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LUCÍA RAMOS / ÁNGELA S. CIFUENTES
Domingo, 13 de marzo 2016, 03:44
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«Cada vez somos menos. Nuestros socios son personas mayores y muchas están falleciendo, mientras que los jóvenes que residen en la parroquia no terminan de decidirse a entrar en la asociación». Son palabras de Rafael Jimeno, presidente de la asociación de vecinos Fontevilla de Cabueñes, pero podrían ser las de muchos de sus colegas al frente de unas entidades vecinales que cada vez contemplan, con más preocupación, cómo la media de edad en sus asambleas no deja de subir. La realidad es que el movimiento vecinal se hace viejo a pasos agigantados y, salvo en contadas excepciones, no parece vislumbrarse una solución a corto plazo. EL COMERCIO reunió a 16 portavoces vecinales de la zona urbana y rural de Gijón para conocer de primera mano hasta qué punto afecta este problema al funcionamiento de las asociaciones y saber qué hacen para solucionarlo.
Los representantes vecinales identifican varias posibles causas que explican la ausencia de savia nueva para un movimiento que en su día llegó a paralizar un Plan General de Ordenación (PGO), entre otras hazañas. Para los presidentes de las asociaciones de vecinos de Laviada y Nuestra Señora de Covadonga de Roces, Floro Martín y Pablo Roces, más que de falta de interés, de lo que adolecen los jóvenes gijoneses es de «falta de tiempo. Trabajan muchas horas al día y cuando llegan a casa no tienen ganas ni energía para acudir a reuniones u organizar actividades».
Algo que se acentúa, apuntó su homónimo en la asociación San Miguel de Serín, Luis Junquera, en el caso de las parroquias rurales, donde al tiempo que ocupa el trabajo se suman los desplazamientos y el cuidado de sus mayores en muchos casos. «Eso, los que siguen en el pueblo, que son una minoría, pues al no poder hacer casas debido a la legislación urbanística casi todos tuvieron que irse fuera a vivir», agregó, expresando el sentir de otros representantes de la zona rural como José Luis Fernández 'Aguirre' y Manuel González-Posada, de Bareza-La Lloreda y Roces, respectivamente. Y dio en el clavo, pues, como recalcó el presidente de los vecinos de El Polígono, Manuel Cañete, «hay que tener en cuenta la situación demográfica de cada barrio y del concejo en general, que presenta un alto índice de envejecimiento». Algo en lo que se mostró de acuerdo José María Rubiera, de Castiello de Bernueces, una zona muy afectada por esta circunstancia.
Para la presidenta de la asociación vecinal Jovellanos, del centro, María Teresa Cuevas, gran parte de culpa del desinterés que muestran las nuevas generaciones por unirse a las directivas de estas entidades es el empecinamiento de los miembros más veteranos a marcarles un férreo programa. «Lo que tenemos que hacer es escucharles y no machacarles. Debemos abrirnos y darnos cuenta de que ellos están metidos en temas que quizás en nuestros tiempos no existían», aseveró.
Cañete se mostró de acuerdo e incidió en la necesidad de «reconocer el trabajo de los más jóvenes y trabajar en parlamento con ellos. Además, hay que saber apartarse cuando toca». Algo que desde La Pontica de Cabueñes entienden bien, pues ya en sus estatutos recogen la imposibilidad de repetir cargo más de dos veces para «dar nuevos aires al directiva y evitar que nadie se perpetúe», según explicó su presidente, José Luis Cifuentes.
Nuevo Roces, la excepción
En algunas ocasiones, sin embargo, parece que nada de todo esto funciona. En barrios como La Guía y Somió, sí hay presencia de jóvenes, pero el problema se encuentra en que «no participan», según explicaron sus presidentes, Paulino Tuñón y Soledad Lafuente. En este sentido, su colega de La Camocha, Herminio Torre, lamentó que «se organicen charlas y actos de interés en colaboración con importantes expertos y falte gente cuando luego en las fiestas estamos hasta la bandera». No obstante, reconoció, aquellos jóvenes que sí optan por entrar en el movimiento vecinal lo hacen «predispuestos a colaborar e imbuirse de lleno en el tema, pues ya conocen los problemas que afectan a su zona».
Esta afirmación encuentra su mejor ejemplo en Nuevo Roces, donde una asociación que apenas está aprendiendo a andar ya comienza a dar muestra de altos niveles de democracia y compromiso. «Las decisiones las tomamos siempre de forma colectiva y la responsabilidad es compartida, independientemente de quien aparezca en el papel como presidente. Tenemos muy claro que la única forma de conseguir un mundo mejor es participando de tu barrio, de tu ciudad y de tu país», manifestó la vocal de la asociación vecinal de Nuevo Roces, Beatriz Menéndez, quien fue, a sus 35 años, la asistente benjamina del encuentro. En su opinión, mucha gente joven no termina de animarse con el movimiento asociativo «porque cree que no hay nada que puedan hacer para cambiar las cosas».
Molinos de viento
De esto último saben bastante los más veteranos, como Junquera, quien reconoció que «a veces, la falta de respuesta de las instituciones hace que sientas que estás luchando contra molinos de viento». Aída Artime, de Gigia Cimavilla, le dio la razón y explicó que «cuando haces reivindicaciones año tras año y nadie te hace caso, te desanimas un poco».
Pese a todo, el concejo, aun con las carencias que todavía presenta, «no sería el mismo si las asociaciones de vecinos no hubiesen existido y peleado por conseguir aquello que los gijoneses necesitaban, ya fuese alcantarillado, centros médicos o farolas», recuerda la presidenta de la asociación Evaristo Valle de Lloreda-Tremañes, Carmen Fernández. En ese trabajo, consideran, deben estar los más jóvenes, y con este objetivo en mente seguirán trabajando.
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