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Bomberos, militares y voluntarios trabajan en las ruinas de uno de los edificios completamente destruidos de Santander. :: HERMES PATO
Gijón contra el fuego de Santander

Gijón contra el fuego de Santander

Cada miembro del destacamento gijonés recibió una gratificación de 150 pesetas por el trabajo realizado

MARCO MENÉNDEZ

Lunes, 15 de febrero 2016, 01:16

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La noche del 15 de febrero de 1941, hace hoy 75 años, quedó grabada a fuego, y nunca mejor dicho, en la historia de Santander. Un pavoroso incendio, originado por un fuerte temporal con vientos de más de 180 kilómetros por hora, destruyó unos 400 edificios de 37 de las calles más antiguas de la ciudad. Para colaborar en la extinción, se solicitó la ayuda de distintos cuerpos de bomberos y de Asturias acudieron los de Gijón, Oviedo y Avilés.

Las primeras noticias que llegaron a la ciudad desde Santander lo hicieron gracias a los buques 'Eolo' y 'Castillo Oñate', que se encontraban atracados en El Musel y que pudieron conectar con otros barcos de Cantabria vía radio, ya que el temporal había destrozado las líneas telegráficas y telefónicas.

A los dos días de iniciado el incendio salieron para Santander los equipos del servicio de incendios de Gijón, a cuyo mando iba su jefe y arquitecto del Ayuntamiento, José Avelino Díaz Fernández-Omaña, secundado por el ingeniero municipal, Guillermo Cuesta. Y allí estuvieron colaborando en la extinción y en socorrer a los vecinos hasta el día 20. Pero es que ya desde el camino de ida no fue fácil para estos bomberos gijoneses.

El propio Díaz Fernández-Omaña explicaba a su regreso que el viaje hacia Santander quedó interrumpido a la altura de Posada de Llanes, ya que el temporal había inutilizado la carretera. Por lo que calificó como «malos caminos», hombres y material pudieron llegar a Llanes, donde embarcaron en el tren rumbo a la capital cántabra.

Con la ciudad aún en llamas, los jefes de los diferentes cuerpos de bomberos que acudieron a colaborar celebraron una reunión técnica en el Ayuntamiento, donde se decidió «repartir por zonas el perímetro donde el fuego estaba localizado». El equipo de bomberos de Gijón quedó incorporado al servicio de San Sebastián, aunque al mando se encontraba el propio Avelino Díaz.

Sin descanso

Y los equipos no pudieron descansar hasta dos días después, una vez que los grandes focos de fuego estaban ya sofocados y «el personal, que trabajó denodadamente, estaba a punto de agotarse. Después, se dieron las últimas batidas y a las siete de la tarde quedaba totalmente sofocado el incendio», relató Díaz Omaña, quien apuntó que «todo el personal de auxilio enviado a Santander trabajó con gran entusiasmo y celo, pudiendo evitarse que el fuego se propagase a más edificios». No fue hasta ese punto que se decidió el regreso de todos los equipos a sus puntos de origen, no sin antes admirar el arquitecto municipal «el magnífico equipo presentado por Valladolid». Una bomba de incendios «precisamente igual a la que el Ayuntamiento de Gijón tiene pedida a Alemania».

Extenuados, los bomberos gijoneses llegaron a la ciudad y se encontraron con la grata sorpresa de que el Ayuntamiento les había concedido una gratificación de 150 pesetas a cada uno, según relata el libro 'Cuerpo de Bomberos de Gijón. 125 años luchando contra el fuego'. Además, las consecuencias de este incendio contribuyeron a que los responsables locales se interesaran por contar con un servicio de bomberos moderno y eficaz en Gijón.

Pero la colaboración gijonesa con los santanderinos no se quedó ahí, ya que desde un primer momento a Asturias le tocó aportar 1.500 mantas, 900 bufandas, ropa de abrigo, 4.000 kilos de arroz y 6.000 de garbanzos. Además, la Jefatura Provincial de Falange Española Tradicionalista y de las JONS coordinó todo tipo de ayuda con destino a Santander, incluido el ofrecimiento de «las directivas del Real Gijón y Real Oviedo para la organización de un partido pro-Santander entre los dos equipos», según rezan las crónicas de la época.

Todos los días la prensa local publicaba las aportaciones económicas individuales que se producían en la ciudad, al igual que las iniciativas solidarias de muchos empresarios, como las de los dueños de las salas de cine y espectáculos de Gijón, que ofrecieron sus locales para la realización de funciones especiales cuyos ingresos íntegros se destinarían a engrosar la suscripción pro-Santander, pues las pérdidas ocasionadas por el incendio se calculaban en 250 millones de pesetas. Toda España se volcó para que Santander recuperara la normalidad lo más rápidamente posible.

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