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Rosabel Berrocal, sonriente.
La maga del espectáculo

La maga del espectáculo

Actriz y directora de teatro, Rosabel Berrocal es la responsable de que Gijón disfrute con los Reyes Magos y Carnaval

PPLL

Domingo, 16 de agosto 2015, 00:18

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Rosabel Berrocal (Gijón, 1953) es pura energía. Teatrera de vocación y profesión, devoradora de libros, amante de la buena cocina, feminista militante y viajera empedernida, esta vivaracha gijonesa es la responsable, desde el departamento de Producción de Divertia, de que cada cinco de enero la magia inunde las calles de Gijón en forma de Cabalgata capaz de sacar a la luz el niño que todo el mundo lleva dentro. Una magia que, defiende, «no puede faltar en nuestra vida». Una magia que descubrió de niña, cuando a la luz de una bombilla colocada en la calle asistía fascinada a espectáculos de titiriteros y faquires.

PINCELADAS

  • Familia.

  • La suya es «maravillosa». De su madre heredó la devoción por los libros, de su padre, su espíritu guerrero y feminista.

  • La máscara juvenil.

  • Fue el primer grupo de teatro al que perteneció, con apenas catorce años.

  • Telón de Fondo.

  • Se unió a este grupo por mediación de su marido y en él desarrolló al máximo sus facetas de actriz y directora.

  • Divertia.

  • Desde hace más de veinte años se dedica a hacer posibles eventos como el Carnaval y la Fiesta de la Sidra, entre otros.

La suya fue, recalca, «una infancia maravillosa». Y no es que en su familia sobrase el dinero, precisamente. Ni falta que hacía. Pasaba las horas muertas junto a sus amigos en lo que ellos llamaban 'La Canterona', un descampado que una empresa maderera utilizaba como almacen de troncos. La llegada de los cíngaros con sus caravanas a la ciudad, recuerda, era todo un acontecimiento. Al igual que el montaje de los circos, que por aquel entonces se solían instalar en la actual zona de los Institutos. Fue en aquellos años de niñez cuando Rosabel descubrió el mundo del espectáculo. Un mundo que la encandiló desde el primer momento y que ya no abandonaría nunca jamás.

Un libro en su mesita

Influyeron también, reconoce, los libros que su madre le prestaba. «Salió de la escuela a los siete años, pero nunca faltaba un libro en su mesita de noche y adoraba a Rosalía de Castro», apunta, y rememora con una sonrisa en los labios sus visitas a una librería situada en la calle Begoña donde, por unas pocas pesetas, se podían alquilar novelas. Si su madre le inculcó el amor por la literatura, su padre le enseño que no por ser mujer era inferior a ningún hombre. «Siempre me apoyó y me animó a hacer lo que me gustase», explica, y relata su primera confrontación 'feminista'. «Tenía tres añinos y estudiaba en La Escuelona. Un niño quiso impedirme jugar a algo por ser chica y yo, ni corta ni perezosa, le tiré una piedra, con la mala suerte de que le partí el labio», relata, y el gesto le cambia al recordar el shock que se llevó al ver la sangre. «Ya entonces comprendí que la violencia no lleva a ninguna parte y que es mucho mejor dialogar», asegura, mientras reitera sus disculpas al afectado.

Tras este incidente, Rosabel decidió canalizar su energía en una de sus grandes pasiones, el teatro, y pronto demostró ser no sólo una gran actriz, sino una talentosa directora y una empresaria con futuro. «Me montaba mis propias funciones en el portal de casa e incluso cobraba entrada», recuerda, entre risas. En el colegio e instituto siempre participó en las funciones teatrales e, incluso, llegó a dirigir más de una. «Una vez, por Navidad, hicimos un montaje del 'Romancero español' al que una profesora de Literatura hizo referencia en clase varios años después. Fue mi primera buena crítica», rememora, sin olvidar cual fue la primera mala. «Con catorce años recité un poema de Rubén Darío en el Ateneo Obrero ante la prensa, y al día siguiente me pusieron pingando. Con razón, pues estaba muy nerviosa», explica. Un palo que, sin embargo, no hizo sino reforzar sus ganas de hacer teatro pues, como ella misma recalca, «es de los errores de lo que más se aprende».

Gracias al pulpo

Por aquella época comenzó a formar parte del que fue su primer grupo de teatro, 'La máscara juvenil', hasta el que llegó gracias a su amor por la gastronomía. «En la cafetería del Ateneo hacían un pulpo riquísimo y yo solía ir a merendar. El grupo, que ensayaba allí, estaba buscando chicas y al verme con tanta frecuencia decidieron invitarme». No hace falta decir que, por supuesto, aceptó.

Terminado el instituto, comenzó a estudiar Medicina, aunque dos años después dejaría los estudios al quedarse embarazada de su primera hija. Era aquella una época, recuerda, en la que no era sencillo ser madre y trabajar, menos estudiar. «Pedí plaza en la primera guardería del Principado, pero me rechazaron por ser estudiante», explica.

No importó, poco después de dar a luz, en 1974, su marido, trabajador de Ensidesa, creó un grupo de teatro junto a otros compañeros, y Rosabel no dudó en unirse a la aventura. Fueron más de veinte años los que pasó con Telón de Fondo, grupo al que todavía pertenece su marido, Xulio Vigil, y que le permitió crecer como actriz y directora. En esta última faceta se estrenó de forma profesional con 'La confesión', del portugués Bernardo Santareno, una obra que trataba de forma abierta asuntos que en aquellos años -finales de los 70- eran tabú, como la violencia de género o la homosexualidad.

Fue también gracias al grupo que logró el puesto que hoy ocupa. «Comencé colaborando con el Ayuntamiento en la organización del Carnaval y poco a poco me fui encargando de más cosas», señala. En la actualidad, es ella quien se encarga de citas tan importantes para los gijoneses como la Fiesta de la Sidra, la Hoguera de San Juan, el Carnaval y la Cabalgata de Reyes, entre otros.

En estos años, Rosabel tuvo la oportunidad de conocer a todo tipo de personajes aunque, reconoce, sus favoritos son las personas de a pie, los anónimos. Precisamente su interés por las personas le llevó a licenciarse en Psicología hace apenas unos años y es el principal responsable de que uno de sus proyectos a largo plazo sea vivir varios meses en el extranjero. «Quiero conocer el día a día de otros países y mezclarme con su gente», explica. Hasta que ese momento llegue, Rosabel seguirá haciendo magia para los gijoneses.

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