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Paloma Lamadrid
Domingo, 14 de agosto 2016, 11:20
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En un lugar donde la destreza con el estoque es muy importante, más relevante aún es ser diestro con el bisturí. Ignacio Domínguez-Gil Juliana asegura que pasa las corridas «en vilo», a pie del coso de El Bibio. Porque este traumatólogo de 63 años forma parte del equipo médico de la plaza gijonesa desde hace ocho años. Fue el cirujano jefe, Javier Álvarez, quien le llamó para incorporarse junto a otros siete profesionales de la medicina, «viendo que había muchos problemas traumatológicos, más que cornadas».
Y es que, por suerte, buena parte de los percances que sufren aquellos que se dedican a la tauromaquia no son graves. «Heridas, contusiones, golpes...» que tienen que ser atendidos en la enfermería de la plaza. Un lugar que cuenta con las condiciones y las herramientas necesarias para operar a un torero de urgencia. «Lo de Paquirri aquí no pasaría», afirma. Conjuga afición a los toros y vocación por la rama que trata las lesiones del aparato locomotor desde muy joven. «Estudié en Oviedo. Pertenezco a la segunda promoción de Medicina. Siempre me llamó mucho la traumatología y, en concreto, la cirugía de la rodilla», asegura.
Hizo la especialidad en el antiguo Hospital General de Asturias y luego trabajó durante doce años en el Hospital San Agustín de Avilés. Después de pasar una década dedicado en exclusiva a la sanidad privada, el doctor Domínguez-Gil volvió a atender a los pacientes en los centros públicos de la región. Desde 2004, es traumatólogo en el Hospital de Cabueñes.
De otra pasta
«Vine encantado para vivir esto desde dentro», explica en alusión a su trabajo como miembro del equipo médico de El Bibio. Corrobora que los toreros «están hechos de otra pasta, como los futbolistas. Son capaces de seguir toreando con los puntos puestos en las heridas. Nunca verás a un torero quejarse». Tanto es así que, incluso en la propia enfermería, los matadores se preocupan más de avisar por el móvil a su familia que de sus propias lesiones, apunta el doctor.
Vive las corridas en tensión, aunque sabe que «es inevitable que el torero se arrime porque el mundo del toro lo requiere». Hace suyas las palabras del doctor Javier Álvarez para señalar el peor momento de cada faena:«Cuando el torero se pone de rodillas porque, si el toro te da una cornada, te pilla el cuello o el tórax». Embistes que son, por lo general, fallo del matador, «que pierde el sitio o no hace bien la suerte. En el toreo hay mucho de arte, pero también de técnica».
Domínguez-Gil coge vacaciones durante la Semana Grande para poder atender debidamente sus obligaciones como médico de la plaza de toros. Afirma que las ferias del norte del país «están en auge» y que buena parte de los aficionados a la tauromaquia más recientes se engancharon gracias a los programas especializados. «La televisión ha hecho mucho. Las corridas de Canal Plus han llenado los tendidos de España». Pero no solo es creciente el gusto por los toros, también la postura contraria. «Los antitaurinos sí perjudican, sobre todo en un sitio como Gijón, en el que la afición sube y baja. Hay personas a las que les echa para atrás que les señalen como taurinos».
No entiende cómo se permiten manifestaciones justo frente a la plaza de toros, «cuando en todos los sitios tienen lugar lejos de los cosos» para que no se produzcan enfrentamientos. Rescata la idea que escuchó a un intelectual acerca de mejorar la última fase de la faena cuando la estocada no tiene éxito. Es decir, el descabello. «La parte final da demasiados argumentos a los antitaurinos», añade. «El quid de la cuestión está en si el sufrimiento es innecesario», aclara. En su opinión, «nadie disfruta de ver sufrir a un toro». No obstante, el traumatólogo no entiende que los animalistas «solo defiendan a animales grandes» y pone como ejemplo que lo mismo sufre un bogavante cuando lo cocinan que un toro cuando lo lidian.
A buen seguro, la polémica volverá a avivarse hoy en la manifestación que está convocada por los defensores de los animales ante la plaza de toros de El Bibio. Fuera estarán los manifestantes gritando sus consignas, mientras que Ignacio Domínguez-Gil permanecerá vigilante, en el lugar reservado a los médicos, atento a los pases de los toreros. Esperando que un pitón no le obligue a intervenir.
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