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«No seguí en política porque intenté servir a la gente y me tacharon de ingenuo»

«No seguí en política porque intenté servir a la gente y me tacharon de ingenuo»

Ramiro Fernández Psicoesteta y peluquero de la Selección Española de Fútbol. A sus 72 años, asegura que el peluquero del siglo XXI tiene que tener «conocimientos mínimos de economía, química, dermatología, dibujo artístico e idiomas»

PPLL

Domingo, 26 de julio 2015, 01:34

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Cada mañana, antes de salir de casa, Ramiro Fernández se mira al espejo, pone su mejor sonrisa, y llega al trabajo con energía. Aunque lo suyo no fue amor a primera vista (aprendió «a la fuerza» un oficio que no le gustaba), no tardó mucho en enamorarse. Y ahí sigue. Iba para sacerdote, pero con el tiempo se dio cuenta de que podía llevar su apostolado por otro lado. A punto de cumplir su medio siglo de profesión en la capital, acumula 18.350 días de trabajo, suma 186.880 cortes (lo que equivale a nueve toneladas de pelo), ha afeitado 49.420 barbas y por su manos han pasado 150 tijeras, 700 peines, 120 navajas y 9.300 cuchillas.

-¿Qué es un psicoesteta?

-Ahora está volviendo todo a lo antiguo otra vez, los afeitados y los cortes con máquina. Los dentistas siempre dicen que hay tres profesiones que son las más antiguas: sacamuelas, barbero y prostituta. Y fíjese lo que han evolucionado desde que eran sacamuelas hasta ahora que son odontólogos. Como peluquero mi intención era romper con el barbero parlero y pasar al profesional psicoesteta. Es la ciencia que se ocupa de coordinar todos los aspectos de la moda. Tratamos de potenciar la imagen de cada cliente a través de un peinado, el bigote y las patillas. El cliente busca que le favorezca y singularice. Se trata de armonizar el fondo y la forma.

-Usted iba para sacerdote, ¿cuándo se le cruzó este oficio en su camino?

-Soy el último de siete hermanos. En mi localidad, Nembra, uno o dos hijos siempre iban para el sacerdocio. Al ser el último se empeñaron en que fuera al colegio de los claretianos durante un año en Contrueces, pero mi hermano tenía una peluquería y convenció a mi padre. Con 16 años yo estaba convencido de que podía ser sacerdote, pero mi hermano se empeñó en que aprendiera a afeitar.

-¿Y le gustaba?

-Aprendí a la fuerza algo que no me gustaba. Al año y medio mi hermano marchó a Brasil y me quedé un poco huérfano y entonces mi padre me dijo que o la mina o la peluquería.

-Optó por la peluquería.

-Pedí trabajo en la peluquería Jovellanos en Gijón y me hicieron una prueba. Luis Álvarez Ronaño fue clave para mí. Allí me di cuenta que el apostolado se puede llevar por otro lado. Me enamoré de la profesión. Durante estos casi 50 años han pasado por mi casa 138 aprendices y ahora 128 ya tienen su pequeña peluquería. Me siento muy orgulloso porque empezaron a barrer conmigo. Ahora la figura del aprendiz ya no existe.

-Es usted un buen maestro.

-Como le digo, creo que el apostolado se puede llevar de muchas maneras. Me dedico en cuerpo y alma a mi profesión. Cada cabeza es un problema que hay que resolver.

-¿Cómo es la peluquería del siglo XXI?

-Aparte de dominar todos los conceptos de la profesión (cortes, peinados y estética) tienen que tener conocimientos mínimos de economía, química, dermatología, psicología, dibujo artístico, psicoestética, idiomas y conocimiento de internet.

-¿Qué encuentra un cliente de Ramiro?

-Atención, amabilidad, dedicación y profesionalidad. Mi vida es la profesión. Cuento con un equipo extraordinario (son cuatro chicos y cinco chicas). En el trabajo hay que ser muy riguroso. Soy un peluquero estudioso, cargado de defectos, pero soy tajante. Todos mis colaboradores me han dicho que soy muy exigente pero ahora que ellos se han establecido lo son tanto o incluso más que yo.

-Fue usted también concejal.

-Fueron cuatro años en los que me di cuenta de la importancia del sentido común. No seguí en política porque intenté tratar de servir y entonces me tachaban de ingenuo. Me ocupé del Bellas Artes y ahí comenzó mi afición por la pintura.

-¿Qué le parece el nuevo Gobierno?

-Yo soy amigo del consenso. Por eso pido que apuesten por lo mejor para la ciudadanía y la ciudad. Que dialoguen y se entiendan. La gente está cansada de la situación. Por eso se han tenido que ir a otros países. Es muy triste y lamentable. Tengo la esperanza de que eso pueda cambiar independientemente del color del partido que nos represente.

-¿Peinó a Agustín Iglesias Caunedo el día de su boda?

-A él y a los testigos. No soy partidario de que un novio se corte el pelo el día de su boda. Nosotros llevamos a cabo un estudio de tres meses para que ese día sea solo peinar, afeitar y lavar la cabeza.

-¿Y quién le corta el pelo a Ramiro?

-Cualquiera de mis colaboradores. Solo puedo hacer una sugerencia, el resto del tiempo me siento en la butaca y me relajo.

-¿Es coqueto?

-Quien cuida su imagen cree en sí mismo. No soy un presumido. El hombre es tan coqueto o más que la mujer pero no quiere ponerse en evidencia. Yo me miro en el espejo, que es el mejor amigo del hombre, y hay quien se mira y quien no quiere verse. Cada 15 o 20 días me retoco los volúmenes porque no me gusta tener mucho en la zona de los parietales. Me hago una higiene facial cada tres meses y cada dos, la manicura. Cuido la alimentación y camino todos los días media hora.

-¿Cómo comenzó su relación con 'La Roja'?

-El primer contacto fue con Javier Clemente como seleccionador. Estaban en el Reconquista. En un primer momento vino Luis Enrique con los del Real Madrid y luego, Abelardo con los del Barcelona. Al verlos, Clemente le dijo a Abelardo que llamara a su amigo peluquero. Fui al Reconquista y me preguntó si podía cortarle el pelo. Le dije que sí, y desde entonces. Al mes me llamaron para decirme que estaban en Puente Viesgo y al poco me fui con ellos a Valladolid. Mi primer viaje fuera de España con la selección fue a Bratislava. Llevo cinco campeonatos del mundo y cuatro europeos. Son 24 años con la selección. A mis 72 años estoy con chavales de 18 a 30 años.

-¿Y cómo es el trato con los futbolistas?

-Hay una camaradería extraordinaria. Soy discreto, prudente, hay que saber estar y me mantengo en tercera fila. Hay que ser profesional. Los chicos están muy actualizados con las novedades y a mí me obligan a estarlo. Sergio Ramos siempre se fija en los zapatos y el cinturón que llevo.

-¿Cuál es su relación con Gijón?

-En Gijón comencé a a conocer, a amar y a disfrutar de este oficio y gracias a ello hoy soy feliz. Empecé en El Musel con mi hermano y después en la peluquería Jovellanos. Los primeros 'amores' nunca se olvidan y Gijón fue clave en mi profesión.

-¿Y suele ir a menudo?

-No tanto como me gustaría, la verdad, aunque siempre que puedo, no dudo en ir y pasear por San Lorenzo. Además, soy el socio número 1.767 del Sporting y me gusta ver los partidos en el estadio de El Molinón. Allí me reencuentro siempre con entrañables amigos y disfruto del buen fútbol.

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