paloma Ucha.
Gijón recupera la ilusión de la mano de la plantilla del Sporting
EL SPORTING SUBE A PRIMERA

Gijón recupera la ilusión de la mano de la plantilla del Sporting

Las plazas del Marqués y del Ayuntamiento y Cimadevilla celebran por todo lo alto un victoria largamente esperada

MARTA ALONSO |

Lunes, 16 de junio 2008, 01:47

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Todo había quedado para el último día y eso se notaba en el ambiente, donde los nervios se mezclaban con la euforia. Lo cierto es que las circunstancias eran favorables para que el Sporting regresase a Primera División después de diez años pero, todavía había que dar un último paso paro para confirmarlo. Los nervios, con todo, formaban parte de la magia del histórico momento. El equipo había llegado al final de Liga de la mejor manera posible: manteniendo el suspense.

Desde las seis de la tarde, las calles de la ciudad se quedaron prácticamente vacías y el ambiente se había trasladado a los bares, cafeterías y sidrerías que los aficionados sportinguistas habían convertido en sus pequeños Molinones. Desde el minuto uno del choque, la tensión se impuso.. Niños, padres, abuelos se concentraban frente a la pantalla de televisión con las esperanzas puestas en la Categoría de Oro. De repente, algún espontáneo se soltaba porque este año, subimos a Primera y pobre del que quiera robarnos la ilusión, lo que provoca que el resto de los presentes se uniesen formando un gran coro. Eo, eo, eo, Kike Mateo, ¡A Primera oe!, que bote Gijón y el himno del Sporting. Formaban parte del repertorio hasta que llegó el primer gol del Córdoba ante la Real Sociedad. Todos estallaron como si el tanto fuese del Sporting, pero el de los rojiblancos no se hizo esperar y la celebración fue aún mayor. El ascenso parecía logrado. Ya no había nervios ni tensión, todos lo daban por conseguido.

En Cimadevilla, los abuelos cuidaban de los niños, muchos de los cuales se encontraban jugando al fútbol, la mayoría con la camisita del Sporting. El encuentro infantil, no podía ser otra manera, era un Sporting Éibar, y ganaba, ¡cómo no!, el equipo local. En las sidrerías, todos se preparaban para afrontar la segunda parte del encuentro, pendientes al mismo tiempo de los demás encuentros de Segunda División. Mientras, corría la sidra, las cervezas y los típicos comentarios dirigidos hacia el colegiado, este árbitro barre mucho para casa.

Pese a todo, llegó el segundo gol y la consiguiente euforia... A partir de entonces, sólo cabía esperar que pasen los minutos y echarse a la calle para la celebración. Cuando ese momento se produjo, los gritos, los abrazos y los cánticos se mezclaban con las llamadas telefónicas de los amigos y familiares, gracias tío, nos vamos por ahí a celebrarlo.

Inmediatamente después, la fiesta llenó las calles que también se había vestido de rojiblanco. Los gorros y las bufandas oficiales se habían impuesto pese a que la temperatura en Gijón superaba los 20 grados centígrados. Poco a poco, los sportinguistas se concentraron en torno a la estatua de de Don Pelayo, donde el héroe asturiano ya vestía la camiseta rojiblanca. Posteriormente, llegaron los chapuzones en la fuente. Lejos de allí, una mujer lloraba agarrada a su móvil, estaba hablando con su hijo que residía en Madrid y no pudo acudir a El Molinón porque tenía exámenes, pese a tener entrada para este día.. Llevo llorando toda la tarde, decía la aficionada.

Mientras los jugadores brindaban en El Molinón, los gijoneses hacían lo propio en la plaza del Ayuntamiento, donde también se escanciaba, se cantaba, se botaba y se gritaba. El que más y el que menos llevaba su distintivo del Sporting y, el que no tenía una camiseta o un gorro, se había vestido de rojo y blanco o se había pintado la cara. Los asistentes empezaron a tomar posiciones para recibir un equipo que todavía tardaría unas horas en llegar y a medida que pasaba el tiempo, la euforia iba en aumento. Uno de los momentos más festejados y esperados fue cuando varios empleados del ayuntamiento se asomaron al balcón para colocar la bandera del Sporting y las cámaras de televisión y los fotógrafos, fueron pasando para captar la imagen de la afición, que aprovechaba la circunstancia para mostrar, aún más, su alegría.

Un poco más arriba, en la popular plaza Antonio Arias, lugar de encuentro para tomar unos culines en Gijón, también se llenaba de gente que ya había asumido totalmente la noticia El Sporting ya estaba en Primera. Lo importante ahora era vivir el histórico momento y cada uno lo hacía a su manera. Bañándose en una improvisaba piscina, tomando sidra, haciéndose fotos, bailando, haciendo sonar las bocinas de los coches o el motor de las motos. En general, podía decirse que la plaza del ayuntamiento y sus alrededores se había sido tomada por una marea roja que ya estaba pensando en lo que haría inmediatamente luego nos bañaremos en la fuente con dos cojones, decía uno o Prepárate Madrid, que el año que viene, jugamos contra ti, coreaban otros pensando ya en la próxima temporada.

De pronto se puso a se puso a diluviar pero nadie se movió. La fiesta acaba de empezar y el momento sería inolvidable.

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