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Jesús Iglesias, empujando la silla de su hijo menor, Enol.
La verdadera mano izquierda

La verdadera mano izquierda

El Senado puesto en pie rindió homenaje a Jesús Iglesias, el motor gijonés de IU desde 1991 que ahora busca local para reabrir un bufete

PPLL

Domingo, 5 de julio 2015, 00:35

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«No he visto en mis veintinueve años en las Cortes Generales un trabajo, una dedicación y un respeto como el del senador Jesús Iglesias. Un senador comunista que se llama Jesús y se apellida Iglesias, pero llama la atención, sobre todo, por su trabajo. Indudablemente, le recordaremos». La declaración de Iñaki Anasagasti llegó después de que todo el Senado rindiera «fuertes y prolongados aplausos de los señores senadores puestos en pie», según el diario de sesiones. Fue en la sesión plenaria del 25 de junio, en la que Jesús Iglesias, el motor gijonés de IU desde 1991, ponía punto final a su carrera política.

LAS CLAVES

  • Íntimo.

  • Las campanadas marcaron que naciera en 1959, puesto que Jesús Iglesias llegó al mundo el 1 de enero. Una puntería para nacer que heredó su primogénito. Illán lo hizo un 22 de diciembre, cuando su padre tenía cita en el Parlamento asturiano para el pleno de presupuestos. El pleno se lo 'comió' su compañera Emilia Vázquez. Casado con Ana, la familia la completó Enol, hace dos años. Sportinguista hasta la médula, su apariencia tranquila esconde un nerviosismo que aplaca con caminatas eternas y carreras por la playa. Ha hecho varias veces el Camino de Santiago.

  • Público.

  • Abogado, licenciado por la Universidad de Oviedo, abrió su despacho en Gijón y lo compatibilizó con su etapa como portavoz de IU en el Ayuntamiento de Gijón, entre 1991 y 2000. Fue uno de los impulsores de la creación de la coalición. Lo hizo desde el PCE, en el que militaba desde 1982. Antes, en la clandestinidad, fue miembro de las Juventudes Comunistas. Sustituyó a Llamazares como Coordinador de IU Asturias y fue diputado en la Junta entre 2007 y 2012, cuando se convirtió en senador. Ahora busca local en Gijón para volver a empezar como abogado.

O eso creía él, porque el empate entre los dos candidatos a presidir el Principado le ha trastocado los planes. No abandonará su despacho de senador -un reducido espacio que comparte con otros compañeros- el jueves, como tenía previsto.

Una situación que, para otros, no generaría más trastorno que dejar pasar el tiempo, para Iglesias supone zambullirse a fondo en el pleno de esta semana y en preparar iniciativas posteriores, hasta que llegue su relevo. Y, sobre todo, supone pasar «vergüenza»: volverá a ver a todos los que le homenajearon.

Porque Jesús Iglesias no es amigo de protagonismos. Sonriente, tímido, escondido tras su rubio flequillo y las gafas que ocultan sus ojos azulísimos, siempre ha sido esquivo a ser el centro de la fotografía. Aunque fuera él el objetivo. Y lo ha sido muchas veces. Como candidato a la Alcaldía de Gijón -entre 1991 y 2000-, a diputado general -en 2000 y 2004, o presidir la Junta General del Principado en 2007, 2011 y 2012. O como coordinador de IU Asturias.

Entodas las ocasiones, se arregla Iglesias para aparecer acompañado. Con su equipo. Porque este abogado gijonés, que con la carrera recién terminada se lanzó a la aventura de abrir despacho -del que no se alejó hasta que llegó a la Junta- siempre hace equipo. Con los de casa y con los de fuera. De su tándem con el socialista Vicente Álvarez Areces , hoy senador como él, dependen la mayoría de los grandes proyectos que transformaron Gijón en los 90 y de las claves de la Asturias del nuevo milenio.

En el Ayuntamiento de Gijón fue el apoyo de la coalición la que favoreció el gobierno del socialista. En el Principado, el acuerdo fue más allá y, por dos veces, el Gobierno regional de Areces tuvo consejeros de IU. Una ley, la del Salario Social, es hija de esa unión. Más en concreto, de la presión de IU a su socio.

Socarronería versus tensión

Pero esa medalla tampoco se la pondrá Jesús Iglesias. Como ninguna de las logradas. Ese es el pero que le ponen todos sus colaboradores. Que su modestia, su eterna sonrisa, su frase socarrona con la que despeja cualquier tensión hayan impedido que no tenga el tirón mediático del que disfrutan otros con menor trayectoria o capacidad de trabajo.

Bajo su aspecto tranquilo bulle un carácter nervioso que intenta aplacar con largas caminatas o carreras por la playa. Mucho corrió cuando discutía con su amigo Churruca. O cuando su otro amigo, Ángel González, se enrocó en no dimitir. Y a la carrera destensó cada vez que IU decidió autoboicotearse.

Fan del Camino de Santiago, lo ha pateado mucho, aunque no tanto como El Molinón, donde exorciza los males políticos gritando los goles del Sporting. Pero ni ahí deja de trabajar. Marcar el teléfono del todavía senador es sinónimo de obtener respuesta. Puede desgranar la última iniciativa mientras hace la compra, le dice a Illán que no corra o pasea a Enol.

Ellos, sus hijos, son las únicas medallas que acepta. En ellos piensa ahora, cuando mientras Ana, su mujer, prepara las oposiciones para dejar de ser maestra itinerante, él busca local en Gijón para volver a empezar como abogado. A los 56, como a los 22, Jesús Iglesias salta al vacío. Pero, como cuando se afilió en la clandestinidad al PCE, no tiene miedo. Porque salta por la izquierda.

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