Borrar
GASPAR MEANA
De Lincoln a Obama
OPINIÓN ARTICULOS

De Lincoln a Obama

EL NUEVO LÍDER DEL PARTIDO DEMÓCRATA Si Licoln aprovechó la Guerra Civil para dotar a los Estados Unidos del mayor ejército del mundo y pasar en una década de la lucha fraticida a la construcción de un imperio, Obama invocará al pacifismo y seguirá intentando enamorar al mundo.

JULIÁN BÁRCENA ASESOR FINANCIERO

Jueves, 4 de septiembre 2008, 04:45

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

E L 1 de enero de 1863, el presidente Lincoln, uno de los fundadores del entonces recientemente creado Partido Republicano, promulgó la histórica Acta de Emancipación, por la cual los negros americanos quedaban liberados y se declaraba abolida la esclavitud. 'El Anciano', como llamaban sus colaboradores a Lincoln, era conocido por la población negra de los estados esclavistas del Sur como 'Padre Abraham'. Pero lo cierto es que, detrás de todo este aparente paternalismo, el gran impulso que movía a Lincoln era el de mantener unida a la joven nación americana frente a las aspiraciones secesionistas de los estados sureños. De hecho, el Acta de Emancipación sólo hacía referencia a los esclavos que vivían en los Estados que formaban parte de la Confederación. No afectaba, en absoluto, a los denominados 'Estados de frontera', en muchos de los cuales la esclavitud seguía vigente, y cuyas legislaturas dudaban entre unirse a los secesionistas o permanecer en la Unión. Y, desde luego, en nada incomodó a los Estados del norte, en los que el tema racial ni siquiera era un problema, dada la escasa población negra que, en aquel entonces, vivía en ellos.

La historia, en definitiva, ha incluido en el panteón de los idealistas, a una figura que, como tantas otras a lo largo de los siglos, supo convertir la necesidad en virtud. Porque el Acta de Emancipación no es un documento que brille por su humanismo y compasión. Era, ante todo, un arma política destinada a dinamitar las entrañas de los únicos enemigos que reconocía Lincoln: aquellos que, por la razón que fuese, quisieran atentar contra la «unidad de destino» en que consagraron los padres fundadores a los Estados Unidos de América un 4 de julio de 1776.

El presidente Lincoln, en definitiva, no era un abolicionista, pero dependía de éstos para imponerse en su lucha contra la desintegración nacional. Tampoco apoyaba la esclavitud, simplemente estuvo dispuesto a mirar hacia otro lado, mientras consideró que esta actitud podría bastar en aras de evitar una guerra civil que, en aquella época, costó 600.000 vidas en los campos de batalla.

Mientras tanto, el Partido Demócrata era el único que mantenía su implantación tanto en el Norte como en el Sur. Y el General McClelan, puesto por Lincoln a la cabeza del ejército de la Unión al comienzo de la guerra civil, disputó la presidencia a Lincoln desde las filas demócratas en las elecciones de 1864, con la guerra aún en curso y a favor del Norte, y con un ideario conservador que, en lo referente a cuestiones raciales, hacía todo tipo de concesiones a los Estados del sur en pos de conseguir una paz negociada.

Respecto al Acta de Emancipación, en sí misma, cabe decir que significó un escaso avance en la legitimación de los derechos de los negros americanos, por cuanto la esclavitud no quedó abolida de forma definitiva, hasta la incorporación de las necesarias enmiendas constitucionales promovidas por el presidente Andrew Johnson, sucesor de Lincoln, años después de que finalizara la Guerra de Secesión.

Estos días, 147 años después de que el republicano Abraham Lincoln accediera a la presidencia de los Estados Unidos y 145 años después de la promulgación del Acta de Emancipación, un hombre de color, Barack Obama, acaba de aceptar la nominación del Partido Demócrata para presentarse como candidato a la presidencia. Lo hace después de una encarnizada lucha con una mujer, Hillary Clinton, senadora por Nueva York, esposa de un ex presidente y que, más allá de ser la primera mujer que ha contado con posibilidades reales de competir por la presidencia de su país, no dejaba de representar al ala más tradicional del Partido Demócrata: ésa que se preocupa por la causa racial, pero dominada por blancos; dispuesta a guiñar el ojo a la minoría católica hispana, pero desde los principios de los blancos, anglosajones y protestantes, que forman el filón electoral que decide y que, tanto demócratas como republicanos, se disputan.

Se dice que Barack Obama es el nuevo Kennedy. Yo digo que será el nuevo Lincoln:

Invoca a Martin Luther King y alardea de su alineación demócrata, pero rememora el republicanismo del legendario presidente decimonónico y su advocación a un gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo.

Afirmará los valores del Partido Demócrata y proclamará brillantes discursos evocando a Quincy Adams, a Madison y a Jefferson, pero obviando que ellos, aunque demócratas como él, tenían esclavos antepasados suyos.

Apelará con orgullo a la cuestión racial, pero con tacto suficiente como para que no se convierta en una cuestión de fondo en la campaña electoral.

Explotará esa imagen de idealista que se está construyendo, pero se mostrará duro como una roca en cuestiones clave para el orgullo americano.

D e alcanzar la presidencia, si Lincoln aprovechó la Guerra Civil para dotar a los Estados Unidos del mayor ejército del mundo, y pasar en una década de la lucha fraticida a la construcción de un imperio, Obama invocará al pacifismo y seguirá intentando enamorar al mundo. Pero Barack Obama cree en esta idea no como un fin, sino, tal como ocurrió con Lincoln y el Acta de Emancipación, como el medio más adecuado en este momento para hacer que los Estados Unidos prevalezcan. Porque Barack Obama es un Abraham Lincoln pragmático y utilitarista. Por eso ha triunfado en la Convención Demócrata del modo tan rotundo en que lo ha hecho. Por eso los Clinton no han tenido más remedio que acabar haciéndole la corte. Y por eso McCain sabe que se enfrenta a un rival poderoso... pero con un incómodo talón de Aquiles: los herederos del General McClelan, los demócratas de los Estados del sur. Porque la historia demuestra que hacer un análisis desde el criterio de que el Partido Demócrata representa en sí mismo un ideario más integrador en cuestiones raciales, supone un gran simplismo.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios