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PACHÉ MERAYO
Jueves, 17 de julio 2008, 04:38
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Si a la literatura se le concede el beneficio del viaje seguro, del traslado a tiempos anteriores o por venir, a escenarios que no tienen más verdad que la narrada o que siendo ciertos se levantan en horizontes lejanos, la pintura no se queda atrás. También un espectador puede hacer travesías infinitas ante un cuadro, sin moverse o dando únicamente dos pasos hacia atrás. Volver a la época en que fue creada una obra o entrar en el nido intelectual de su creador son invitaciones comunes a todas las artes y en todos sus templos. El que rinde tributo a Evaristo Valle, en Somió, propone desde ayer uno de esos pasajes, reuniendo la mirada del que acuda al museo con la que el pintor gijonés invirtió en las mascaradas.
Una de ellas, además, no había visto la luz desde 1917. Se trata de 'Máscaradas marinera en Cimadevilla'. Inédita para los ojos asturianos y durante años en paradero desconocido, recupera ahora la luz pública. Precisamente a su tiempo conduce esta vez el viaje, que es un encuentro con uno de los temas que Valle realizó con más intensidad y asiduidad hasta su muerte y que merece un parada especial entre las más de un cien pinturas que guarda su museo,
De hecho, entre las obras de carnaval con las que el pintor dibuja la sociedad de su tiempo es fácil advertir al Valle intimista y melancólico, pero también el trazo de quien con el tiempo fue retratista de éxito y sin vocación. De hecho, la exposición se abre con un retrato, el de Colón, que es, siempre se ha asegurado, «un autorretrato del propio Valle». Así lo recordaba ayer el director del Museo, Guillermo Basagoiti, quien explica la elección de esta obra para abrir boca en «lo que tiene de mascarada al decir que es retrato de un hombre cuando lo es de otro».
La exposición, que se mantendrá hasta el 26 de octubre, reúne 13 obras de este motivo «tan recurrente, expresivo, intenso y misterioso», apunta Basagoiti, que convierten a Valle «en uno de los artistas más importantes y representativos del género carnavalesco de todos los tiempos».
La selección abarca temporalmente desde 1904, año en el que fue pintado 'De dónde vendrán', «obra premonitoria de toda la colección de carnaval» y 1950, en el que realizó 'Figuras grotescas'. Entre ambas se encuentran pinturas tan emblemáticas como Pierrot (1909) -que reformaría en diferentes ocasiones y que «regalaría a su sobrina María Rodríguez del Valle en 1912 con motivo de su matrimonio»-, 'Baile de carnaval' y 'Abanico del Baile de la Prensa'. «Son», dice Basagoiti, «voluptuosas representaciones de las mascaradas urbanas de ese periodo, que darán paso a sus ya irreductibles mascaradas rurales».
Se muestran también importantes carnavaladas de su época de madurez pictórica -años veinte y treinta - entre las que se encuentra lo mejor de su producción. No faltan tampoco obras fundamentales de los cuarenta como 'Cipriano el hojalatero' o 'Carnavalada de los lobos'.
Todas ellas son anticipo de una gran muestra que prepara el museo en su palacete que estará dedicada a Valle y la mujer en sus pinceles. Reunirá sesenta obras, procedentes de grandes colecciones y museos nacionales.
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