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El Puerto Deportivo de Gijón fue ayer, y será aún hoy, sede de mercado romano con muestras de oficios y caracterización para los visitantes.
La reconquista romana de Gijón

La reconquista romana de Gijón

El Arcu Atlánticu propone un viaje al pasado y convierte el Puerto Deportivo en un mercado romano mientras hace sonar en las Termas instrumentos milenarios

Jessica M. Puga

Domingo, 26 de julio 2015, 01:51

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Los romanos han vuelto y esta vez con todo el equipo. Leñadores, guerreros, productores de monedas, artesanos y esclavos se han instalado en el Puerto Deportivo de Gijón, frente a la Antigua Rula de la ciudad, como parte del programa del Festival Arcu Atlánticu. Su objetivo es mostrar cómo era la vida en la Antigua Roma en torno al siglo I antes de Cristo, es decir, cuando aún se estaba gestando su historia como imperio mediterráneo, centrándose en los diferentes oficios que podrían encontrarse en los mercados romanos.

Detrás de todo el trajín de Nundidae está el Museu de Badalona. Desde la ciudad catalana han viajado voluntarios caracterizados y cargados con una amplia gama de utensilios y productos romanos con los que acercar a los visitantes los secretos de un pueblo que dejó una huella tan profunda en la península ibérica que aún permanece latente. La prueba de ello está en que varios visitantes comentaban que muchos de los utensilios que el equipo mostraba aún es posible verlos en las casas como, por ejemplo, la vajilla de barro. Más difíciles de encontrar son las sartenes de latón, el material bélico, la forma de acuñación de las monedas o de hacer mosaicos. Todo ello se puede ver y aprender aún hoy, de 11 a 14 horas, en el Puerto Deportivo. Ningún detalle está descuidado, hasta los voluntarios se meten en el personaje, apuntes históricos en mano, para ofrecer al público muy numeroso durante toda la jornada de ayer una clase práctica de historia.

«Nosotros somos libertos, es decir, esclavos que hemos obtenido la libertad. Por eso podemos estar en el mercado, llevar túnicas teñidas y hasta joyas», explica Roser Ramos, encargada del puesto gastronómico de esta particular feria expositiva. «Tenemos ejemplos de la dieta básica de los romanos. Vemos que legumbres, como lentejas o judías blancas, pescados, carne y, especialmente, mucha fruta y especias conformanan la base de su alimentación», explica al tiempo que señala muchos de los productos de su mostrador. Junto a ella está la máquina necesaria para moler el trigo y el mijo, con la que hacían harina, indispensable para su cocina. «Era una especie de levadura casera a la que posteriormente fueron añadiendo especias», explica.

Fueron también los romanos, ávidos emprendedores, los que le cogieron el gusto a la conservación alimenticia, apostando por la salmuera y el proceso de ahumado. «Primero conservaban el pescado azul», explican desde el salsamentarius, es decir, la zona destinada a conservar el pescado cuando no había neveras. «La sal o añadir hierbas como el tomillo, el romero o el laurel era lo que realmente encarecía el precio de los productos», aseguran. Un gusto por la comida que no todos los ciudadanos podían disfrutar pues «debido a los numerosos incendios domésticos, el emperador llegó a prohibir cocinar en casa. Solo podían hacerlo los que tenían un nivel superior», explica Anna Gil. Ellos son los que podían tener cuencos de barro, sartenes de latón y cubiertos de maderas de pino u olivo; y quienes tenían también vajillas hechas con arcilla de sigillata y decoradas, reservada para ocasiones especiales.

Al margen de la cocina estaban el lignarius (leñador), unguentaria (zona cosmética), officina monetalis (talleres donde se acuñaban monedas), funicularius (donde fabricar cuerda de esparto) o musivarius (taller de mosaico). Representantes de cada profesión están en Gijón para contar en primera persona qué tienen y cómo trabajan. «Los romanos eran muy mañosos con las manos. Usaban brocas, escuadras, tornos, resina para agarrar... De hecho ellos inventaron la segunda máquina taladradora de la historia, la bailarina, que funciona mediante movimientos de rotación», explica Toni Ponce.

Como parte de esta comitiva, encabezada por Joan Mayné (quien fuera director del Museu de Badalona), hasta el público puede viajar en el tiempo. Con una túnica, una peluca, un poco de caracterización, en cinco minutos se podrá viajar 2.000 años. Lo hicieron, por ejemplo, los miembros de la familia Navarrete Santana, quienes aprovecharon su visita a Gijón, procedentes de Vigo, para pasear por las carpas del Arcu Atlánticu.

Para que una vez dentro del papel, la inspiración no cese, la actividad romana de ayer en Gijón se prolongó durante todo el día. Por la tarde, al tiempo que un gran número de curiosos se acercaban al mercado romano y varios de sus responsables se recorrían el certamen dejándose fotografiar al grito de «¡Lana por diez denarios moneda de plata romana!», otros optaron por conocer la cerveza romana. David Moya Manrique ofreció la conferencia titulada BDN Cerevisia, la cerveza gala comercializada en el Imperio Romano.

Si la actividad diurna dedicada al mundo romano fue intensa, la caída del sol no supuso lo contrario. Primero, porque hasta en torno a las 21 horas, los responsables del mercado estuvieron atendiendo a los visitantes, y segundo, porque a esa hora la actividad se concentró en las Termas Romanas de la ciudad, donde se llevó a cabo el espectáculo De música Antiqui Narrabant a cargo de la Asociación Cultural Ludi Scaenici, procedente de Italia. Un aforo reducido a 40 personas pudo disfrutar de una representación musical llevada a cabo con instrumentos típicos de la época como tibias pares e impares, tuba, lyra, cornu, crotala, bucina, tympanum, scabillum, sistrum, oblicuum calamum o utriculus. La caracterización y el buen ambiente reinó durante el espectáculo, de una hora de duración. El estudio y los archivos literarios, históricos y arqueológicos han hecho posible que instrumentos de este tipo, y por tanto su música, pueda disfrutarse en nuestros días. De darlos a conocer al público se encargaron en primera instancia Cristina Majnero y Roberto Stanco, fundadores de la asociación italiana que lleva casi dos décadas llevando la música antigua romana por todo el mundo.

En definitiva, tal y tan variada es la actividad del Imperio Romano durante este fin de semana que, si Astérix y Obélix levantaran la cabeza y se asomaran a lo que entonces se conocía como Gigia, clamarían bien alto llamando a Tutatis. Pero, tranquilos, que estos romanos no están locos y solo quieren mostrar cómo era su actividad diaria.

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