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José Ángel Álvarez, a la puerta del centro social de la asociación de vecinos Vegas Bravas de Poago, que preside.
«Si los jóvenes no reaccionan las asociaciones vecinales se perderán»

«Si los jóvenes no reaccionan las asociaciones vecinales se perderán»

«La aprobación del PGOU de 2004 fue uno de mis peores momentos, pensé en tirar la toalla. Pero lo tumbamos. David venció a Goliat», recuerda

LUCÍA RAMOS

Domingo, 14 de febrero 2016, 03:47

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José Ángel Álvarez (Veriña, 1948) todavía recuerda aquellos concejos que se organizaban en el pórtico de la iglesia todos los seis de enero para ponerse al día de lo llevado a cabo durante el año en la parroquia y subastar la finca Vegas Bravas que más adelante daría nombra la asociación de vecinos que sustituyó a aquellas juntas vecinales. Todavía guarda los legajos que dan fe de las operaciones registradas en los primeros años de vida de la junta vecinal, creada en 1894. Por aquel entonces, lamenta, todo el pueblo participaba. Algo que dista mucho de lo que ocurre hoy día, cuando la baja implicación de los parroquianos, sobre todo de aquellos más jóvenes, es un problema que lastra seriamente la continuidad de muchas asociaciones de vecinos.

¿Cómo llegó a la presidencia?

Como todos los que estamos metidos en esto. Empecé colaborando con la parroquia, con la sociedad de festejos, con las anteriores juntas... Luego me propusieron ser presidente y accedí. Entré en 1985 y estuve hasta 1993, cuando me tomé un descanso de algo más de diez años para volver de nuevo en 2004. Al principio ocupé también el puesto de delegado del Ayuntamiento, pues en nuestros estatutos se recoge que ambos cargos debían recaer en la misma persona para evitar enfrentamientos.

¿Cómo recuerda aquellos primeros años?

Era muy diferente a ahora. Antes el trato en el Ayuntamiento con el concejal de turno era mucho más cercano. Yo recuerdo de ir a los locales de Urbanismo y encontrarme con otros delegados de Alcaldía y presidentes de asociaciones y finalmente a todos nos atendía. Pero siempre se solucionaban tarde o temprano los problemas que planteabas. Ahora es todo más rígido, más protocolario, hay que andar pidiendo citas, registrar documentos... Aquello era más familiar.

¿Cuál fue el peor momento?

Sin duda, la aprobación del PGOU en 2004. Hubo momentos en los que estuve a punto de tirar la toalla, porque fueron meses de reunión tras reunión sin llegar a ningún acuerdo. Fue increíble lo que se trabajó, todo lo que se hizo por frenarlo. Nos vimos obligados a aprender urbanismo, pues ninguno éramos técnicos ni nada así. Yo, por ejemplo procedía de la siderurgia. Nos tragamos reuniones maratonianas de las que salíamos de madrugada y yo fui más de una vez a trabajar sin dormir. Pero lo logramos. Lo tumbamos. David venció a Goliat. Creo que Gijón nunca vio manifestaciones y protestas como aquellas. Todavía recuerdo la primera 'marcha verde' y a toda la gente de la zona Oeste saliendo desde sus parroquias y juntándose en la playa de El Arbeyal para continuar hasta El Humedal. Fue algo impresionante, la gente se volcó completamente.

¿Qué queda de ese movimiento vecinal revolucionario?

Poco. La gente era más espontánea a la hora de apoyar e ir a protestar, de participar. Ahora para cualquier problema hay que hacer reuniones y reuniones y no hay forma de juntar a cuarenta personas. Se van echando atrás, no quieren participar en el movimiento vecinal. Antaño era diferente, salías y protestabas por cualquier cosa, e ibas a donde fuese y siempre tenías a gente contigo.

¿Cuál puede ser la causa?

Imagino que la comodidad de encontrarse todo hecho. Pero es que parece que se olvida que todo lo que tenemos ahora -caminos, alumbrado, recogida de basuras...- se ganó peleando. Incluso el local social hubo que lucharlo durante más de veinte años. Sin embargo, todo se deteriora y todavía quedan cosas que mejorar y la gente joven no está por la labor. Como esto siga así y no reaccionen, las asociaciones vecinales se perderán. Y es una verdadera pena, porque si no hubiese existido el movimiento vecinal no sé cómo estaría ahora la zona rural.

¿Tiene también algo que ver la despoblación?

Claro. El problema aquí ya empezó con la construcción de la acería, que aunque fue algo positivo por todos los puestos de trabajo que creó, se llevó medio Poago por delante. Hubo gente que se hizo una casa con el dinero que le dieron y quedó aquí, pero otros muchos tuvieron que irse fuera. Aquí entra además el problema de no poder edificar en algunos terrenos. Hay familias que poseen pequeñas parcelas tras años de sacrificios y ahora sus hijos no pueden hacer una casa y tienen que irse a otras parroquias o a la ciudad. No se trata de masificar, ojo, las cosas hay que hacerlas con criterio, pero eso debería permitirse. ¿Cómo no se va a despoblar la zona rural si la propia Administración invita a ello solapadamente?

'Puntos negros'

¿Cómo se presenta el próximo PGO?

Todavía no se sabe nada, pero por lo que se ve, a la zona rural ya se le va a dar otro trato. Hasta que no lo veamos no lo creeremos, pero yo creo que lleva otro carisma, pues, por ejemplo, dejaron que la gente participase mediante los cuestionarios.

¿Cuál es su caballo de batalla actual?

Hay dos cosas que me preocupan especialmente. Una se refiere a la zona rural en general y es la seguridad vial. Creo que la comunicación ya no es un problema para las parroquias gijonesas, pero sí lo son los 'puntos negros', y debe ponerse una solución. Otro problema que vamos a tener en un futuro en Poago está relacionado con el Camino de Santiago y las nuevas restricciones para construir y reformar edificios que se están planteando. Ahora que parecía que el PGO iba a ser más flexible con nosotros, viene esto. Veremos cómo se presenta y de qué forma lo afrontamos.

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