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Teresa Escudero y Belarmino García, con el libro que la fábrica realizó para sus trabajadores, ayer, en el Café Macondo.
Moreda, industria de Gijón

Moreda, industria de Gijón

Belarmino García relata en un café la historia de la factoría de 1879 a 1980

Alicia G. Ovies

Viernes, 30 de octubre 2015, 00:12

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Ejemplo del desarrollo industrial de Asturias a finales del siglo XIX, la fábrica de Moreda «forma parte sustancial de la historia de Gijón». Fue fundada en 1879 por el ingeniero Isidoro Clausel bajo la denominación Sociedad de las Minas y Fábrica de Moreda y Gijón. En un principio, contaba con 37.000 metros cuadrados. Su cierre, en 1980, dio lugar a uno de los barrios de la ciudad. Sobre sus terrenos se ubican ahora miles de viviendas y comercios. Entre ellos, el Café Macondo, que ayer acogió una conferencia sobre la historia de la factoría a cargo de Belarmino García, miembro de la Asociación Lázaro Cárdenas.

En 1880, la fábrica inaugura el primer horno y un año más tarde el taller de alambre. «En esa época el desarrollo de Asturias se debía al carbón y la siderurgia», explicó García. Este avance estuvo muy potenciado por la inversión de diferentes banqueros. La evolución de la industria ayudó también «al impulso del comercio y el incremento de las vías de comunicación». El sector agrario dejaba paso al capitalismo.

Fue en los primeros años cuando la factoría empezó a colaborar con la Escuela de Artes y Oficios. «Hay que resaltar la importancia de esta relación como elemento que proporcionaba mano de obra». Como anécdota, García recordó que «los ingenieros cobraban 200 pesetas y un peón, 7 reales por jornada». En 1899 pasó a manos de José Tartiere y Lenegre, fundador de más de 50 empresas en todo Asturias. En esa época, Gijón contaba con una población aproximada de 50.000 habitantes. De ellos, «unos 11.000 eran obreros ligados a la producción industrial».

Con la llegada de la Guerra Civil, muchos trabajadores perdieron la vida en los Consejos de Guerra. Luis Redondo, miembro de la Corriente Sindical de Izquierda, recordó en unos escritos cómo de pequeño oía a los trabajadores contar «que orinaban sobre las imágenes de santos que tenían guardadas en una sala». «Eran los vencidos y esa era su manera de vengarse», leyó García.

El periodo de gran expansión llegó con los años 50, cuando empezaron a tener materiales de mejor calidad. El momento «más oscuro» fue la muerte del trabajador José Manuel Laviada tras recibir una paliza en su portal cuando los sindicatos estaban en plenas reivindicaciones al patronato.

Contaminación pendiente

El declive del sector industrial, en los 80, lleva al cierre definitivo de la factoría. Unos años más tarde, los terrenos serían cedidos para la construcción de viviendas cooperativas. «Nos construyeron un barrio, pero con carencias. Entre 1995 y 1997 conseguimos la mayoría de las mejoras a base de luchar mucho. Se decía que era un barrio de rojos», recordó Teresa Escudero, vocal de la Asociación de Vecinos de Moreda. A pesar de los avances, aún quedan muchas cosas que mejorar, pues el barrio es «una de las zonas más contaminadas de Gijón».

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