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José Antonio Cuesta, de niño, en el taller de su padre, en 1968.
Fabricado en Ribadesella

Fabricado en Ribadesella

Los mejores palistas del mundo han competido con embarcaciones elaboradas en este taller, fundado en 1940 por el abuelo del actual propietario

NOELIA G. ARNEDO

Viernes, 8 de agosto 2014, 00:26

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Las localidades asturianas de Arriondas y Ribadesella acogen este fin de semana una nueva edición del Descenso Internacional del Sella, donde los protagonistas vuelven a ser las piraguas. Un deporte que durante años llevó el sello de una saga de grandes palistas, los hermanos Cuesta -José Antonio, Leandro y Máximo-, cuya afición por las piraguas les llevó a tomar parte en dicha competición que hoy es una cita ineludible del verano asturiano.

Antonio, el mayor de los tres, ganó esta prueba internacional en tres ocasiones. En 1951 lo hizo en solitario. Tres años más tarde se impuso de nuevo, esta vez en compañía de su hermano Máximo. Pero hay que remontarse hasta 1949 para entender los éxitos deportivos de esta familia, ya que fue ese año en el que consiguió, junto a su otro hermano, Leandro, su primer triunfo. Y lo hizo con una piragua que él mismo construyó y a la que dio forma en el taller de carpintería que había abierto su padre en 1940.

Actualmente es su hijo, José Antonio Cuesta, quien se encarga de mantener a flote la fábrica de piraguas en la que se especializó su padre, un gran deportista y empresario riosellano. «Él conocía muy bien el trabajo de la madera. Fue un maestro para mí», asegura.

Como resultado de la gran calidad de sus trabajos, las piraguas de madera Cuesta «se vendieron en todo el mundo. Cientos de piraguas hechas en Ribadesella despertaron el interés de todo el mundo: neozelandeses, holandeses, húngaros, portugueses... Todos ellos competían con nuestros kayaks». Exportaban al extranjero y sus embarcaciones pronto se vieron en campeonatos del mundo y en Juegos Olímpicos.

Hechas a mano

Aunque la confección de las piraguas sigue siendo manual en el taller de la familia Cuesta, difiere del método que utilizaban antaño. Ahora, señala Antonio, «al utilizar moldes laminados es menos complicado». Los materiales, poco a poco, también han ido cambiando, y la madera ha ido dejando paso a otros componentes más ligeros y resistentes, como el carbono y la fibra de vidrio, lo que ha traído consigo una reducción notable del tiempo de fabricación. «Si para hacer una piragua de madera se tardaban meses, ya que se requería de mucha mano de obra, ahora, apurando, en unos 15 días ya tenemos una lista para competir», asegura. «Con la madera todo el trabajo se hacía de forma rutinaria, a mano: el ensamblado, el corte... Es una labor muy delicada que requiere de cierta destreza. La fibra de vidrio, en cambio, es más fácil de trabajar», añade Antonio.

Tampoco pesan lo mismo. «De aquella -dice el hijo- eran kayaks de tablas más gruesas. Ahora son de chapas más finas, por lo que son más livianos. Si las de antes pesan 50 kilos, las que fabricamos ahora rondarán los 15».

Tomando lo mejor de cada material, desde hace unos 15 años, en Piraguas Cuesta se trabaja en la fabricación de embarcaciones combinadas, una mezcla de madera y fibra de carbono. «El casco se hace de este último material -señala Antonio-, ya que ofrece la misma resistencia que el acero pero es mucho más ligero. Y la madera que empleamos es de cedro (ligera e incorrompible) y de ébano (de color negro, resistente y, estéticamente, muy bonita). Esta última para rematar las puntas y los bordes». Aunque más que el material, lo más importante son las formas, ya que hay que conseguir las más adecuadas para que los kayaks o canoas sean «lo más rápido y cómodo para el piragüista».

Piraguas personalizadas

Antonio Cuesta hijo tomó el relevo de su padre y está ahora al frente de una fábrica que, sin alejarse mucho de la forma tradicional de trabajar las piraguas, busca hacerse un hueco entre la feroz competencia que viene de fuera. Mientras que en Portugal se cuentan por decenas los talleres especializados en la fabricación industrial de estas embarcaciones, en Asturias apenas hay un par de fábricas y la de los hermanos Cuesta, cerca de cumplir los 75 años, fue pionera en este sector. «Empezaron a traer las del país vecino cuando todavía estaba la peseta en España. El escudo portugués era más barato y al cambio salían ganando», apunta el riosellano.

Un terreno que las marcas portuguesas parecen dominar, tal y como aseguran muchos piragüistas, no tanto porque su precio sea más económico, sino por su eficaz campaña de marketing.

Situado en el pequeño pueblo de Llovio, en el municipio riosellano, en el taller Piraguas Cuesta, y a diferencia de otras fábricas, solo se construyen kayaks por encargo. «Apostamos desde siempre por la calidad y por unos productos personalizados. No es lo mismo hacer una piragua para competir en pista que para hacerlo en río», señala Antonio, quien reconoce también que dependen otros factores, como los gustos y la comodidad de los deportistas.

Nuevos modelos

Al igual que su padre y sus tíos, Antonio Cuesta hijo hizo sus pinitos en el mundo de la competición, pero pronto lo dejó. «Aunque ya llovió, todavía me acuerdo del Descenso del Sella del 75, en el que quedé de los primeros en K-1 juvenil. Me ganó el padre del también piragüista Saúl Craviotto», recuerda.

Centrado ahora en sus negocios y en el taller familiar, lleva cuatro años diseñando un nuevo modelo de piragua llamado 'Arco 2', una versión mejorada del prototipo 'Arco 1' al que han incorporado nuevas mejoras y reformas. «Hemos reducido la superficie en el casco, la fricción y la resistencia de avance para que roce menos y sea más rápida, buscando al mismo tiempo el máximo confort del piragüista».

Es una embarcación de poca ola que se prueba actualmente en el embalse de Trasona y con la que se pretende llamar la atención de los deportistas, tal y como hizo Antonio Cuesta padre, con la ayuda de su hijo, que había terminado recientemente los estudios de diseño técnico, con aquel famoso modelo con el que compitió el equipo español en los Mundiales: el K-4 Omedina, del que se fabricaron muchas unidades y se repartieron por todo el mundo. «Las piraguas Omedina eran de la misma longitud que ahora, pero el casco era mas plano, por lo que calaba poco. Incorporaban también un timón y palas de madera invertidas», asegura Juan Feliz, exganador del Sella, uno de los tantos aficionados a este deporte que han competido con una de las piraguas elaboradas por los hermanos Cuesta.

«Conservo aún en el garaje una de las piraguas que fabricó Antonio Cuesta padre -afirma Juan-. No la uso porque no la quiero romper. El casco es de madera contrachapada y por arriba lleva lona pintada».

Antonio Cuesta era un enamorado de la madera y de su oficio, así como del piragüismo. Quienes le conocían le califican como un perfeccionista que se fijaba en todos los detalles, siempre pensando en cómo poder mejorar. Quizás, por ello, logró llegar a lo más alto, escribiendo con su nombre parte de la historia de este deporte y del Descenso del Sella. Un legado con el continúa hoy día su hijo.

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